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martes, 1 de marzo de 2022

No a la guerra y la representación de la farsa

 

No a la guerra. A esta guerra de Ucrania, a todas las guerras.

Quise ir a la guerra para pararla, pero me detuvieron a mitad del camino”, dice Gloria Fuertes. Quienes detuvieron a Gloria Fuertes son los mismos que atizan las guerras para hacer negocio con ellas.

El mismo día que Rusia invadía Ucrania y se iniciaba la guerra, Israel bombardeaba Siria. Pero de este hecho nadie dijo nada. El discurso de los medios es la prédica de sus amos. En Siria también hay una guerra, en la que asimismo participa Rusia, además de Irán.

Cuando Rusia combatía contra Chechenia, nadie en Occidente levantó la voz, quizá porque los chechenos habían sido tildados de terroristas, pero lo de Ucrania, al parecer, es otra cosa.

En este momento hay 65 guerras activas en el mundo. De mayor o menor calado: 65. Cada una con sus muertos y damnificados, sus víctimas y sus victimarios. Las de Ucrania y Siria sólo son dos de ellas. En el Dombás, una región del sureste de Ucrania, conformada por Donetsk y Lugansk, también hay una guerra desde 2014 con más de 14.000 víctimas. Al respecto, se firmó el Acuerdo de Minsk para cerrar el conflicto, pero el gobierno de Ucrania lo ha incumplido sistemáticamente. Ucrania bombardea regularmente la región, pero nadie dice nada. Una víctima del Dombás no vale tanto como una víctima ucraniana.

La de Ucrania sólo es la última guerra. Algunas quedan lejos y otras más cerca. En Birmania, el genocidio de los rohinyá; Boko Haram, en Nigeria, Camerún, Níger y Chad; Alto Karabaj, en Azerbaiyán, Armenia y Artsaj; Sahara, entre Marruecos y la RAS; el genocidio turco, con la participación de Turquía, Irak, Irán y Siria; Palestina, por la ocupación israelí; Libia, propiciada por EEUU, OTAN y UE; Congo,… Todas tienen sus muertos, miles de muertos. En la guerra de Yemen, individuos oscuros perecen bajo el fuego de Arabia Saudí, en muchos casos abatidos por armas proporcionadas por España con la intermediación de Juan Carlos I, que hizo de comisionista.

Quienes participan en esta guerra de Ucrania son de raza caucásica; los demás, como sucede con Siria o Yemen, tienen la piel más oscura, incluso negra.

No todas las víctimas de todas las guerras nos conmueven de la misma manera. Algunas ni siquiera nos importan. Y todas sin exclusión acaban cayendo en el olvido más pronto que tarde.

Todas las guerras producen desplazados. También el hambre. La imagen de un buitre esperando la muerte de un niño hambriento en Sudán, que obtuvo Kevin Carter en 1994, ya está amortizada. Desplazado es una palabra para esconder una tragedia.

Entre 1991 y 2001 tuvo lugar la guerra de los Balcanes, pero nadie se rompió las vestiduras como ahora por Ucrania. Quizá porque convenía a la estrategia de EEUU y la OTAN. Se saldaría con la fragmentación de Yugoslavia y decenas de miles de muertos. EEUU y la UE estaban entonces empeñados en la liquidación definitiva de la URSS y el antiguo Pacto de Varsovia para asentar la hegemonía de la OTAN en Europa. No importaron las masacres ni el genocidio, no importaron los muertos de esa guerra, cuya cuenta no se ha cerrado todavía.

En el verano de 2015 más de 800.000 personas escaparon de la guerra de Siria y llegaron a Europa a través de Grecia. El 2 de septiembre, Aylan Kurdi, de tres años, se ahogó al naufragar la lancha en que huía con su padre, su madre y su hermano de cinco años. Su cadáver apareció en una playa empujado por la marea, pero ya hemos olvidado aquella terrible estampa. El tiempo y los telediarios amortizan todas las imágenes. Incluso las de las llamas de Calais y de Lesbos.

Díaz Ayuso ha ofrecido el hospital Isabel Zendán para atender a las víctimas de la guerra de Ucrania. A Díaz Ayuso la sobrecoge la invasión de Ucrania por Rusia, pero carece de tiempo para ocuparse de la tragedia de la Cañada Real, las colas del hambre en Madrid o el fallecimiento de 7291 ancianos, de ellos 5795 por covid, en las residencias madrileñas, por el criminal protocolo que los abandonaba a su suerte sin atención médica. Hay víctimas que constituyen un lema publicitario y víctimas para echar al vertedero.

Ucrania, Rusia y las víctimas de la guerra se han convertido en un relato, que cada cual administra para obtener una renta. A nadie le importa la devastación ni la muerte, a nadie le importan las víctimas. O no importan de la misma manera: a unas se les ofrece el Isabel Zendán y a otras se las detiene tras muros y concertinas.

Se dice que el no a la guerra es en defensa de la libertad, la democracia y la justicia. Y de la vida. Pero no hay libertad, ni democracia ni justicia en Ucrania ni en Rusia. Rusia y Ucrania están gobernados por dos sátrapas, herederos de Hitler, que financian y apoyan gobiernos y colectivos de extrema derecha en Europa, como la Hungría de Orban, la Liga Norte de Salvini y el RN de Le Pen, o CitizenGo y Hazte Oír, estos vinculados a Vox, de España.

La vida en Rusia y en Ucrania tampoco tiene importancia. En Ucrania se quema viva a la gente por el hecho de ser de izquierdas. Y en Rusia y Ucrania, sus gobiernos colaboran sin empacho con grupos paramilitares de extrema derecha.

No a la guerra en defensa de la paz. ¿Viven en paz las mujeres de Catar, Emiratos o Arabia Saudí? ¿O los homosexuales en Hungría, Polonia, Rusia, Ucrania,…? ¿Es la paz sólo la ausencia de guerra?

No a la guerra fue un grito unánime en las de Irak y Afganistán. Por la paz y en defensa de la vida. Contra las patrañas urdidas por unos hombrecillos sin escrúpulos, cuyo único fin era alimentar la industria de la guerra y colarse en los libros de Historia, a los que nadie ha llevado ante un tribunal.

Ucrania ha denunciado a Rusia ante el Tribunal Penal Internacional por genocidio. Nadie denunció en su día las masacres de Irak y Afganistán perpetradas por EEUU. Abu Ghraib y José Couso, por ejemplo, quedaron impunes en la nebulosa del cinismo. Y ahí sigue Guantánamo.

Los deportistas y los organismos deportivos, nacionales e internacionales, se han puesto de parte de Ucrania y proponen excluir a Rusia de las competiciones. COI, UEFA y FIFA ya lo han acordado. Piden el cese de la guerra. Se presiona al presidente del Chelsea porque es ruso, pero se calla respecto de los dirigentes del Manchester City o PSG, entre otros, vinculados a satrapías de Oriente Medio, donde la transgresión de los derechos humanos está en sus propias leyes. ¿Por qué callan respecto a Catar, Emiratos, Arabia Saudí,…? Respecto a Yemen. En Catar se va a celebrar un mundial de fútbol a finales de este año y en Arabia Saudí se celebra la supercopa de España todos los años. ¿Por qué? Hay contratos firmados con sus gobiernos. Son negocios, sólo son negocios, se trata de negocios. Y la guerra es otro negocio.

Todo es una farsa.

El debate no es la paz o la guerra, la vida o la muerte. El debate es la hegemonía de los imperios. Rusia, China y EEUU son los tres imperios en la disputa por el control del mundo. En Ucrania confrontan Rusia y EEUU con la excusa de la OTAN y el papel de sirvienta de la UE, que aún no ha encontrado un proyecto propio. Rusia y China, bajo regímenes dictatoriales, y EEUU, iniciando su camino de exclusión de la democracia, como demostraron en su día el trumpismo y el asalto al Capitolio.

La paz es para el mundo lo que la levadura para la masa”, dice el Talmud, pero las multinacionales de la guerra han optado por que consumamos pan ázimo.

No hay camino para la paz, la paz es el camino”, dice Mahatma Gandhi. Aún menos, si ese camino es la guerra.


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