No se puede decir que la ciencia, que el conocimiento sea inocuo o neutro. No, no es inocuo ni neutro, tiene contenido ideológico siempre. En unos casos la contaminación será clara y en otros costará más detectarla, pero existe siempre. Se puede hacer una cosa, la contraria y la que se encuentra entre Pinto y Valdemoro partiendo de las mismas premisas, y el resultado de una operación o proyecto será uno u otro, dependiendo de las decisiones y el camino elegido. La elección acaba con la neutralidad.
El otro día alguien trataba de establecer, comentando los resultados de la crisis, que la economía no es una ciencia, porque la contamina la ideología, que una ciencia es aquélla que parte de que 2 y 2 son 4, porque ése es un resultado claro, el único claro, y carece de contenido ideológico. Pues mire usted, no. Desde hace un tiempo es frecuente oír o leer inexactitudes en los foros políticos o de ámbito político, donde la verdad y el rigor se ha convertido en muñeco de pim-pam-pum. Hoy, más que nunca, no interesan el rigor ni la verdad.
2 y 2 no siempre son 4, a veces son 2 y 2, otras 3 y 1, y a veces no se pueden sumar. 2 y 2 son 4, exclusivamente, en un sistema numérico homogéneo donde la suma esté definida de esa manera. Fuera, depende. E incluso depende de la formulación. 2 kg de patatas más 2 kg de patatas son 4 kg de patatas, 2 kg de tomates más 2 kg de pepinos son 4 kg de hortalizas (hemos tenido que homogeneizar los elementos para poder sumarlos), pero 2 judíos y 2 alemanes no son 4 personas para un nazi, sino 2 personas y 2 cerdos. No siempre es la recta la línea más corta entre dos puntos, como bien sabe una hormiga que se desplace por una esfera.
Perdemos tanto tiempo en la descalificación y el insulto que no queda tiempo para el rigor. Si la economía no es una ciencia, habrá que cerrar las universidades, no sirven para nada. Tampoco sirve de nada pensar, seguramente hace tiempo que dejamos de hacerlo.
Perdemos tanto tiempo en la descalificación y el insulto que no queda tiempo para el rigor. Si la economía no es una ciencia, habrá que cerrar las universidades, no sirven para nada. Tampoco sirve de nada pensar, seguramente hace tiempo que dejamos de hacerlo.
Si una disciplina dejara de ser ciencia en el momento en que se contaminara ideológicamente, no tendríamos ciencia. La economía no es una ciencia formal o exacta, como las matemáticas, pero es una ciencia de las llamadas sociales porque es un “conjunto de conocimientos sistemáticamente estructurados, obtenidos mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y esquemas metódicamente organizados” (Wikipedia dixit). E igualmente dejaría de ser ciencia cualquier disciplina cada vez que se demuestran errores o inexactitudes. La física, por ejemplo, corrigiendo a Newton con Einstein, o las matemáticas corrigiendo a Euclides con Hilbert. Diciendo que la economía no es una ciencia porque está contaminada por las ideas y prejuicios o por sus errores, elegimos un mal camino para combatir la práctica económica neoliberal imperante. Si fuera por los errores, la previsión del tiempo habría que llevarla a los gabinetes de los adivinadores y saldría peor parada que el tarot.
Si las matemáticas fuesen inocuas y no tuvieran contenido ideológico no se podría decir que hay unas matemáticas nazis y otras contaminadas por los judíos, como estableció la academia alemana de matemáticas durante el III Reich.
Cuando se elige investigar en una línea o en otra no se hace la elección con criterios inocuos, con criterios neutros, no hay neutralidad en el conocimiento. ¿Por qué se ha avanzado tanto en las técnicas de acumulación de energías (reduciendo el tamaño de las baterías) y, sin embargo, no se ha avanzado un ápice en las técnicas de captación (las placas solares)?
Cuando EEUU construyó el complejo de Alabama y lo llenó con miles de científicos para estudiar la energía nuclear había hecho una elección: construir una bomba atómica. No daba continuidad a la vieja investigación alquimista por la que cualquier átomo puede transformarse en otro (teóricamente es factible: basta y quitar y poner electrones, neutrones y protones), sino que redujo ese estudio a los átomos de uranio 235 y 238 para construir la bomba atómica. Por cierto, con la contribución de muchos físicos y matemáticos alemanes y polacos. Los alemanes por su parte llegaron tarde por dos razones esenciales: se deshicieron de científicos no adeptos al nazismo y perdieron un tiempo precioso al dedicar recursos a investigaciones y estudios cercanos a la superchería como la teoría del hielo en relación con la tierra.
EEUU, en plena guerra mundial, optó por construir la bomba atómica, es decir, por orientar la investigación por la vía destructiva en lugar de investigar usos pacíficos de la energía atómica. Eligió crear un instrumento de poder y dominio, antes que dedicar recursos en favor de la mayoría. Prefirió el camino de la destrucción del ser humano al de mejorar su bienestar. La física no es neutra ni inocua. Ni las matemáticas, que desempañaron un papel fundamental en el desarrollo de al primera bomba atómica, en la determinación de la masa crítica, así como en las previsiones de la explosión y sus consecuencias.
El camino para la crítica o defensa de la economía es el hombre, la humanidad, cada uno de nosotros.
Hoy un ser humano cualquiera tiene en su mano el poder de destruir el mundo. Eso es un resultado de nuestro conocimiento. Construir una bomba atómica es muy sencillo y eso destruye el mundo. No es inocuo. Y también cualquiera tiene en su poder, tiene en su mano la posibilidad de reconstruirlo y hacerlo maravilloso. Con un elemento del conocimiento tan poco tangible como el amor. Un sentimiento (y, por lo tanto, parte de nuestro conocimiento, de acuerdo con los neurofisiólogos modernos) nada científico, por cierto. Yo puedo matar hombres con una bomba atómica y puedo hacer hombres y hacerlos felices, y ser yo mismo feliz, a través del amor. En mi mano está ese poder. En eso soy como dios. Yo puedo reconstruir el mundo con amor, no hay otra forma. No hay ciencia, no hay conocimiento para reconstruir el mundo sino el que señala el amor. Hay solo un modo de conocimiento para reconstruir el mundo, para reconstruirnos a nosotros, que está, que nos impregna, que forma parte de nuestra esencia, que es el amor. Algo sobre lo que sabemos poco, que estudiamos poco, porque lo damos por sabido y por conocido, cuando es mentira. No sabemos nada del amor. No se estudia en las escuelas y apenas se practica. Se dice que estamos hechos de la materia de los sueños; yo creo que estamos hechos de las fibras del amor.
Andamos confundidos. Practicamos variantes que llamamos amor, pero no lo son. Hacemos cosas que creemos que son el amor, pero no son el amor. Son la dependencia, la entrega, pero no son amor. La simbiosis es el modo de relación más practicada y la llamamos amor. No lo es. Dos se reúnen, se asignan papeles, se hacen necesarios, se hacen dependientes, pero no es amor. Entregarnos a alguien o exigir a alguien que se entregue a nosotros no es amor. La entrega se considera un valor cuando es una tara.
El amor es la molécula de agua (de nuevo la ciencia, química) en la que el hidrógeno y el oxígeno se confunden, forman algo nuevo, pero cada uno de ellos sigue siendo lo que era antes de la unión. Los electrones de las capas superiores se mezclan y recorren sus órbitas. El electrón que antes estaba en el hidrógeno ahora no se sabe donde está, está en el agua, en la molécula de agua, pero no está en el hidrógeno ni en el oxígeno, y, sin embargo, sigue habiendo dos átomo de hidrógeno, un átomo de oxígeno y tenemos un resultado nuevo, que no prescinde de los anteriores, que es el agua. Justamente el origen de la vida. El agua y el sol son el origen de la vida. El sol que desarrolla en su interior todo el poder destructivo de la bomba atómica y que, sin embargo, no destruye sino que da vida.
La naturaleza sí es inteligente, el hombre no es inteligente. El hombre solamente hace uso de su poder para sojuzgar a los demás. Aspira a sobreponerse a los demás, no tiene interés en ser como los demás y cooperar con ellos. La naturaleza tiene firmado un pacto de cooperación igualitaria. Nadie es más que nadie ni nada es más que nada, sino diferentes. La diferencia es la clave para la supervivencia de las especies, en tanto que en nosotros hay ideologías que la consideran una carga.
No es inocua la ciencia. Ni es inocua la literatura. No son inocuos ni neutros los blogs. Ni los periódicos. Las palabras esconden secretos terribles, a veces. No somos inocuos ni neutros los hombres.
No es inocua ni neutra la economía porque su objeto es el hombre económico y los instrumentos de que éste se dota para conseguir los bienes que necesita. Las empresas, los bancos, por ejemplo, entre otros.
No son inocuas ni neutras las empresas. Por las razones generales y porque no son instrumentos al servicio del hombre (aunque digan lo contrario) sino que se sirven del hombre para los fines de algunos hombres. Las empresas son instrumentos de un cierto modo de organizar la sociedad, de un sistema, concebida para la dominación de unos sobre otros, la vieja explotación marxista. Los hombres no son iguales. Son iguales los electrones en la molécula de agua, con independencia de donde procedan. La procedencia o el origen de los hombres determina nuestras diferencias. Ni siquiera nuestros derechos ni nuestras oportunidades son las mismas.
¿Quienes presiden, dirigen, administran los bancos de Grupo Santander? La familia de Botín, sus hijas, sus hijos, sus allegados, sus cómplices, los que le deben favores. Nadie que no sea de ellos tendrá nunca la oportunidad de dirigir o administrar un banco del grupo.
El sistema se reproduce a sí mismo. Genera razones, motivos, argumentos para mantenerse. Lo hace para que estemos cómodos, aunque seamos infelices. Se cuida de crear necesidades que, a su vez, facilitan el mantenimiento del sistema. Te crean, por ejemplo, la necesidad de tener un mes de vacaciones a cambio de exigirte once meses de trabajo. ¿Por qué? Yo quiero doce meses de vacaciones. Es posible un sistema en el que haya 12 meses de vacaciones, es decir, es posible un sistema en el que no se me imponga una forma de vida, en el que no se me imponga el tiempo ni las tareas y no se me impongan, sobre todo, las ideas, no se me impongan los criterios, no se me imponga el futuro ni se me imponga el presente, que el presente lo haga yo, aunque eso me consuma, aunque eso me destruya, qué más da, son míos el pasado, el presente y el futuro, yo soy mi propio dueño. Dejadme, no me digáis que lo bueno es lo vuestro, porque lo vuestro me condena de entrada a once meses de trabajo a cambio de uno de vacaciones, dejadme que me equivoque, que a veces me condene y que a veces acierte. Con lo vuestro estoy condenado siempre, siempre estoy condenado. No me digáis que eso es lo bueno, no, eso no es lo bueno. Lo bueno es equivocarse, porque quien se equivoca es porque ha apostado por un camino que él ha eligido. Lo bueno es meter la pata, porque quien ha metido la pata es porque ha sido capaz de diseñar un camino que después no le ha servido y, sin embargo, ojo, le sirve, porque el camino nos construye. Lo bueno no es nacer, ir a la guardería, ir al colegio, hacer las tareas, hacer los deberes, ir a jugar ahora porque toca, ir a inglés porque toca, ir al campamento porque toca, ir al intercambio porque toca, trabajar 8 horas porque toca, perder 2 horas de transporte porque toca, descansar los fines de semana porque toca, comprar un coche porque toca, embarcarse en una hipoteca y meterse en un piso porque toca, casarse porque toca, sin amor, claro. Todo eso le sirve al sistema. Y en todo este proceso nadie te dice qué es el amor, porque en todo este proceso sólo se habla de para qué sirven las cosas. La economía es una ciencia de la utilidad. El amor no sirve para nada, porque el amor no es para nada, no tiene finalidad. El amor es, no es para algo, no es para nada, es, es lo único que es, el fin se agota en sí mismo. El amor es lo único que es y, por lo tanto, es lo único que conforma, define y estructura la vida. Somos en la medida que es el amor en nosotros. Todo lo demás tiene una utilidad, sirve para algo.
El metro es útil para ir al trabajo, y para sostener a las compañías que nos llevan al trabajo, es decir, empresas cómplices de las empresas que nos explotan. ¿Quién nos hace un favor poniéndonos un metro? ¿Quién me está haciendo un favor con cualquier otro bien de consumo? ¿El que me vende el coche me hace un favor? Ese me obliga a trabajar más. ¿El que me vende la casa? Tampoco. También me obliga a trabajar más. ¿El de las vacaciones? Tampoco. Me vende algo que puedo hacer yo mismo, que hago yo mismo por definición. ¿Pero qué es eso de que alguien me cobre por tener vacaciones si mi vida son vacaciones, si mi vida son las vacaciones? ¿Qué es eso de trabajar? No. ¿Qué es eso de convertir el trabajo en una religión al servicio de un señor que me domina? ¿Qué es eso de decirme que esa religión me libera? No, me esclaviza.
¿Qué eso?
Alguien debería decir: acabemos con el trabajo y acabaremos con el sistema. La vida tiene sentido sin trabajo. Las abejas, las hormigas cooperan pero no hacen un trabajo.
¿Cuándo hablamos de amor?
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