El otro día, Pedro Ojeda(1) publicó una breve y hermosísima entrada con la imagen de una herrumbrosa aldaba. Es una fotografía suya. Se la he copiado y abro con ella esta entrada.
Fijémonos bien: sólo es una aldaba, vieja y oxidada, vencida por la gravedad y el tiempo, si se quiere, sólo una aldaba. Nada más. Y nada menos. La puerta se adivina, las aldabas son propias de las puertas y se utilizan para llamar en ellas.
Éste era su texto:
“Es sorprendente cómo algunas puertas se cierran y envejecen de forma brusca y no vuelven a abrirse nunca por mucho que se llame a ellas. El paseante se queda de pie y atónito, ante ellas, buscándose una llave que dejó olvidada”.
Todos los comentarios que se hicieron -al menos, antes de redactar yo este texto- giraban en torno al propio texto de Pedro, es decir, hablaban de puertas, y del estado de la aldaba, aunque la fotografía no recoge una puerta, sino un pequeño fragmento. Es un hecho sicológico de trascendencia sociológica. Y me llamó la atención. Hablaban de la puerta, lo que no estaba. Si acaso la aldaba es sinécdoque de la puerta, pero hay que imaginarla. Y todos imaginaron la puerta, puertas que se cierran, puertas que se abren.
Y comenté:
“Todas las puertas son viejas desde que nacen, porque son hechas para cerrarse. Las únicas puertas abiertas, las que no existen”.
No hay vejez sino la funcional, la vejez no se deriva del paso del tiempo. Las puertas atrapan la vida y la encierran, es decir, nos hacen viejos y ellas mismas, en consecuencia, son viejas.
Estos días, con el 15M, he oído comentar a José Luis Sampedro una antigua idea que me golpea. Es antigua, sí, muy antigua, no es mía, ni siquiera es de Sampedro. Es del zen. Dice Sampedro: la libertad de expresión carece de valor cuando no se tiene la libertad de pensamiento. Y no tenemos libertad de pensamiento, se nos impone con la educación un pensamiento que nosotros repetimos machaconamente desde la infancia. Dice el zen: educar es hacer olvidar al niño, borrarlo. Es decir, convocar al adulto de las normas hechas. En realidad, la educación consiste en eso: en forjarnos de acuerdo con un modelo que otros han concebido. En violentarnos, para que seamos lo que la norma dicta que seamos. En encerrarnos y tirar la llave, y para eso hacen falta puertas. La educación nos destruye para reconstruirnos luego. La educación nos dicta un catecismo. Joan Manuel Serrat le ha puesto música a esta violencia: Niño, deja ya de joder con la pelota. ¿Con el balón o con el rincón de donde surgen las ideas? Niño, deja ya de joder con la pelota, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca.
La afirmación de Pedro Ojeda, de profunda raíz poética, camina paralela al zen, aunque él no lo sepa, que tal vez lo sepa. Él mismo, en otra entrada anterior, en un encuentro con niños, les dice: No renunciéis jamás a lo que os gusta. Es tanto como decir: No olvidéis lo que queréis ser. O como decir: No olvidéis vuestro origen, acordaos del balcón de los geranios. Porque se es lo que se ha sido en el origen. Cuando uno se extravía tiene que recordar el balcón de los geranios.
El niño nace con fontanelas en su cráneo. Se van cerrando poco a poco, hasta sellarse por completo en torno a los 18 meses. Es una parábola de la educación(2). Se nos confina, se cierra la puerta, se echa la cerradura y se arroja la llave lejos. Es decir, se nos clausura. En ambos sentidos del término: se nos aísla y se acaba con nosotros. Los padres, los maestros, los jefes, los caudillos,... Y no siempre suena la aldaba para despertarnos: no siempre aparece una mano amiga (un hecho, un acontecimiento, el príncipe con el beso a la princesa dormida) o no siempre es capaz nuestra consciencia (o nuestra conciencia) de derribar la puerta. Dice el zen que meditar es buscar al niño perdido.
15M (el quincemayismo que dice Sampedro) es un aldabonazo en el corazón de la sociedad enferma, en la conciencia de los individuos rotos. Algunos ya se han provisto de aguja e hilo y se están cosiendo. Otros prepararán la llegada de Benito XVI. Éstos no le interesan a Sampedro, a Sampedro sólo le interesa el quincemayismo.
(1) Pedro Ojeda Escudero, blog La Acequia.
(2) Me debo una reflexión un poco más profunda sobre la educación. Tengo por ahí unas notas y empezaré a redactar en cuanto encuentre tiempo. Veremos. Es que es largo.
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