Son baldosas de cemento raro, tintadas con caldo de cemento teñido. Están frecuentemente llenas de desconchones, costras y llagas. Éste es un país donde las cosas son, desde el principio, una chapuza, podría decirse. Pero no. Lo correcto es decir que en este país está presente desde el principio la corrupción y, por lo tanto, muchas obras suelen ser una chapuza.
Pues bien, por esta acera paseo dos veces cada día, por la mañana y la tarde, mientras Gaia me sigue o corretea por las praderas aledañas. Un día hice esta foto y pensé que podría ser la portada de Crónica de la mala memoria, aunque a última hora cambié de opinión y opté por una imagen más liviana.
Por esta misma acera pasearon, desde el 14 de noviembre al 2 de diciembre de 2009, dos personajes de la novela y me trasladaron sus reflexiones.
Aquí la tenéis. A Gaia. Con su aparente despreocupación habitual. Como si no tuviera conciencia de nada, pero sabe -y lo constata con frecuencia- que apenas estoy a unos metros de distancia.
O aquí. También es ésta. Observando qué se yo qué cosa. Aunque para ella soy dios, soy un dios que no se entera de nada, más o menos como cualquier dios de cualquier iglesia.
Una acera suele ser un paisaje desolado. Últimamente, incluso sucio, porque los alcaldes, que van a la peluquería con escoltas, quieren ahorrar en limpieza.
Cualquiera de nuestras aceras muestra cómo nos gustaría ver la Amazonia. O la última playa virgen de Huelva. O la selva thailandesa. El Algarrobico sería otra prueba.
Las aceras suelen mostrar nuestra determinación a convertir el mundo en un desierto ordenado.
Y muestran la resistencia del mundo a convertirse en un paisaje urbano. Nos lo dicen con su lenguaje callado: aunque destruyáis el mundo, nunca destruiréis el mundo; destruiréis vuestro mundo, sólo el vuestro, porque el mundo tiene herramientas para reconstruirse.
El poder del cemento, que quema tus manos si las introduces en él, no puede nada contra el poder de un brote minúsculo, que encuentra el camino por el que asomarse a la energía del primer dios que probablemente tuvimos los hombres, el sol, pero que ya hemos olvidado, por otros dioses melifluos, aunque crueles y vengativos. Y olvidadizos. El sol nunca se olvida de nosotros.
La planta y el sol mantienen un diálogo eterno en un lenguaje que ambos entienden. Ambos saben que el universo trabaja para convertir en orgánica el alma mineral de las cosas. Y ellos se afanan en eso.
Cuando tú y yo, y todo rastro de nuestra descendencia, hayamos desaparecido, ellos seguirán ahí, y harán desaparecer las aceras. Las comisiones, los sobornos, la corrupción desaparecerán con nosotros. Son cosas de las aceras, que existen porque existen aceras y seres humanos como las aceras. Ese brote y el sol convertirán en orgánicas todas las aceras. Y nosotros seremos materia reciclable. Acaso veamos un día a través de los ojos de las hojas, porque son ellas las que fabrican la vida.
Estos días pensaba en la libertad y quería escribir sobre ello. He tomado unas notas. Pero no puedo escribir nada. Tampoco soy capaz de centrarme en el remate del segundo volumen de Crónica de la mala memoria. El primer volumen me absorbe tiempo en tareas que me cansan, que no tienen nada que ver conmigo ni con el libro, ni mucho menos con los motivos que me llevaron a escribirlo. Espero que pueda librarme pronto de ello.
En estas cosas pensaba. Agobiado por el tiempo, tan caluroso estos días pasados y tan benigno esta noche. En todo esto pensaba, digo, cuando, esta mañana, a las 7'30, me ha sorprendido el cielo cubierto de nubes densas hacia el sur y el oeste. Y me ha sorprendido, sobre todo, y me ha emocionado un hermoso arco iris, y luego dos, como una pincelada enorme sobre la panza de las nubes. Y, entonces, me he sentado, he colgado con paciencia esas fotos que fui haciendo el otro día y he anotado esos comentarios. Y he pensado que el mundo no será indulgente con nosotros. La indulgencia es para los que aman, y nosotros ni siquiera nos amamos a nosotros mismos.
Gaia y un arco iris son más sabios que nosotros.
Lo que sigue son fotos de ese arco iris.
Gaia y un arco iris son más sabios que nosotros.
Lo que sigue son fotos de ese arco iris.
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