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viernes, 19 de agosto de 2011

Madrid sin Sol





La manifestación

Luego diréis que somos cinco o seis. O quince mil. Hay quien ha escrito 15.000.

Se trataba de la manifestación en defensa de la laicidad del estado, de la efectiva separación de poderes, frente a la injerencia religiosa, en contra del uso de los recursos públicos para los actos y actividades religiosas, como es la visita del papa, en concreto y especialmente. El día 17. Convocaban decenas de asociaciones ateas, agnósticas y cristianas de base, todas en contra del boato y el despilfarro.

Marginados por la delegada del Gobierno a Tirso de Molina, una plaza que no es plaza, sino boca de metro espaciosa, ocupando todo el espacio vital, incluso las aceras, los accesos desde las calles aledañas, llenando todo Doctor Cortezo hasta el Teatro Calderón y las plazas de Jacinto Benavente y del Ángel, al 100%, sin huecos, sin poder dar un paso -a Gaia hube de llevarla en brazos-, con la nariz pegada al que marcha delante. Yo no sé contar pero allí había más de quince mil, cada uno que cuente los que quiera. Luego podemos hablar de razones. O de derechos: del derecho a manifestarse, por ejemplo.

Esa tarde pudieron suceder muchas cosas, pero no sucedió ninguna. Y acabó sucediendo lo que, bajo ningún concepto, debió haber sucedido.

No hubo ningún infarto, ningún síncope, ningún desmayo o desvanecimiento por golpe de calor, no hubo ninguna situación de emergencia, porque, de darse, habría sucedido alguna desgracia irremediable. Era imposible el acceso de una ambulancia o de cualquier otro medio de emergencia, ni siquiera a pie.

Sucedió que hubo una manifestación alegre y colorista. Y sucedió que cuatro o cinco muchachos se arrodillaron en Jacinto Benavente para rezar compulsivamente por nuestras almas. Nuestras almas, muchachos, las mira dios (no vuestro dios) compasivamente, no necesitan vuestros rezos, ya tienen nuestras convicciones, se protegen defendiendo la paz y la justicia. Sucedió que alguien tuvo la ocurrencia de montar una pantomima del papa en su vehículo blindado. Sucedió que alguno quiso ser protagonista, como Leo Basi. O que algún grupo pretendió darse más importancia de la que tiene, desplegando una pancarta de lado a lado de la calle. Me refiero a Solidaridad Obrera, un sindicato marginal escindido de CGT.

Y sucedió que, al llegar a Sol, la policía no nos permitió seguir avanzando por el recorrido pactado, porque un grupo de peregrinos, enarbolando banderas tradicionalistas y preconstitucionales, se interpusieron al grito de “la plaza es del papa”. Quizá recordaran que la calle fue de Fraga, y España, de Franco.


Antes, a primera hora de la tarde

Hay una paloma que echa una carrera de pasitos cortos, a pesar del muñón romo de su pata izquierda. Picotea sobre las baldosas de granito artificial gris de la plaza y corretea.

“Compro oro, compro oro”, gritan unos inmigrantes de piel oscura, con chalecos amarillos rotulados con letras negras. A veces acompañan a alguien hasta un portal, desaparecen en la penumbra de la escalera estrecha y ya no regresan.

A Carlos III y el oso y el madroño se les nota solos elevados sobre sus podios. Dice El Roto que las estatuas no son nada, sino que el poder está en sus pedestales. Quizá por eso Esperanza Aguirre, ahora que reduce a escombros la sanidad y la enseñanza, quiere poner peana a los profesores.

Me hubiera gustado empezar así, más o menos. Así era Sol y así lo anoté hace unos días, pero este día está Madrid patas arriba. El cielo es un brasero invertido y el suelo se parece a una invasión de hormigas con camisetas naranjas de El Corte Inglés y mochilas de la Fundación Botín (Banco Santander), grupos que se mueven de un lado a otro de manera incesante. Gaia, que camina junto a mi, respira como si faltara el aire. Falta el aire.

Desde Colón a Cibeles, las estaciones de un viacrucis en doce marquesinas rotuladas en no sé cuántos idiomas: el recorrido de Jesús en doce paradas, desde su condena a la crucifixión hasta su sepultura, en el antiguo recorrido, o desde el huerto de los olivos hasta la resurrección, en la modificación de Juan Pablo II. Anás y Caifás, es decir, los jefes de su jerarquía religiosa lo habían propiciado. Ir tan atrás no resalta el sacrificio de Jesús sino el silencio por las atrocidades modernas. Podríamos hablar de otros viacrucis más cercanos, bajo el nazismo, el fascismo, las dictaduras, donde esta jerarquía se ha aliado con los monstruos y se ha olvidado de los inocentes. Jesús fue un inocente, pero no es el único inocente, hay millones de inocentes ignorados, perseguidos, condenados. Podríamos reconstruir el viacrucis de Somalia, del hambre y la miseria en le mundo, pero no interesa, habría que hablar, entonces, de los que financian estos actos.

El centro de Madrid ha sido desalojado y se ha entregado a este ejército uniformado, que deambula sin rumbo fijo. Algunos que llevan una camiseta verde de Caja Madrid les hacen, a veces, de guía. Los comerciantes, sin embargo, no se quejan. Estos chicos parecen limpios y aseados.

Los policías se han vuelto amables. Ya no parecen fieros perros de presa bajo sus cascos, no llevan casco. Sonríen y atienden amablemente a los jóvenes. No hay nada como ser gente de bien, aunque se ocupe Madrid. Ser gente de bien o parecerlo, que no es lo mismo, aunque baste con parecerlo, es importante.

Se trata de las JMJ 2011, Jornadas Mundiales de la Juventud, aunque muchos dejaran atrás olvidada la horquilla de esas edades. El Opus, Acción Católica y Legionarios de Cristo están detrás de todo esto. Eso dicen. Yo lo creo. No han venido a unas jornadas de la juventud del mundo, en las que los jóvenes serían el centro y el objeto de reflexión, sino a otra cosa, a unas jornadas de exaltación papal y, en general, de exaltación y adhesión de la jerarquía eclesial, los modernos Anás y Caifás que acabarán enterrando a toda la iglesia. Uno recuerda las concentraciones en la plaza de Oriente para la exaltación del caudillismo franquista.

¿Por qué en Madrid? ¿Por qué no en Somalia, en Haití, en Etiopía, en Bangladesh,...? ¿Por qué no allí? ¿Por qué no donde los derechos humanos están en entredicho? Pasear y deambular, como pasean y deambulan estos muchachos, se puede hacer en cualquier parte. Uno recuerda a los viejos curas de pueblo, que iban a tomar el chocolate siempre a casa del señorito.


El desenlace

Cuando la policía, tras larga súplica, consigue que se aparte el grupo de peregrinos exaltados, prosigue la marcha, aunque ha variado el recorrido y nos remiten por Alcalá, hasta Sevilla. Antes, un peregrino, dicen que un sacerdote, ha agredido a un manifestante y le ha roto literalmente los morros. La policía no lo ha detenido. Tampoco detuvieron a otro que agredió con arma blanca a un anciano que elabora pequeñas pancartas para los manifestantes. Al que preparaba un acto de exterminio contra 400 o 500 personas, sí. Era un químico mexicano que trabajaba en el CSIC con una beca, como los del atentado del metro de Londres, aunque estos eran islamistas, más sucios que los peregrinos cristianos, claro. Digámoslo: hay terroristas entre ellos, el extremismo engendra terroristas y ellos son extremistas.

En Alcalá con Sevilla, otro grupo de exaltados detiene la marcha.

Viva el papa, viva el papa, dicen. Exaltan al jefe de una secta misógina, homófoba, antidemocrática, dictatorial, radical, dogmática, refugio de pederastas, que ha secuestrado a dios, que no concibe otra verdad que la suya, aunque eso haya supuesto condenar a los discrepantes a la hoguera, ni a otros dioses, ni otras formas de entenderlos o rezarles. Otros antes exaltaron a Hitler o Stalin, vicarios, también, de otros dioses absolutos. Ellos son los que gritan. Hay otras iglesias, pero ésta es la que grita. La de los pobres, calla, no tiene tiempo de estas cosas. Entre los manifestantes hay cristianos de base abochornados.

No invocan a dios, sino al papa, porque el único dios es el papa.

Los artículos 20 y 21 de la Constitución Española reconocen y protegen el derecho a manifestarnos contra el derroche y la sumisión que supone la visita del papa. La policía, sin embargo, acabó disolviendo a los manifestantes.

Sin comentarios.


Pregunta

¿Quién teme la libertad?


Conclusión

Sol nunca será del papa.




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