El 26 de abril de 1937 la Legión Cóndor alemana, con apoyo de la Aviación Legionaria italiana, llevó a cabo un ataque aéreo sobre Guernica. Participaron 31 bombarderos y 36 cazabombarderos. No era el primero ni sería el último bombardeo sobre población civil que llevarían a cabo los sublevados contra la república. El ataque comenzó a las 4'30 de la tarde y duró 3 horas aproximadamente. Guernica tenía 5.000 habitantes y al menos 126 perdieron la vida, aunque algunos lo cifran entre 200 y 300 y otros alargan la cifra hasta los 1.000. Los incendios provocados duraron hasta el día siguiente y la población quedó prácticamente destruida. A partir de las noticias de este horror, Picasso pintó uno de sus cuadros más célebres, El Guernica, que se ha convertido en un símbolo de paz. Franco dejó una advertencia a todo el pueblo vasco con la destrucción de su capital histórica. El histórico árbol de la Casa de Juntas, la propia Casa de Juntas y el puente que dijeron pretendían derribar los aviadores resultaron indemnes. A los pocos días, las tropas rebeldes ocuparon el pueblo y quemaron los archivos de la iglesia de Santa María.
El 27 de septiembre de 1975 fueron fusilados en Madrid, Barcelona y Burgos José Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo Sollas y Ramón García Sanz, militantes del FRAP, junto con Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui Etxebarria, de ETA. Antes se habían celebrado los correspondientes consejos de guerra sumarísimos: en Burgos, por el asesinato del cabo del Servicio de Información de la Guardia Civil Gregorio Posadas Zurrón; en Barcelona, por la muerte del policía Ovidio Días López, en el trascurso de un atraco al Banco Santander, y en Madrid, por los asesinatos del policía Lucio Rodríguez y del teniente de la Guardia Civil Antonio Pose. A finales de año, Rosa León publicaría un disco titulado Al Alba con una canción del mismo título, escrita por Luis Eduardo Aute, símbolo de la desolación y la rabia por las muertes. Franco moriría el 20 de noviembre.
El párroco de Hoyo de Manzanares, que asistió a la ejecución de los miembros del FRAP, haría el siguiente relato:
“Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicó”.
Dice el diccionario de la RAE que fusilar es “ejecutar a alguien con una descarga de fusilería”. En aquellos fusilamientos participaron policías y guardias civiles, todos voluntarios. Siempre me he hecho dos preguntas: 1. ¿Aquello era justicia? 2. ¿Qué pensaban los ejecutantes antes, durante y después de apretar el gatillo? ¿Qué piensan hoy, si viven todavía? ¿Piensan?Después, cuando he recordado los asesinatos a sangre fría de Miguel Ángel Blanco, Ernest Lluch y Francisco Tomás y Valiente, por ejemplo, me he preguntado cosas similares respecto de sus asesinos. Y siempre he sentido el desasosiego y la náusea de que es así como se escriben el odio y la venganza. Y he pensado que el odio y la venganza son palabras que describen bien buena parte de la historia vasca hasta nuestros días.
El período entre esas dos fechas (26/04/37 y 27/09/75) condensan lo fundamental, creo yo, de la historia de Euskadi, la que mejor explica la Euskadi actual, probablemente. Conocerla ayuda a entender esos 40 años, también a entenderemos, y nos ayuda a entender también a partir de entonces, el Euskadi posterior a la dictadura, aunque la historia desde el 15/10/77 (ley 46/77 de amnistía) se parezca más a un disparate sangriento. El 15/10/77 convierte definitivamente a ETA en una organización mafiosa, desprovista de todo contenido político, aunque antes fuera otra cosa.
La historia de ETA no es la historia de Euskadi, ni la de Euskadi, la de ETA, aunque ambas se solapen y condicionen. Desde luego, Euskadi no sería la misma sin ETA. Ni España, con toda seguridad. Ni nosotros. Yo no sería el mismo seguramente, porque ETA me empujó en su día a una profunda reflexión de mis ideas sobre violencia y acción política. Hubo un día en que violencia y acción política eran lo mismo para muchos (para los movimientos de liberación y emancipación, por ejemplo) y hubo un día, mucho más reciente, en que violencia y acción política terminaron por ser incompatibles.
A principios de los 50, en España continuaba la hambruna -aunque había acabado el racionamiento-, desaparecían los últimos maquis -aunque el último moriría en 1965- y Franco empezaba a tener aceptación internacional (no digo reconocimiento, digo aceptación, aunque quizá tenía también reconocimiento de algunos, como nuevo cruzado contra el nuevo infiel del comunismo): firmó el Concordato con Roma, entró a formar parte de la ONU y cerró la década recibiendo a Eisenhower. En Euskadi se había hecho desaparecer todo rastro del autogobierno establecido en el período republicano, especialmente en Vizcaya y Guipúzcoa, que se habían mantenido fieles a la república, mientras que Álava y Navarra se había puesto de lado de los rebeldes, por lo que conservaron sus fueros. La lengua sería uno de los elementos de esa represión: el vasco era el elemento vehicular exclusivo de bastantes zonas alejadas del desarrollo industrial, ligadas al caserío de interior, especialmente. Franco, que nunca convencerá más que a sus compinches (y no siempre), se consolida mediante la imposición brutal de un sistema autoritario.
El aparato represivo era elemental pero eficaz, basaba sobre todo su eficiencia en la crueldad. El ejército y la policía estaban al servicio del estado fascista, no del estado. Unos tribunales especiales, al principio, y un Tribunal de Orden Público, después, garantizaban la persecución judicial de los demócratas. Y un servicio de información militar y una brigada político-social (BPS) dentro de la policía eran los instrumentos de esa persecución. Dentro de la BPS hubo individuos especialmente significados por su brutalidad, sobre todo en Euskadi, Madrid y Cataluña. La fama de torturadores de algunos llega a nuestros días.
Las primeras huelgas, especialmente la del tranvía en 1951 en Barcelona por el aumento del precio del billete, inauguraba una nueva forma de resistencia y oposición al franquismo que habría de resultar decisiva para la reconstrucción del tejido político y sindical desmantelado por la guerra civil, al que ya se incorporaban los jóvenes estudiantes demócratas. De los partidos tradicionales, sólo PNV, en relación con Euskadi, y PCE tenían presencia y actividad en el interior, en el caso del PCE muy significativa.
La guerra de Corea consolidaría el concepto de Guerra Fría para definir la confrontación entre los dos países más poderosos, EEUU y URSS, que también representaban dos modelos de sociedad y, sobre todo, de estado, y que sólo se superaría con la caída del muro de Berlín en 1989, con las consecuencias que todos vivimos en nuestras carnes estos días. Se consolida una dicotomía universal en la que la violencia adquiere un papel relevante, casi exclusivo, para dirimir las diferencias. No es ya que los estados se reserven, de acuerdo con una más que discutible doctrina general, el uso de la violencia para defender a la sociedad de sus adversarios o enemigos, es que la violencia se convierte en una arma en sí misma, como práctica concreta o como amenaza (el terror nuclear -mira, un modo, también, de terrorismo- fue un modo de garantizar la cohesión social tras las élites de gobierno). La violencia será el medio de expresarse las relaciones internacionales, las de los estados con los individuos y, desde luego, la de los movimientos de liberación o emancipación que iban surgiendo.
Aunque Gandhi había fallecido en 1948, asesinado precisamente por uno de sus correligionarios, aunque su movimiento pacifista había conseguido su objetivo primero, que fue la independencia de la India, Gandhi era un desconocido. No hay un camino hacia la paz, había dicho, la paz es el camino, pero la paz se construía sobre el terror de las armas. Sólo la guerra del Vietnam (1964-1975), el fracaso o enquistamiento de algunos movimientos de liberación (Bolivia, Congo, Angola,...), la muerte del Che, como símbolo de una forma de entender el mundo y transformarlo mediante la revolución armada, y, sobre todo, el movimiento hippie (quizá como consecuencia de todo ello) y la aparición de una juventud que sólo conocía la última guerra por los libros de texto, aunque hubiera sufrido sus secuelas, permitió entender que los enemigos no estaban al otro lado de ninguna parte(*), sino donde la paz esté ausente y las personas no tengan valor ni reconocimiento por sí mismas, donde el ser humano no sea el centro. Aquel pacifismo un poco ingenuo, hermano del 68, quizá esté en la raíz del 15M, junto con M68; está, desde luego, en la lenta reflexión que algunos hemos hecho y nos ha traído hasta aquí.
En 1956 se celebra el XX Congreso del PCUS, donde Khruschev presenta su célebre informe denunciando las terribles prácticas del estalinismo. El PCE aprueba la política de reconciliación nacional para superar el trauma de la guerra civil e instaurar la democracia. Y el PCI (Partido Comunista Italiano) inicia una revisión (ojo, revisión en sentido etimológico, de examinar cuidadosamente o examinar de nuevo algo, sin el significado peyorativo del que le dotan conceptos como el del revisionismo histórico, ideológico o programático). Y se produce la revolución búlgara contra el estalinismo y por la democratización, que se resolvió con la invasión del país por las tropas soviéticas.
El 01/01/59, las tropas revolucionarias, comandadas por Eloy Gutiérrez Menoyo, entran en La Habana, y las comandadas por Fidel Castro, en Santiago. Ha triunfado la revolución cubana y ha sido depuesto el dictador Fulgencio Batista, que huiría del país el 31/12/58 hacia Santo Domingo, otro bastión de la corrupción, el nepotismo y el autoritarismo. Es el primer éxito de los movimientos de liberación o independencia que se vienen desarrollando durante la década en bastantes países del tercer mundo, movimientos armados todos ellos, como el de la guerra por la independencia de Argelia.
Resumido, éste es el contexto en el que surge y se desarrolla ETA. Es el espejo en el que un grupo de jóvenes se mirará para constituir un grupo de resistencia y lucha armada contra la dictadura. No hay una potencia invasora y ocupante, como en Argelia, pero sí hay una fuerza reaccionaria que ha borrado su autogobierno y pretende acabar con su identidad. No hay dictador pelele, como en Cuba, pero sí hay una dictadura feroz que ha reducido a escombros un período de grandes esperanzas como el período republicano. La España moderna había sido enterrada en su día en las Cortes de Cádiz por un rey (curiosamente, reclamado por el mismo pueblo que se había levantado contra el invasor francés) que se había puesto a la cabeza del conservadurismo y la inquisición, y Franco quería asegurarse de que la resurrección que la república había alentado nunca se produciría.
A principios de la década, se organizó en Bilbao un grupo universitario de estudio llamado Ekin (acometer, en euskera) que organizaba charlas y cursos clandestinos sobre historia de Euskadi y sobre euskera, que acabaría entrando en contacto con EGI, la organización juvenil clandestina del PNV. En 1956 ambas organizaciones se fundieron y redactaron una ponencia conjunta para el primer Congreso Mundial Vasco, celebrado en París ese año, que apostaba por el relevo generacional del PNV, dirigido por los nacionalistas exiliados tras la guerra civil. Este debate dio lugar a la expulsión de un sector de la organización juvenil, EGI, y a la constitución, en 1958, por parte de los escindidos, de una organización llamada Euskadi ta Askatasuna (Euskadi y Libertad, en euskera), que propugnaba una estrategia de acción directa, aunque todavía no se hablaba de lucha armada, inspirada en los movimientos del tercer mundo. En su primera asamblea, celebrada en 1962 en un monasterio benedictino francés, se habló de generacionismo histórico, del euskera como clave de la nacionalidad (en lugar de la raza, propio del PNV de Arana: vasco, para estos jóvenes, es quien vive y trabaja en Euskadi), la aconfesionalidad (aunque tomaban la doctrina de la Iglesia como base para su programa social), el anticomunismo ideológico y la independencia de Euskadi, compatible con el federalismo europeo. Su primera acción violenta se había producido el 18 de julio de 1961, cuando intentaron hacer descarrilar un tren con voluntarios franquistas que se dirigía a San Sebastián a conmemorar la fecha. El marxismo-leninismo vendría mucho más tarde, no se plantearía hasta la II Asamblea, en 1962, para resumir lo que sería finalmente su objetivo de una Euskadi socialista, reunificada (las tres provincias conocidas, Navarra y las provincias francesas) y euskaldún.
Las dos almas, la nacionalista (o independentista), ligada a sus raíces en el PNV y el territorio, y la revolucionaria, ligada al movimiento obrero y, finalmente, como hemos dicho, al marxismo-leninismo, estarán siempre en el debate de su identidad y producirá escisiones y enfrentamientos, algunos de los cuales se resolverán con la integración de algunos sectores en nuevas formaciones políticas (como Aralar) y otras no tan nuevas (como PSOE y PCE).
Estos fueron los muertos de ETA, salvo error en la transcripción o en mis fuentes:
Hasta el 20/11/75: 1968, 2; 1969, 1; 1972, 1; 1973, 6; 1974, 18; 1975, 16. Es decir, 54 asesinatos en total hasta el día de la muerte del dictador, fundamentalmente miembros de la seguridad del estado. A destacar: el asesinato de Melitón Manzanas, inspector de la BPS, conocido por su especial saña en las torturas, San Sebastián, 1968; el asesinato de Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno, Madrid, 1974; bomba en la Cafetería Rolando, de la calle Correo, lateral de la DGS, Madrid, 13 muertos.
Desde el 21/11/75: 1975, 1; 1976, 18; 1977, 12; 1978, 64; 1979, 84; 1980, 93; 1981, 32; 1982, 41; 1983, 44; 1984, 32; 1985, 38; 1986, 41; 1987, 41; 1988, 20; 1989, 19; 1990, 25; 1991, 46; 1992, 26; 1993, 14; 1994, 13; 1995, 15; 1996, 5; 1997, 13; 1998, 16; 1999, 0; 2000, 23; 2001, 15; 2002, 5; 2003, 3; 2004, 0; 2005, 0; 2006, 2; 2007, 2; 2008, 4; 2009, 3; 2010, 1; 2011, 0. Es decir, 802 asesinatos desde el día de la muerte de Franco, entre miembros de la seguridad del estado, políticos, empresarios y civiles en general. A destacar: coche bomba, esquina Juan Bravo con Prícipe de Vergara, Madrid, 1986, 5 muertos; coche bomba, plaza República Dominicana, Madrid, 1986, 10 muertos; coche bomba, Hipercor, Barcelona, 1987, 21 muertos; coche bomba, casa cuartel Guardia Civil, Zaragoza, 1987, 11 muertos; coche bomba, casa cuartel Guardia Civil, Vic, 1987, 10 muertos; coche bomba al paso de un furgón del ejército, López de Hoyos, Madrid, 1993, 7 muertos.
Cuento una anécdota. Conozco bien a quien me la refirió y no tengo ninguna duda sobre su veracidad. Hasta no hace mucho tenía en la cabecera de su cama un cuadro con el Corazón de Jesús y, en su mesita, tres fotografías con Franco, José Antonio y Blas Piñar. Trabajaba para el duque de Albuquerque, de acendrado fervor franquista, un amor casi tan intenso como el que dispensa a sus caballos. Sucedió en San Sebastián, seguramente en época de carreras, finales de los 60, verano. Franco había decidido visitar la capital donostiarra y la gente se agolpaba en las aceras para ver pasar la comitiva, en San Sebastián también había fervorosos franquistas, o compañeros de viajes del franquismo, de esos que se amistan con dios o con el diablo, dependiendo de la dirección del viento que sopla. Al borde de las aceras, en la calzada, hileras de soldados a intervalos de metro o metro y medio. De repente, los soldados se giraron hacia la acera, de cara a la gente, con el fusil en prevengan, con un ruido sordo y seco, no sabe el testigo si resultado de los golpes de sus botas al colocarse, del ruido de los seguros de las armas al soltarse o de ambos al tiempo. El susto sobresaltó tanto al testigo que sufrió un mareo y ya no vio pasar la comitiva. Por la noche, él se encargaría de lavar su ropa interior en el lavabo, llena de zurrapas.
Hay anécdotas que debieran tener la categoría de parábolas. Ésta es una de ellas. Demuestra cómo un hombre convierte a todo un pueblo en su enemigo. Un pequeño grupo consiguió ese milagro. En parte y quizá por ello, ese pequeño grupo contó con la complicidad y la protección de buena parte de la población vasca. Hasta muy tarde no sería considerado internacionalmente como banda terrorista.
(*) Mayo del 68, todos los mayos del 68, el francés y sus especulares, el checoslavaco y el mejicano, tal vez fuera también un modo de mostrar el hartazgo de una generación antes ese mundo, una manera de decir, también, hay otros caminos necesarios y uno de ellos es el de examinarnos a nosotros mismos y afrontar y resolver nuestras contradicciones, nuestras miserias, nuestras injusticias, nuestra falta de libertad y nuestra insuficiente democracia.

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