Empecemos
por el final: el 11N habrá un gobierno PP-C's-Vox o PSOE-PP,
trifachito o gran coalición, la fórmula que ya se ensaya en
Andalucía, Castilla y León, Murcia y Madrid o la alternativa con
que se nos viene machacando desde 2016. Si las derechas suman lo
suficiente en un caso o si no les alcanza para gobernar solas, en el
otro. No habrá en ningún caso gobierno de coalición progresista,
aunque PSOE, Podemos y Más País obtengan en conjunto la mayoría
suficiente. Pedro Sánchez y el PSOE no quieren compartir gobierno
con la izquierda, nunca lo han querido, no pueden permitírselo.
Desde el 28A ha habido mucho teatrillo, pero jamás ha habido
voluntad de pactar un gobierno que integre a PSOE y Podemos. Por
Podemos. Porque los partidos del régimen no se pueden permitir las
narices de la izquierda recorriendo las estancias de los ministerios,
singularmente los ministerios sensibles, esos que llaman ministerios
de estado, Interior, Hacienda, Defensa, Exteriores, incluso Fomento y
Trabajo, por la SS o los grandes contratos, más los servicios de
inteligencia, allí donde siempre se han enseñoreado las cloacas, la
podredumbre y la miseria, allí donde han campado en la penumbra,
incluso en la oscuridad, quienes gobernaron este país desde abril
del 39 hasta nuestros días, o allí donde se acumulan datos e
informes de la putrefacción que afecta a las instituciones básicas
del estado, desde el gobierno a la monarquía, desde el poder
judicial a los cuerpos de seguridad, donde se guardan los grandes
pactos tácitos, o explícitos, con los medios de comunicación o la
banca, con las grandes empresas o las grandes consultoras. La
reciente sentencia del Procès sólo cierra el cinturón preventivo.
Es la última razón que verbaliza y justifica el fracaso de la
construcción del gobierno de coalición progresista, pero no es la
razón de fondo, hay otras razones y más fundamentales.
El
22 de marzo de 2018, es decir, hace un año y 6 ½ meses, sólo 18 ½
meses, nada, Pedro Sánchez fue entrevistado por Jordi Évole para
Salvados. Había sido defenestrado de la Secretaría General del PSOE
en octubre de 2016, es decir, 18 meses antes, en pocos días hará
tres años, mediante una operación tumultuaria y esperpéntica
encabezada por Susana Díaz, orquestada por todos los barones y
aplaudida por Felipe González, por su resistencia a facilitar un
gobierno de Mariano Rajoy (Felipe González defendía entonces, como
defiende hoy, un gobierno de gran coalición PP-PSOE), con el
entusiasmo, incluso el jolgorio en algunos casos, de los medios de
comunicación, desde El País a La Vanguardia, el ABC, El Mundo o La
Razón, T5 y A3, Cadena Ser, Onda Cero o la COPE. Nadie faltó al
homicidio ni al entierro, sólo espantó a la gente llana, quien sin
la izquierda no es nada, no es nada, pero sin la izquierda está,
además, desamparada.
En
aquella entrevista de Salvados afirmó Pedro Sánchez, sin
vacilación, con rotundidad: “Hubo responsables empresariales que
trabajaron para que hubiera un gobierno conservador”. Y también:
“Determinados medios progresistas, como El País, me han dicho que,
si hubiera habido un acuerdo entre PSOE y Podemos, lo criticarían e
irían en su contra. La línea editorial de El País ha sido abusiva
e, incluso, insultante en lo personal, no solamente en lo político”.
En la entrevista en Al Rojo Vivo del 18 de julio último, preguntado
sobre las denuncias, por parte de Pablo Iglesias, de presiones para
impedir un gobierno de coalición PSOE-UP, dijo: “Claro que no, yo
la única presión que tengo es la de mis convicciones”.
También
había afirmado entonces: “He cometido errores: en el primer Comité
Federal taché a Podemos de populistas. No sabía exactamente qué
era Podemos. No supe entender a la gente que quiere renovar la
política detrás de Pablo Iglesias. El PSOE debe mirar tú a tú y
trabajar codo a codo con Podemos”. Y unos días antes de esta
última entrevista en Al Rojo Vivo decía: “Pablo
Iglesias no puede cumplir el compromiso de lealtad que exige el
funcionamiento de un Gobierno, porque no controla a su partido, tiene
discrepancias en su propia organización. Las posiciones políticas
de Podemos son totalmente incompatibles con las del PSOE en
cuestiones de Estado”.
En
Salvados había afirmado: “España es una nación de naciones.
Cataluña es una nación dentro de otra nación, que es España, como
lo es también el País Vasco, y esto es algo de lo que tenemos que
hablar y reconocer. Hubo conversaciones con los independentistas
catalanes, pero no hablamos de referéndum. La solución va a llegar
votando [una reforma constitucional]”. Y en la campaña del 28A se
corregía asegurando que su modelo era el de
una “España de las autonomías fortalecida”,
porque “es el único modelo que garantiza la igualdad, la
diversidad y la convivencia”, aparcando de ese modo su apuesta por
un estado plurinacional, con el que, además, compareció en las
primarias para recuperar la secretaría general. Más recientemente
ha dicho que la monarquía de Felipe VI expresa los valores
republicanos. Pedro Sánchez es hombre de ocurrencias creativas.
Todo
esto al margen, y con independencia de las promesas electorales con
que compareció en las elecciones de 2015 y 2016, que perdió
estrepitosamente, o del 28A, relativas a la publicidad de las listas
de amnistías fiscales del PP, la derogación de la ley mordaza, la
reforma laboral y la ley de educación de Wert, de las que nunca más
se supo. Respecto a la lista de amnistiados, dijo que la ley no
permite publicarla, pero eso ya lo conocía cuando se comprometió.
En cuanto a la derogación de la reforma laboral, Nadia Calviño,
ministra de Economía, afirmaba el 30 de mayo ante la Asociación de
Periodistas de Información Económica: “No es productivo deshacer,
revertir o reformar las reformas”, y el 11 de julio en Onda Cero
volvió a insistir en que la reversión “no resuelve los problemas
que tiene nuestro mercado laboral” e insistió en “empezar de
cara al futuro”, refiriéndose a la aprobación de un nuevo
Estatuto de los Trabajadores.
¿Qué
ha sucedido en todo este tiempo? Desde la entrevista en Salvados
hasta el día de hoy. ¿Qué ha operado en el cambio de opinión y de
posiciones? La respuesta es simple: Pedro Sánchez se ha instalado en
la Moncloa y ha descubierto que es necesario calzarse con unas buenas
botas impermeables, de esas que llegan a la cintura, y taparse la
nariz, para moverse por las habitaciones del palacio o las de los
ministerios, especialmente las de los ministerios más sensibles.
Pedro Sánchez ha descubierto que Moncloa y los ministerios,
singularmente los de Estado, son piélagos de inmundicia, que se
acumula desde tiempo inmemorial y que los diferentes inquilinos,
fueran del PSOE o del PP, han silenciado en defensa de espurios
intereses de partido. Con el mutismo, PSOE y PP se protegen, y
aseguran la prolongación del bipartidismo que tanto les ha rentado.
Felipe
González decidió con entusiasmo apoyarse para su gobierno en la
estructura franquista de los ministerios de Interior y Defensa. Sin
empacho, aunque muchos fueran torturadores. Incluso distinguió con
medallas a policías vinculados con el asesinato de demócratas
antifranquistas, cual Enrique Ruano. Con esa losa terrible han
cargado y cargan todos los gobiernos desde el 78, seguramente el PP
con arrebato, sin que ninguno haya adoptado las decisiones necesarias
para que su regeneración democrática.
En
4 años que han gobernado en el Ayuntamiento de Madrid, Manuela
Carmena y Ahora Madrid, Más Madrid en la actualidad, han destapado y
llevado a los juzgados irregularidades y delitos en todas las áreas
de gobierno importantes: Mercamadrid, Calle 30, Bicimad, Funeraria
municipal, Empresa Municipal de la Vivienda, y por ahí andan en los
juzgados, aunque con diversa suerte, porque hay juzgados y
tribunales, como el Tribunal de Cuentas, que no están dispuestos en
colaborar en el levantamiento de alfombras. Ésta es la verdadera
razón, aparte de las rencillas intestinas, que ha desalojado a
Más Madrid del Ayuntamiento: no podía permitirse la derecha un sólo
día más lejos de la granero que siempre ha surtido sus bolsillos y
no podía permitirse, sobre todo, un día más de democracia.
Desde
el año 78, no hablamos de los 40 años de franquismo, cuando la
corrupción y el nepotismo eran la forma de gobierno, pues desde el
año 78, PP, o sus marcas alternativas, y PSOE se han alternado en el
gobierno de España. En las campañas electorales o desde la
oposición, ya en el Congreso, se han acusado de todos los males y
corrupciones, pero nunca, cuando llegaron al gobierno, jamás
destaparon un solo caso. Ninguno. Llegaban a la Moncloa y todo estaba
perfecto. Retocaban la decoración y el mobiliario, eso sí. Nada que
decir. Uno de los últimos casos lo referimos en nuestro anterior
artículo De patrañas y patrañuelos: “Esto la fiscalía te lo
afina”. Al parecer, Fernández Díaz, el ministro de la Policía
Patriótica, no había cometido irregularidad alguna o, si la
cometió, el PSOE no la denunció ni tiene el propósito de
denunciarla: Marlaska ha dicho que ya no hay policía patriótica (la
hubo, por lo tanto), pero ahí queda todo, nada que añadir, aunque
el ministerio sea una sentina.
¿No
tiene nada que decir Margarita Robles de sus antecesores en Defensa, María Dolores de Cospedal y Pedro Morenés, que recurrieron a
importantes créditos extraordinarios para saltarse los Presupuestos
Generales del Estado y adquirir armamento? ¿Nada especial que
indagar sobre Morenés, quien cerró personalmente con Arabia Saudí
la venta de bombas racimo, fabricadas por la empresa en había sido
consejero? ¿Qué ocurre con la corrupción en el Ministerio,
denunciada por el teniente Luis Gonzalo Segura y expulsado del
ejército por ello? Los que hicimos la mili sabemos cómo mejoraban
su patrimonio los mandos intermedios con los trapicheos. ¿Por qué
no merecen investigación los contratos que comportan
sistemáticamente comisiones a los militares involucrados, altos
mandos en estos casos? ¿Qué sucede con el acoso en el ejército y
el abuso de poder? Conocemos el caso de la comandante Zaida Cantera,
forzada a pedir la baja en el ejército por una denuncia, y sólo es
el caso más visible, hay decenas. ¿Qué impide garantizar el talante democrático de los mandos, que, en cuanto su nómina no
corre peligro, porque pasan a la reserva, por ejemplo, no tienen dificultad a manifestar su devoción por el caudillo Francisco Franco,
promoviendo manifiestos, por ejemplo? ¿Por qué se sigue vendiendo
lotería lotería de navidad con la efigie de Franco en los
cuarteles? ¿No hay nada que hacer? No hay nada que hacer.
Podríamos
hacer un tomo de 500 páginas para describir el piélago de
inmundicias que sobrevive tras el silencio de la Moncloa y sus
ministerios. Y con sus despropósitos, muchos más propios de
Berlanga, como el caso del pequeño Nicolás. Cualquiera puede reunir
su saco de basura, éste es un país en el que abunda la basura. Pero
sólo un detalle más: ¿quiénes forman parte de los consejos de
administración de las grandes empresas del Ibex35, especialmente,
del sector energético o de telefonía y consultoras? Exministros del
PSOE y del PP que se desempeñaron en esas áreas. También hay algún
presidente del gobierno.
Villarejo
afirmó que, si él descubriera todo, incluso sólo una parte, de lo
que sabe, se tambalearía el estado y la monarquía. Villarejo es un
delincuente que ha sido parte constitutiva de las cloacas de
Interior, pero su afirmación no es una baladronada, sino una
amenaza. Que los defensores del fundamentalismo constitucionalista se
nieguen a investigar las evidencias de corrupción de la monarquía
da fundamento a la amenaza.
PSOE
y PP jamás permitirán que ninguna fuerza política regeneradora,
descontado C's, que sólo es una banda de charlatanes, ninguna fuerza
dispuesta a mover alfombras y deshollinar chimeneas ocupe sillones en
el Consejo de Ministros. En cada ocasión habrá una excusa, ahora
está la postura que pueda adoptarse respecto a la sentencia del
Procès, pero las verdaderas razones son las de su supervivencia, su
modo de moverse por las alcantarillas, que es incompatible con la
decencia, incluso, si se apura, con la democracia. Que la democracia
española sea de tan baja calidad tiene mucho que ver con eso.
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