Nos reunimos todos, es decir, los cuatro, aunque éramos cinco. Porque últimamente las familias crecen por los costados, que tampoco está mal. También estaba Gaia, porque Gaia nunca falta. O sea, que éramos seis. Gaia es una persona que articula las palabras con los ojos y con el rabo. Las palabras del rabo son muy precisas, aunque en ocasiones se expresa con sinónimos.
Había que celebrar diferentes cosas. Por ejemplo, la principal: el cumpleaños de Clara. Clara cumple años todos los años por estas fechas. Y una orla. Es decir, el final de una carrera. Podría añadir: brillante, muy brillante, uno de los mejores expedientes de su promoción. Pero si lo añado, se enfadará y dirá que es injusto. Pero lo añado aunque se moleste, porque los jóvenes, es decir, nuestros hijos, además de sufrir el 54% del desempleo son brillantes, muy brillantes, trabajadores, muy trabajadores, esforzados, decididos, imaginativos, y capaces, al mismo tiempo, de inventarse el 15M. El 15M no lo inventó ninguno, pero entre todos los inventaron. Al final de la comida hablaríamos del 15M, del desierto intelectual de España, de la falta de alternativas reales al sistema, es decir, del silencio al que se somete a quienes están pensando en otro mundo radicalmente distinto las fuerzas que controlan la información y la cultura, derecha o izquierda, da igual, a todos los sobrepasa la realidad de un mundo agotado y en proceso de extinción.
También celebramos que teníamos en nuestras manos los primeros ejemplares de La mala memoria. Con cierto disgusto, porque en la impresión han cometido el error de dejar un margen derecho demasiado estrecho al desbarbar con la guillotina. Procuraremos que lo subsanen en la siguiente impresión.
Hace dos semanas que preparábamos el menú. Habíamos decidido que el plato principal sería arroz con bogavante. Así que el viernes compramos tres bogavantes estupendos en el mercado de Maravillas. Y unos gambones, también estupendos. Medio bogavante por cabeza. Sobraba medio bogavante, para hacer un salpicón de bogavante entonces.
Teníamos decididos los postres. Varios, en pequeñas raciones: mousse de chocolate, blanco y negro, es decir, dos mousses distintas (deberíamos decir espuma, que eso significa mousse en francés, pero el lenguaje culinario es muy francés); crema de yogur con dátiles y galletas con fruta y cobertura de chocolate (blanco y negro). Al final no hicimos la crema de yogur ni las galletas, porque nos asustó tener que comernos tantas cosas, y allí se quedaron los ingredientes.
Y teníamos decididos los entrantes, pequeñas cantidades. Los anoto conforme se me van ocurriendo: mejillones con vinagreta, ajo blanco, vichyssois, salmorejo, suflé de espárragos, champiñones con huevo de codorniz y jamón, aperitivo de champiñones (elaborado con los pies de los champiñones, ajito y jamón), gambones a la plancha (no había langostinos frescos en el mercado), salpicón. Al final, no hicimos el suflé y allí quedaron los espárragos, pero puso Paula unas extraordinarias lonchas de mojama de atún rojo que trajo hace una semana de Huelva.
Evidentemente, sobró de todo. Y tomamos café. Y salimos a dar un paseo a eso de las siete de la tarde. Y no sé de cuántas cosas más hablamos. Y Clara se había encargado de hacer las fotos del convite, pero hizo sólo cinco fotos. Del arroz hizo dos: una en proceso de cocción y otra, de los restos.
Estuvo bien el domingo. Rajoy no sufre en las encuestas los efectos de la crisis, los sufre el PSOE. Curioso. En la celebración de los fastos de la selección de fútbol hubo más de un millón de personas en la calle, jóvenes en su mayoría, los del 54% del desempleo, que nunca asistirán a una manifestación de las que convoca el 15M o sus entornos. Alguien habló de miedo. También se podría hablar de desactivación de conciencias. O de pereza en el pensamiento. Yo me quedo con la esperanza y la certidumbre de una orla.
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