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sábado, 27 de noviembre de 2021

Manzanares y el gobierno de los bárbaros

Antigua fábrica de harinas


En la calle Anega hay tres solares tapiados, dos de ellos recientemente y el tercero con un cartel de “Próxima construcción” desde hace al menos tres años. En esos solares hubo antes edificios que fueron derruidos por amenazar ruina o que colapsaron por la vejez. En la calle Empedrada, la calle comercial por excelencia de Manzanares, hay otro solar cerrado. En la calle Pedro Capilla, un alcalde franquista, hay un edificio vallado, porque sus muros se están desmoronando, y un solar tapiado. En las calles Emiliano García Roldán, Nuestro Padre Jesús del Perdón, Virgen de la Paz, Padres Capuchinos, Virgen de Gracia,… también hay solares, que compiten entre sí por conformar el esqueleto edilicio derivado de la voraz descarnadura urbanística del pueblo. O de la ciudad, el alcalde prefiere decir ciudad. En Manzanares abundan las calles dedicadas a la confesión católica y a franquistas, los locales comerciales desocupados, los edificios industriales abandonados, las viviendas deshabitadas y los solares: es el vacío y la exaltación obscena del vacío. No hay calle sin su solar, cercado, vallado o convertido en aparcamiento improvisado, y/o su edificio amenazando derrumbe en Manzanares. En total, al menos 500 solares y 1000 edificios en riesgo de ruina. Manzanares tiene actualmente menos de 18.000 habitantes censados, y la población disminuye año a año de una manera incesante. En Manzanares hay muchos más negocios abandonados o clausurados que en funcionamiento, y habrá más con el paso del tiempo. El Mercado Municipal, el centro comercial por excelencia para los ciudadanos en el pasado, está hoy prácticamente abandonado y su espacios se dedican a actividades paradójicas, extrañas a su naturaleza. Manzanares será en breve un cadáver urbano tendido al sol, ocupado por fantasmas del pretérito y fantasías de charlatanes.

Manzanares languidece. Es posible que todo esto no sea exclusivo de Manzanares, que también lo sea de Membrilla, La Solana, Daimiel, Valdepeñas,… de toda la provincia e, incluso, de toda la Comunidad Autónoma, pero aquí nos toca ocuparnos de Manzanares, que es en donde se nutre nuestra experiencia. También hay otros rasgos comunes a todos los municipios, dos de los más significativos son la despoblación y la desertización derivada del irracional aprovechamiento de la tierra y de la sobreexplotación y contaminación de los acuíferos. Hace tiempo que el río Azuer es sólo una cicatriz reseca del paisaje, mientras el término municipal y su comarca se van convirtiendo en el prototipo del páramo.

Manzanares se vacía y se queda sin población y sin expectativas. Al menos, el 50 % de las viviendas están deshabitadas y el 75 % de los locales comerciales están cerrados y sin actividad. No tenemos acceso a las estadísticas, si es que existen, pero basta observar con detenimiento la terca realidad de las calles, donde prima el abandono, y los desvaídos carteles de “Se vende” o “Se alquila” colocados en fachadas, ventanales y cristaleras, en muchos casos desde hace años, para constatar esa impresión desoladora. No hay trimestre en que no se cierre un nuevo negocio.

Manzanares se está cayendo a pedazos. Literalmente. Solares, cercados o no por bardas o tapiales, convertidos en escombreras, criaderos de ratas, refugios de palomas o sucedáneos de aparcamientos públicos, como consecuencia de la ruina o el derribo de los edificios que sobre ellos se levantaban, por vejez, abandono o especulación inmobiliaria. No hay calle en Manzanares donde no se evidencie esa deriva. No hay calle en Manzanares donde no haya un edificio en ruinas o a punto de desmoronarse. Buena parte del patrimonio histórico urbano ha sido convertido en escombros: el Casino, el Gran Teatro (el actual es un discutible remedo),… En Manzanares no hay planificación urbana, la iniciativa urbanística está en manos de un reducidísimo oligopolio depredador de raíz franquista, y la especulación inmobiliaria a la antigua usanza campa a sus anchas. Edificios vacilantes cercados por vallas o que se derrumban. Cornisas que se desploman. Fachadas que se desprenden a pedazos. Y nada de eso se repara. No hay ni una sola calle que no esté atravesada y/o con sus paredes cubiertas por cables de todo tipo, incluso de media tensión. También son habituales los postes en medio de las aceras para sostener esos entramados. En la exposición de acuarelas de Gonzalo Serrano en la Biblioteca Municipal (16-30/10/2021) hay un llamativo detalle que destaca en todos los cuadros: los cables que cuelgan por todas partes como la peor de las pesadillas.

Manzanares se cae, pero su alcalde y su corte de concejales han decidido arrancar los árboles que jalonaban la calle Toledo desde su principio hasta el cruce con la Carretera de La Solana -los que van del cruce de la Carretera de La Solana hasta las vías del ferrocarril están a salvo de momento, porque no parecen molestar todavía a la corporación o porque cimientos e imbornales han desarrollado algún sistema para defenderse de la “gran agresión arborescente”-, y sustituirlos por unos plumeros que llaman palmeras, como parte del plan de peatonalización del entorno del Gran Teatro, porque dicen que los árboles afectaban al alcantarillado, a la estabilidad de los edificios y a la seguridad de los ciudadanos. Un burdo argumento pergeñado para incautos e interesados o incondicionales, apescados al pesebre municipal o su periferia, porque se trata de árboles que llevaban ahí puestos más de 20 años. En todas la ciudades y pueblos del mundo hay árboles sin que los alcantarillados ni los cimientos de los edificios se vean afectados, salvo en Manzanares, en palabras del alcalde, la concejal de urbanismo, alias concejal delegada de los plumeros, y un “experto” apesebrado. Un guion muy propio de charlatanes que carecen de argumentos. Sería interesante conocer los detalles de los informes técnicos, si es que existen, que respaldan la decisión arboricida. Si existen y han sido redactados por los mismos “expertos” que han diseñado y planificado la obra de peatonalización, nos encontraremos con toda seguridad más de una sorpresa: la obra no incluye, entre otros dislates, el soterramiento del cableado ni de la irrigación por goteo, y los plumeros habrán de ser regados con cubos o con cisternas, como ya se está haciendo.

Antes vieron la motosierra unos árboles que “molestaban” en las inmediaciones de Fercam, para construir a los “viejos” una pista de petanca, en sustitución de la que se les había arrebatado con las obras de ampliación de la feria. Y la padecieron también otros árboles de la Carretera de la Solana, en el margen del solar aledaño al cuartel de la Guardia Civil, quizá porque no “encajaban” en el diseño del nuevo centro comercial de Mercadona. También sufrieron la motosierra los setos de los accesos a los paseos del río o se habían arrancado los del paseo de la Estación y los de áreas del paseo de Castilla La Mancha, los próximos y los del entorno de la rotonda de los bomberos. O los cipreses que flanqueaban el único acceso peatonal al cementerio, hoy desaparecido tras una intervención salvaje en sus inmediaciones, disfrazada de planificación y de progreso, que bordea, por cómo se ha realizado, los delitos de prevaricación y contra el medio ambiente. El fervor arboricida viene de lejos y parece tener largo aliento. En el paseo del río y en sus inmediaciones hay al menos una decena de pinos talados desde hace tiempo, que no parece que vayan a ser repuestos. Los pinos, los setos y los cipreses ¿a qué imbornales y edificios afectaban?

Aseguran desde los servicios técnicos que los tilos de la calle Toledo, como los cipreses del camino del cementerio, no han sido talados, sino trasplantados al parque o al entorno del punto limpio, pero no es cierto o es una torticera verdad a medias. La información puede leerse en las web de Lanza y del Ayuntamiento, con una redacción prácticamente idéntica. Sólo desde la ignorancia o la mala fe se puede afirmar semejante cosa. Un trasplante es una actuación compleja, que requiere pericia, medios y tiempo, justamente de nada de eso se ha dispuesto aquí, donde la operación se ha acometido sin preparación y apresuradamente, con un camioneta, una marrana, una motosierra y una retroescavadora. En la calle Toledo había unos cincuenta tilos y sólo veinte han sido trasplantados, aunque previamente desmochados, desposeídos de la mayoría de sus raíces y desangrados, y el resto ha sido desmembrado y retirado. Hemos visto los trozos y los tocones arrancados junto a los hoyos de los alcorques. Sobre la viabilidad y el enraizamiento de estos trasplantes de hacha y azadón no se asegura nada, lo descubriremos en un año cuando se hayan secado. Media docena de cipreses del paseo del cementerio también fueron desmochados y trasplantados; el resto de entre los más próximos a la obra están siendo literalmente destrozados o desecados.

Un detalle más sobre los cipreses del paseo del cementerio: en el área comprendida entre el cementerio y las llamadas calles II y III, se vertieron y amontonaron, se supone que con permiso del Ayuntamiento, cientos de camiones cargados de tierras extraídas de la parcela urbana donde se levanta el nuevo centro comercial de Mercadona. Tenemos las fotografías del desaguisado. Es decir, miles de toneladas de tierras mezcladas con pedruscos y escombros, que después han sido extendidas y aplanadas, cuyo encaje en los Reales Decretos 646/2020, de 7 de julio, y 105/2008, de 1 de febrero, que regulan precisamente estos vertidos, no resulta sencillo de realizar. En esta operación, planean de nuevo los delitos de prevaricación y contra el medio ambiente. El camino de acceso al cementerio era público desde la construcción de la necrópolis, así que surgen dos preguntas: Una. ¿Se han seguido todos y cada uno de los procedimientos legales para su desafectación? Y dos. ¿Se ha previsto un acceso peatonal alternativo al destruido o todo es resultado de una grotesca improvisación propia de zopencos? Ah, y continúan los vertidos en la zona.

Alguien debería investigar de dónde proceden los plumeros de la calle Toledo, si se ha sacado o no a concurso su adquisición, con quién y en qué condiciones se ha contratado su suministro, con qué objeto real se plantan y qué intereses esconde esa decisión, porque es difícil creer en semejante impericia, ineptitud e incompetencia. Las palmeras tienen pocas raíces, efectivamente, pero es una especie invasora y hay otras especies de árboles con poca raíz más propios de nuestro ecosistema, como los arces o los plátanos de sombra, por ejemplo. La ciudad no es un jardín ni un patio, sino un hábitat y un entorno humano, que facilita la convivencia y la hace más amigable, donde los árboles, aparte de su función decorativa y de sostenimiento del medio ambiente, fabrican oxígeno a partir del CO2, corrigen las temperaturas extremas, dan sombra, sirven de cobijo a las aves, crean microclimas que hacen más agradables los entornos y dan sentido y equilibrio vital a la ciudad y a sus habitantes. Los plumeros instalados en la calle Toledo no pueden cumplir esas funciones. Además, son horriblemente feos.

El desmoronamiento urbanístico, y también social, político y económico (en estos aspectos entraremos en próximas entregas) de Manzanares no es un asunto de hoy, sino un proceso. No es el resultado de una resolución reciente o un accidente fortuito, sino que viene de lejos, una consecuencia de intereses espurios y/o resoluciones políticas convergentes, equivocadas o negligentes, tomadas por ineptos, o prevaricadores, cohechadores y cohechados disfrazados de ineptos, que no responden a un plan de ciudad ni a un proyecto de comarca, ni tampoco a un proyecto de Comunidad ni de país. No hay un proyecto de ciudad. Hay una sucesión de ocurrencias y medidas inconexas, inspiradas en las economías del ladrillo y el turismo fraguista y los planes de desarrollo franquistas, encaminadas exclusivamente a forjarse una imagen para intentar ganar las próximas elecciones, que exalta y amplifica la televisión municipal, al servicio exclusivo del alcalde de turno, y para sugerir que se está haciendo algo, cuando en el fondo no se está haciendo nada. Nada quiere decir: nada que no sea viejo, que no haya fracasado o que no nos haya llevado al callejón sin salida de la desertificación y el vaciamiento poblacional. Pero nadie se remueve ni alza la voz contra este desbarajuste. El gobierno municipal y la oposición están cómodos en el desatino. Quizá porque, en Manzanares, todos y cada uno de los gobiernos que ha habido se han limitado a gestionar la herencia del franquismo sin cuestionarla, a administrarla sin molestar, sin revisarla. Sin proponer un proyecto de futuro, emancipador y verde, democrático, que devuelva al ser humano al centro de la vida y considere a la naturaleza su aliada, firmando un pacto con ella. En el fondo, independientemente del signo de los gobiernos que ha habido en los últimos 45 años, gobiernan y controlan Manzanares los mismos burgueses nacionalcatólicos, los mismos capitostes y caciques casposos, incultos y depredadores, que conspiraron y pilotaron el golpe de estado, cuyo fracaso condujo a la guerra civil, que luego gestionaron el franquismo, cuyo objetivo desde el principio fue extender y consolidar el control secular de las élites apioladas a la servidumbre de la gleba. La misma derecha secular, ahora normalizada y blanqueada, porque cuentan con la complicidad de quienes, tras el trámite de la urnas, han llegado a ocupar el gobierno de la administración, que no el poder, sin impugnar ni someter a revisión el pasado, ni proponer una mirada larga, sino inmediata y de circunstancias. Y no es un pasado cualquiera: no sólo la ausencia de la libertad, la corrupción también fue su seña de identidad. Las tierras de Manzanares empezaron a esquilmarse con el franquismo, aunque sus raíces sean tan antiguas como el caciquismo. Los caciques en Manzanares se llamaban señoritos. En el Instituto Nacional de Colonización franquista tiene su origen la explotación irracional y desaforada de los acuíferos.

Las prácticas, los gestos, la simbología e institucionalidad franquista siguen presentes en las calles de Manzanares -en la plaza de don Quijote perviven el yugo y las flechas, por ejemplo-, así como en sus instituciones, asociaciones y cofradías. Muchas siguen teniendo a Franco como cofrade, hermano mayor, referente o miembro honorario, sin que ello les produzca el menor desdoro, ni siquiera sonrojo. A Franco y a algunos jerarcas de su corte genocida. La actual corporación, con aire de santurrones, aunque no pasan de fariseos meapilas, comparecen y participan, en contra de la aconfesionalidad del Estado establecida por el artículo 16.3 de la Constitución, en los actos y manifestaciones católicas del municipio como en los mejores tiempos de la gloriosa alianza nacionalcatólica de la Cruzada. Así, en la novena celebrada el pasado año en honor de Nuestro Padre Jesús del Perdón, y para interceder la protección del Altísimo frente al covid-19, que también retransmitió Manzanares10.tv. Aún más: durante la legislatura 2011-2015, encabezada por el PP, además de ciertas decisiones de discutible oportunidad, incluso indecentes, de cuyo examen se podrían deducir indicios de presunta prevaricación, incluso de malversación de caudales públicos y cohecho, como las obras de soterramiento del río y su entorno y la adquisición de la fábrica de harinas, un edificio en ruinas, sin un fin determinado, por un precio fuera de mercado, se adoptaron resoluciones que cualquier demócrata debería tildar de aborrecibles, tal fijar placas en fachadas y dedicar calles a franquistas reconocidos, responsables, por sus cargos en los gobiernos civiles y el Ministerio de la Gobernación, del dolor y la persecución de los demócratas, sin que los siguientes gobiernos dirigidos por el PSOE hayan adoptado iniciativa alguna para corregir semejante despropósito, insulto a la inteligencia y a las libertades, que no puede sino menoscabar la calidad de la democracia.

El gobierno de Manzanares está en manos de bárbaros desde hace más de ochenta años. Primero fueron los siniestros enemigos de la libertad, de la democracia, de la dignidad y de la vida, y luego han sido y son los administradores acomodaticios de ese legado. Cuarenta años cada uno.

Bárbaros eran los pueblos que habitaban allende las fronteras de Roma. Roma era la civilización y, por lo tanto, bárbaro era aquél que no hablaba la lengua de la civilización. Bárbaro es quien ignora la lengua de la civilización. Quien se expresa con el lenguaje del neolítico, entendiendo por neolítico la acepción civilizatoria que le da Santiago Alba Rico en La ciudad intangible. Según el DRAE, civilización es el “estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades más avanzadas”. Habría que determinar qué significa progreso y qué implica eso de sociedad avanzada, hoy son términos a debate, cuando el capitalismo, construido sobre el crecimiento incesante, depredador y criminal, la injusticia y la explotación del ser humano, ha convertido el progreso en una mera acumulación de bienes -todo es mercancía y objeto de mercado-, sean o no imprescindibles para la supervivencia y la vida, está acabando con los recursos, de suyo finitos, y está llevando a la destrucción del medio natural en que estamos insertos, y, por lo tanto, a nuestra extinción como especie. El capitalismo es enemigo del ser humano y de la vida en general. El covid-19, como síntoma, el agotamiento de las materias primas y las energías fósiles, el avance de los desiertos, el cambio climático y, en particular, la destrucción de entornos naturales, como los casquetes polares o las selvas tropicales, y, en nuestro caso, de la Manga del Mar Menor, Doñana o las Tablas de Daimiel, la completa desaparición de los ríos de comarcas enteras, como la de Ciudad Real, la contaminación de acuíferos por las macrogranjas, los vertidos de residuos y la agricultura basada en la extracción indiscriminada de la riqueza y el uso desmedido de fertilizantes químicos, por poner unos ejemplos cercanos, no son sino signos de esa deriva suicida. La defunción del río Azuer es la señal más cercana. El arrancamiento de los tilos de la calle Toledo y la plantación de los plumeros en su lugar son parte del mismo extravío, que los bárbaros pretenden disfrazar.

 NOTA:

Manzanares es un pueblo de la Mancha, a la altura del kilómetro 173 de la autovía de Andalucía, con estación de autobuses y de ferrocarril, 17.962 habitantes y disminuyendo, quizá paradigma de la España que se está vaciando.

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