Según el DRAE, patraña es una
“invención urdida con propósito de engañar” y “relato breve
de carácter novelesco”. No recoge patrañuelo, pero es de
significado deducible, podría aceptarse como sinónimo amable de
patrañero o como contador de patrañas. Juan de Timoneda, autor de
El patrañuelo, define así patraña: “Una fengida traza,
tan lindamente amplificada y compuesta que parece que trae apariencia
de verdad”.
Pues eso. Subrayamos
apariencia de verdad. Ahora vayamos a lo nuestro:
“Esto la fiscalía te lo afina”.
El Fiscal General del Estado, el Fiscal Jefe de la Comunidad Autónoma
correspondiente, el gorrilla de la fiscalía, la fiscalía, en
general. Seguramente se nos ha olvidado, olvidamos con rapidez los
trapicheos de los pillos y desalmados, pero es una frase reciente, de
junio de 2016. La pronunció Jorge Fernández Díaz, entonces
ministro del Interior con M. Rajoy, en su despacho, cuando dialogaba
-o mercadeaba- con Daniel de Alfonso, en la ocasión Jefe de la Oficina
Antifrau de Catalunya (o sea, Jefe de la Oficina Antifraude de
Cataluña, antifraude, antifraude) sobre la oportunidad de filtrar
datos de políticos catalanes soberanistas. Entonces, antes y,
seguramente, ahora, había fiscales, muy principales, que “afinaban”
informes y denuncias contra políticos rivales del PP, especialmente
catalanes o de izquierdas, echando mano de las cloacas que manejaban
unos pocos policías, Villarejo entre ellos, aunque no el único, hay
muchos Villarejo sin nombre ni apellido por las comisarías
españolas.
Y había jueces, los hubo antes y
los sigue habiendo ahora, que no tenían empacho en abrir sumarios
con aquellos materiales ponzoñosos. O con propósitos partidistas,
de política de partido. Y periodistas, que han desparramado con
entusiasmo los basurales por los medios, como paradigma de una
versión moderna del alguacilazgo. El informe PISA, por ejemplo,
seguramente también lo hemos olvidado ya, el acrónimo de Pablo
Iglesias Sociedad Anónima, todavía sigue dando juego por ahí. Se
ha filtrado que fue un policía próximo a Cospedal el redactor del
libelo.
“Esto la fiscalía te lo afina”.
Ya. Y todavía quieren que no pongamos en duda el trabajo de la
Policía, o la Guardia Civil, de los fiscales o de los jueces, cuando
surge algo tan oportuno, por el momento político y los
acontecimientos por venir, como lo del terrorismo catalán de los CDR
de estos días. “Esto la fiscalía te lo afina”. La Fiscalía, la
Policía, o la Guardia Civil, o los jueces. ¿Los jueces, no?
Entonces tampoco recordamos que Ignacio González, el expresidente de
la Comunidad de Madrid, y otros de su banda, maniobraban con Rafael
Catalá, ministro de Justicia con M. Rajoy y el PP, para distribuir y
colocar a jueces afines en juzgados de su interés, personal y
partidario.
“Esto la fiscalía te lo afina”.
La fiscalía o quien corresponda, que no siempre le corresponde a la
fiscalía. En el famoso juicio del Caso Noos le tocó a la abogacía
del estado aclarar que Hacienda no somos todos, no confundir
propaganda con igualdad y justicia, para librar a la Infanta Cristina
y a la Casa Real de sus implicaciones en el asunto. Y en el caso de
las comisiones de Juan Carlos I le tocó al PP, PSOE y demás
partidos “constitucionalistas” impedir que una comisión
parlamentaria investigase la corrupción en la monarquía. El rey, y
su camarilla, aunque esté podrido, es intocable. Nos hacen comer
mierda, y la comemos entusiasmados, como aquellos personajes de Saló,
de Pasolini, acaso porque quizá, como la odiosa república
mussoliniana, estamos en las diez de últimas.
No hay tramas, diremos, porque
repugna a la democracia, al estado de derecho y a la inteligencia, no
hay tramas ni conspiraciones entre jueces, fiscales, policías, o
guardias civiles, abogados, periodistas y determinados políticos,
para la construcción de sumarios o la organización de operaciones
al objeto de señalar a determinados partidos políticos o colectivos
sociales, adversarios o rivales del PP, esencialmente, pero también
del IBEX, la patronal, la banca, periodistas y medios de
comunicación, en estos basureros se manejan estupendamente algunos
medios de comunicación, etc, lo que podríamos llamar la nervadura
del sistema. O de quienes ponen en entredicho el relato del sistema,
el régimen y la transición, tres verdades absolutas e intocables.
No hay tramas ni hay conspiraciones.
Cierto. No se reúnen un representante, o varios, de cada uno de los
colectivos para coordinarse y diseñar planes de actuación contra
sus adversarios. Cierto. Pero sí hay un relato común, que no
necesitan consensuar, porque es el relato que los sostiene, en el que
todos saben cuál es su papel. Como sucedió con la financiación por
las dictaduras de Irán y Venezuela a Podemos, que fracasó por su
burda inconsistencia, aunque todavía anda por ahí dando la matraca
como si fuera nuevo, porque de esto también se trata. Y como sucede
ahora con la cuestión del terrorismo catalán. El asunto catalán de
repente ha devenido en un problema terrorista. Y el terrorismo ha
sido el problema central de España en los últimos 40 años, que ha
condicionado políticas y libertades. Han acordado, sin acordarlo,
que el independentismo es el enemigo común y todos saben cuál es su
papel en el combate, cuál es su renglón en esa historia, de Vox al
PSOE, de la policía a la judicatura, de los periodistas a los
bufones, de los politólogos a los charlatanes, de las tertulias a
las charlas de cafetería, y lo ejecutan. Y todos se protegen y se
justifican, todos forman parte de los poderes del estado, todos
sirven al estado. O todos sirven al trampantojo que de sí mismo ha
diseñado el estado, todos sirven a la confección de la urdimbre de
la patraña en que hemos convertido la realidad. El independentismo
catalán, que ya era golpista, empieza a dar muestras de una
peligrosa deriva terrorista. Pedro Sánchez ya ha sentado que España
es una república presidida por Felipe VI, tomemos nota. Y Carmen
Calvo, la ministra de la fracasada negociación del gobierno de
coalición, ha dejado claro que, gracias a la transición, “salimos
de una manera tan brillante de una dictadura a la democracia sin un
solo roce de violencia, salvo ETA”, aunque dispongamos de una lista
-seguramente incompleta, porque algunos dan cifras mayores, de hasta
188, y más- con ciento treinta y cuatro nombres, personas, españoles
asesinados por las fuerzas de seguridad del estado o la extrema
derecha durante la transición precisamente: el primero es Ignacio
Etxave Orobengoa, ultimado por pistoleros de extrema derecha el
05/10/75, y el último es Pablo Garayalde Jaureguizábal, tiroteado
por la Triple A el 02/01/82, y en medio figuran estudiantes,
trabajadores, abogados, los de Atocha, por ejemplo, ¿nos acordamos
de aquél 24 de enero de 1977 o ya lo hemos borrado como Carmen
Calvo?, 134 en total, o 188. ¿Hemos olvidado que los GAL fueron una
creación de los aparatos del estado, que sus miembros eran policías,
guardias civiles, militares y agentes de inteligencia, a cuyo frente
estuvieron, desde octubre de 1982, Rafael Vera, José Barrionuevo y
Felipe González? Tras Barrionuevo vino
José Luis Corcuera, el de la patada en la puerta, y lo precedieron
Juan José Rosón, Antonio Ibáñez y Rodolfo Martín Villa, el de la
matanza del 3 de marzo -3/3/76- de Vitoria. Lo hemos olvidado, porque olvidar es imprescindible
para construir un relato que sustituya la realidad y la Historia.
La primera exigencia del relato, para que parezca verdad, es la
desmemoria. Y hoy todo es relato. La lezotecnia es condición
necesaria para la construcción del relato.
Uno, que es de pueblo, recuerda, y
tiene pruebas de ello, que en su niñez la Guardia Civil estaba al
servicio de los señoritos y del chivato local del Movimiento. Ay, de
los robagallinas, mariquitas y osados, que se atrevían a decir una
palabra más alta que otra. Entonces el estado eran los señoritos y
el Movimiento, es decir, Franco, o el franquismo, la derecha, los de
siempre, y su cohorte nacionalcatólica. Ahora los señoritos han
mutado y son banqueros o empresarios del IBEX 35, y los poderes del
estado los sirven a ellos, todos los poderes del estado. Aquella
Guardia Civil es la misma que disparó en el Tarajal el 06/02/14
contra un grupo de 200 inmigrantes, que trataba de acceder a nado a
Ceuta, causando 15 muertos, la misma que pretende defender ante los
jueces de la acusación de homicidio el gobierno provisional de Pedro
Sánchez. Uno también tiene presente la curiosa “confusión” que
condujo a la tortura y asesinato de tres jóvenes en Almería el
10/05/81, por poner unos ejemplos entre muchos otros, o que
Intxaurrondo era un cuartel bajo mando de la Guardia Civil. Y
recuerda el asalto al Congreso el 23F, un asunto no menor, las
vinculaciones de algunos de sus jefes y números con el narcotráfico
gallego, onubense y algecireño, los festejos con Tejero o la bandera
franquista y esos gritos de “A por ellos” bastante recientes. Ya
sabemos que eso de que la RAE “limpia, fija y da esplendor” es
una falacia, y es otra falacia que la Guardia Civil sea un cuerpo
benemérito. Quien dice Guardia Civil dice Policía, porque ambos
institutos participan del mismo relato, y por la existencia de la
prodigiosa rama asentada en Interior denominada Policía Patriótica.
Las fuerzas de seguridad vertebran la estructura del miedo, que surge
de la amenaza permanente del terrorismo. El terrorismo sirve para un
roto y un descosido, si se trata de recortar libertades o imponer una
visión de país más franquista que democrática. Lo de la España
indivisible, como la virginidad de María, es un dogma, del
franquismo en este caso. España no es Una, sino muchas, que se
tienen que poner de acuerdo.
“Esto la fiscalía te lo afina”.
En realidad, sólo es una frase para propiciar chistes. En el
Ministerio del Interior, en el despacho del ministro nunca ha pasado
nada, fue una conversación privada, sin mayor trascendencia, no
había nadie tras los papeles que la fiscalía podría acabar
afinando. Nunca hubo policías corruptos elaborando documentos, ni
fiscales ni jueces cómplices con la corrupción acompañando. Ni
pregoneros en las redacciones de los periódicos. Sustituyó Juan
Ignacio Zoido a Jorge Fernández Díaz y no supimos que hubiera
pasado nada. Llegó Fernando Grande Marlaska, éste nombrado por el
PSOE, y tampoco sucedió nada. En el Ministerio del Interior, sea
cual sea el ministro, sea cual sea el gobierno de España, de PP o
PSOE, nunca pasa nada, no hay alfombras que levantar, ni basura que
remover, ni habitaciones que airear, aunque haya extensas áreas del
ministerio convertidas en excusados y cloacas. La vírgenes
condecoradas mantienen sus medallas. Y los policías corruptos,
incluso los torturadores, como Billy el Niño, y asesinos, los de
Enrique Ruano, por ejemplo, o los periodistas serviles y lagoteros,
como Marhuenda. Los informes... ¿qué informes? Los montajes...
¿quién preparó nunca un montaje? Todo está bien como está.
“Esto la fiscalía te lo afina”.
En algunos casos, con éxito y en otros cosecha estruendosos
fracasos. Alfon resultó bien y está en la cárcel, pero fue un
montaje, de los que se llaman de manual. Lo de Straight Edge, los
anarquistas veganos, en 2015, fue un fracaso, y todos resultaron
absueltos, pero Nahuel pasó año y medio en la cárcel, acusado de
terrorismo. O la operación contra Al Qaeda en Cataluña, en 2003,
que detuvo a una inquietante célula terrorista con dos bombonas y
una garrafa de productos peligrosos, que resultaron ser meros
artículos de limpieza. Lo de Alsasua, que convirtió una pelea de bar
entre beodos en terrorismo, resultó a medias, no coló lo del
terrorismo, aunque gracias a lo del terrorismo asumió el caso la
Audiencia Nacional, pero coló lo de atentado a la autoridad, y eso
es lo que acaba de confirmar el Tribunal Supremo, corrigiendo a la
Audiencia, aunque habrá que esperar a los tribunales europeos, que
acostumbran a dejar en ridículo a la justicia española, como
sucedió con las órdenes de detención contra algunos políticos
catalanes (aunque esto requiere una reflexión aparte y dará lugar a
otro recorrido, teniendo en cuenta que habrá sentencia en los
próximos días sobre delitos, que el tribunal sentenciador retiró a
los huidos). El caso de los Titiriteros de Madrid, a principios de
2016, en plena campaña de acoso contra Manuela Carmena y Ahora
Madrid, con la excusa de la Concejalía de Cultura, que no llegó a
ser juzgado, pero que los mantuvo encarcelados una semana, en régimen
especial de aislamiento por haber sido acusados de exaltación del
terrorismo, el ridículo infame de un juez y una fiscal, también de
la Audiencia Nacional, que siguen en sus puestos. Hay más historias,
pero bastan éstas para ilustrarnos sobre terrorismo en España en
los últimos años.
El terrorismo se ha convertido en
una forma de gobierno.
El terrorismo sirve para muchas
cosas. Por ejemplo, para que Ángeles Pedraza, una señora que no
pasó de la ESO, pero que alcanzó la presidencia de la AVT, y eso en
el PP tiene su importancia, sea nombrada Gerente del 112 en Madrid,
un organismo autónomo con cientos de funcionarios y empleados, o
para que Pilar Manjón, presidenta en su día de la Asociación 11M
Víctimas del Terrorismo fuera perseguida, acosada y amenazada de
muerte por no aceptar la ominosa versión que convertía a ETA en
responsable de los atentados del 11 de marzo de 2004.
El terrorismo también es una forma
de vida. Para muchos partidos políticos, PP, C's, PSOE, Vox, para
muchos policías y guardias civiles, para muchos jueces y fiscales,
para medios de comunicación. Sus cuotas de poder, actuales o por
venir, o sus nóminas se nutren de la persistencia del terrorismo.
Sin terrorismo, unos deberían hacer política y otros deberían
ocuparse de sus trabajos.
Con el terrorismo se apagan las
luces y se despide a los taquígrafos. Se hurtan los debates y
cualquier discrepancia se convierte en una amenaza peligrosa. Ahí la
ley mordaza cumple su impagable función de achantamiento. Que le
pregunten a Raúl Capín, fotoperiodista, acusado de agredir a un
policía cuando hacía el reportaje de una manifestación en 2013,
pendiente de juicio. O a Jorge Verstrynge, detenido en la
manifestación por la república el día de la proclamación de
Felipe VI en junio de 2014, acusado de agredir a un policía y luego
absuelto.
Así que el terrorismo ha llegado a
Cataluña. Para quedarse o mientras dura lo de la sentencia y las
elecciones, eso lo dictarán los intereses espurios de unos y de
otros. Si se lo consentimos.
Patria, de Fernado Aramburu, es una
novela que tuvo éxito porque establecía el relato oficial del
terrorismo etarra. De haber contado otra historia, habría pasado sin
pena ni gloria. Pues por Patria sabemos que todo terrorista es un
imbécil. Por el auto del juez García-Castellón de la Audiencia
Nacional sabemos, además, que los Comités de Defensa de la
República, catalana, se entiende, o CDR, son una especie de trasunto
de Mortadelo y Filemón, que hacen pequeña a la agencia TIA del
tebeo al constituir los Equipos de Respuesta Táctica, o ERT, para
sus tropelías.
El Mundo dice que el CNI catalán se
proponía financiar el asalto al Parlament y ABC, que los ERT
disponían de materiales para fabricar Goma 2 en sus casas. Ahí es
nada lo del CNI catalán, el CNI o la TIA. Ya. Bueno, Goma 2 no, un sucedáneo,
porque la Goma 2 sólo se puede fabricar por procesos industriales
por su inestabilidad. ETA nunca fabricó sus explosivos, los robaba,
como los terroristas del 11M, que los consiguieron trapicheando con
una mina, pero estos de los ERT, aunque son idiotas, han aprendido a
fabricarlos con materiales adquiridos en la droguería del barrio.
Según ABC, un periódico que sobrevive de la publicidad
institucional y de los publirreportajes empresariales. ABC y el Mundo
no se enteraron de que Abdelbaki es Satty, imán de Ripoll, que
dirigía el grupo de terroristas que actuó en Barcelona y Cambrils,
era confidente del CNI, el español, CNI de España, dirigido por
Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del gobierno con M.
Rajoy.
En el registro realizado por la
Guardia Civil en Sabadell se encontraron nitrato de amonio, óxido de
hierro y acetona, es decir, material de pirotecnia. “El local es
propiedad de la familia de uno de los detenidos, que participa en las
actividades de las diversas entidades de la ciudad y que utiliza el
almacén para guardar elementos de los grupos”, según la Comisión
de Fiestas de Sabadell. Se incautó material pirotécnico y “una
urna, presuntamente utilizada en el referéndum del 1-O”, según la
Guardia Civil. La urna es un elemento muy peligroso.
El 10 de abril de 2018, una decena
de agentes de la Guardia Civil asaltaron el domicilio de Tamara
Carrasco, activista del CDR de Viladecans, y la detuvieron, acusada
de rebelión, sedición y terrorismo. El mismo día, otro grupo de
agentes repitió la operación en el domicilio de Adrià Carrasco, en
Esplugues de Llobregat, que huyó y se exilió en Bélgica. Allí
sigue. Ambas operaciones fueron ordenadas por la Audiencia Nacional,
por lo del terrorismo. Entonces los CDR ya apuntaban al terrorismo.
Tamara Carrasco permaneció detenida e incomunicada 48 horas, y se le
impuso el confinamiento en su ciudad, salvo para comparecer
semanalmente en el juzgado de Gavá. El caso ha pasado a los juzgados
ordinarios, porque ha decaído la acusación de terrorismo,
reduciéndose a posibles desórdenes públicos, posibles desórdenes
públicos, posibles.
¿En qué va a acabar todo esto de
los CDR o ERT? Cualquiera sabe. Depende de cómo les salga. Si les
sale bien, igual se montan un 155 o una aplicación de la ley de
seguridad nacional que no se la salta un burro. Hay mucha experiencia
ya en esto de pergeñar montajes. O igual son idiotas de verdad estos de los CDR y
pensaban atentar, mandar bombas por correo y asaltar el Parlament.
Con lo fácil y poco arriesgado que resulta colapsar una ciudad, una
institución o un estado con un simple hackeo, del sistema eléctrico,
de la distribución de agua o del tráfico, por poner sólo unos
ejemplos. Pues serán idiotas. O quienes han montado la operación
quieren hacernos pasar por idiotas a todos nosotros. Quién lo sabe.
En el fondo todo es un relato, una patraña, o varias patrañas que
construyen y sostienen los trampantojos de Cataluña y de España.
En último caso, siempre lo puede
afinar la fiscalía. Al cabo.
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