Domingo, 24 de julio, 18'30 horas: nueva manifestación derivada del movimiento 15M. En realidad, encuentro de marchas de indignados procedentes de toda España. Desde Valencia, Barcelona, Málaga, Valladolid,... Algunos llevan más de 15 días caminando. Los grupos van ocupando el Paseo del Prado, hasta juntarse con los que han ido llenando Atocha. Unos pocos toman un café o un refresco.
En el Starbucks de Neptuno, una pareja de jubilados italianos le pregunta a una muchacha y la muchacha les explica: la corrupción política, los bancos, la democracia descafeinada,... Ah, ya, dice él, que entiende mejor el castellano, en Italia tenemos a Berlusconi.
En otra mesa, un gigoló le explica a la hija de su amante que todos estos no son sino una banda de arrapiezos, vagos y desocupados, que no quieren trabajar, pero ella, aunque adolescente, se resiste a creerlo. ¿Vagos, viniendo a pie desde tan lejos?, objeta. Alborotadores, vándalos que se dedican a romper farolas. ¿Desde Valladolid para romper farolas?
La realidad se descompone como la luz en un prisma.
A esta hora, seguramente, uno de cada cinco españoles está viendo también alguno de esos programas basura de T5.
En días como hoy, José Luis Sampedro estará contento. La marea del quincemayismo ocupa la calle. Nos ha cogido con el pie cambiado. No sabemos a qué atenernos. No lo saben los sindicatos, que últimamente apenas hablan y, desde luego, no piensan. No lo sabe la izquierda, que de refundarse ha pasado a deshacerse, en manos de los cretinos de antaño. La derecha es la única que lo tiene todo claro, aunque en manos, también, de cretinos, porque la gobiernan intereses.
El viernes un loco ha puesto una bomba y ha disparado indiscrimidamente contra un grupo de gente reunida. Noventa muertos. Los crímenes son atroces, pero necesarios, ha declarado. Intereconomía lo atribuyó al radicalismo islámico, luego a un masón y, finalmente, a un loco. Es decir, depuró su mensaje como lo haría el nazismo. El asesino ha sido un psicópata, es cierto, pero no basta esa evidencia para explicar los 90 muertos. Desde luego no basta para explicar la amenaza contra inmigrantes y comunistas, porque es el argumento de la ultraderecha en toda Europa. Así que habrá que hacer una reflexión un poco más profunda, no quedarnos en la pústula o en la cataplasma. Podría no ser un hecho aislado, sino un síntoma de una enfermedad colectiva. ¿Podría significar la rotura del cascarón del huevo de la bicha que estamos alimentando? Horror me da sólo pensarlo.
No sé si nos bastará con los indignadanos. No es una crisis, es el sistema, dicen. El sistema somos nosotros, la terraza del Starbucks, Telecinco, los muertos de Noruega, Angela Merkel, Zapatero, Sarkozy, los mercados, la hipoteca, Intereconomía, Benito XVI, la nómina de fin de mes, el parado, Zara, Coca-Cola, el petróleo, el coltan, Nike, nuestra conciencia,... No sé si el 15M da para remover tantas cosas.
A última hora, tomamos una cerveza en una terraza del centro. Enfrente, un club nocturno. O sea, prostitución con una barra de por medio. Como la de Montera, aunque allí nadie necesita un güisqui como excusa para poner precio a un servicio sexual. O la de los anuncios de relax de los periódicos. Leí hace tiempo que uno de cada tres españoles adultos contratan alguna vez estos servicios. Alguno habrá asistido hoy a la manifestación, alguno habrá visto Telecinco y alguno acudirá este verano a las celebraciones papales. Parece que dios y el diablo no tienen inconveniente en irse juntos de putas. En esa aberración todos somos cómplices. Hay putos, claro, pero no están en Montera ni se abren clubes nocturnos para ellos.
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