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domingo, 13 de noviembre de 2011

13N, el fiasco



No sé qué dirán esta vez. Lo digo yo: eran cinco o seis. Cinco o seis mil exagerando. Y monopolio de la izquierda radical y los antisistema de siempre. Ciudadanos “normales”, pocos, muy pocos, los infatigables, los inasequibles al desaliento, un puñado que se contaban con los dedos de las manos. Por no haber, ni siquiera había policía. Bueno, unos pocos policías que escoltaban a pie la marcha. Un fracaso. Sobre el que habrá que interrogarse.

Habíamos preparado la salida con Gaia: las cámaras de fotos, la mochila, las bolsitas higiénicas, el cuenco para darle agua,... A las once dudamos de la estabilidad atmosférica y hablamos con Gaia: lo siento, te quedas, no queremos que te empapes. Después no llovería y, al regreso, hemos tenido que pedirle disculpas. Hora de inicio de la manifestación: 12 horas. El recorrido, a trazos gruesos, era: Atocha, Neptuno, Cibeles, Alcalá, Sol. A las 12'15 llegamos en metro a Cibeles, con la idea de incorporarnos allí, pero todo funcionaba en esta parte de Madrid como en un domingo cualquiera: la circulación, los movimientos de la gente, los turistas,... En las ocasiones anteriores la gente ya habría ocupado buena parte del recorrido, pero el paseo del Prado, que une Atocha con Cibeles, soportaba la habitual circulación de coches. Pensamos: la han suspendido y no nos hemos enterado. Pensamos de nuevo, porque vimos cruzar el helicóptero de rigor por el cielo madrileño: la han prohibido, no nos hemos enterado y se ha montado la de dios es cristo. Hacemos llamadas de teléfono sin resultados. Descendemos por el paseo del Prado hacia Atocha, siguiendo la acera del Banco de España y el museo Thyssen. Se afianza la idea de que éste es un domingo cualquiera sin 15M. A la altura de Neptuno, a la entrada de la Carrera de San Jerónimo, un entramado de vallas y varios coches de policía bloquean la calle, protegiendo, deducimos, el Congreso de los Diputados del acceso de cualquiera. Una loca se ha vestido con una camisa larga y va enseñando la culera de los pantis: la gente se ríe de ella y la señala, como antes se hacía con los tontos en los pueblos.

Al final, divisamos unas luces azules que parecen desplazarse por los carriles de subida del paseo. Los carriles de bajada, por cuyo margen avanzo, los ocupan los coches como cualquier día corriente. Diviso: dos coches de policía municipal avanzando al paso, un grupo de gente con pancartas y, detrás, cerrando la marcha, vehículos de Selur, es decir, de limpieza rápida y urgente. En mi pueblo dirían: cuatro gatos. O cinco o seis, el fiasco. Por primera vez en nuestras vidas decidimos no incorporarnos a la manifestación. Por una razón: no nos reconocemos en ellos. No eran indignadanos.

Habrá que reflexionar sobre ello. Era más densa la circulación despreocupada de las aceras que la marcha. El impulso del 15M y las sucesivas demostraciones de los ciudadanos que quieren cambiar las cosas los pasados 19J, 24J y 15O no pueden derivar en esto. Sobre todo, no puede quedar en esto el extraordinario trabajo de asambleas y comisiones por los barrios. No puede morir en manos de quienes todavía se alimentan con las momias de la vieja revolución de octubre. La revolución que pedíamos no era este espantajo. No, no era esto.

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