
Cinco días después de los atentados del 11S, Carlos Alonso Zaldívar publicaba en El País un artículo corto, pero incisivo y denso, titulado “Morir matando”. Lo he rescatado y he vuelto a leerlo. No hay desperdicio, todas las palabras tienen sentido. Lo recobran ahora, con los últimos acontecimientos en algunos países árabes. Más cuando Gadafi ha desatado su locura cruenta para reprimir a cualquier precio la revuelta. No parece que hayan pasado casi diez años.
He recordado el artículo porque tengo un problema estos días: no sé si entiendo lo que está pasando. No sé si lo entendemos, si lo entienden algunos. No lo parece. Leo, releo, reviso artículos y entrevistas, veo los telediarios, escucho la radio, pienso, sí, en ocasiones, ahora también, pienso. Miro a mi alrededor. Intento ejercer esa función compleja que se llama pensamiento. Gaia ayuda en sus paseos. Mis hijas y algunos amigos con su debate iluminan la reflexión. Y aún así sigo confuso.
No sé si hemos aprendido. De la historia reciente o remota. De nuestros errores. No sé si conocemos a nuestros vecinos, no sé si los miramos como vecinos. De igual a igual. No sé si los miramos por encima del hombro. Cierta arrogancia sí mostramos con ellos. Y la petulancia no ayuda precisamente a la comprensión.
Cuando Vargas Llosa dice que “el motor secreto de este movimiento es un instinto de libertad y de modernización”, tampoco consigo entenderlo. Libertad y, desde luego, modernización no parecen tener para mi el significado que él les da. Modernidad no, desde luego. Y dudo más que se parezca a lo que entienden estos pueblos que carecen de lo más básico. Su primera dificultad es conseguir pan cada mañana; conseguirlo es el primer paso para la libertad. Cuando cruzan en patera el estrecho no buscan modernidad.
Hace años, 20 años más o menos, Vargas Llosa reflexionaba en un artículo de El País (no he conseguido encontrarlo, hablo de memoria) sobre libertad e igualdad, sobre libertad y miseria. Particularizaba en Cuba pero es extensible a cualquier país. Encontraba entonces incompatible libertad e igualdad, libertad y ausencia de miseria. Es decir, la libertad y la democracia no garantizan la igualdad, no pueden garantizarla, en cuanto introducen competencia, sino que generan desigualdad y zonas de pobreza. La igualdad sólo la garantizaban los regímenes totalitarios, especialmente los del socialismo real. Decía él: un traje para todos, una casa para todos, una escuela y una sanidad para todos sólo se puede garantizar a costa de la libertad. Más o menos eso sostiene el neoliberalismo moderno. Pero ambos se equivocan y estos pueblos -como Chile en su momento, a través de Allende, y por eso organizaron el golpe fascista- lo están demostrando. La miseria es consecuencia de la falta de libertad y de la desigualdad que genera, porque así lo necesita, el sistema capitalista que está detrás de esos postulados conservadores.
Esta gente se levanta contra la miseria y sus orígenes. Contra sus causas. La imagen visible de esas causa son los sátrapas que los gobiernan. Hacen algo que nosotros en occidente, a este lado de la frontera, no osamos hacer. Si nuestra dignidad los igualara, ocuparíamos también las plazas para derrotar a especuladores y banqueros. Sin embargo, ellos se quieren librar de los sátrapas y nosotros aspiramos a banqueros (es la misma pulsión con la que votamos PP en España: aspiramos a las ventajas del corrupto). De ahí tal vez el desdén y la perplejidad con que los miramos.
Moros es una palabra para nombrarlos a todos. Hay algo despectivo. No sé si son esa gente del sur que vienen a desempeñar nuestros trabajos baratos o son los proveedores de la energía primaria, el gas, el petróleo. Todo al tiempo, no. Algunos compran nuestros clubs de fútbol, porque algunos se han enriquecido, o se pasean con su parafernalia estrafalaria por nuestros más caros sitios de vacaciones, y estos parecen distintos. Otros son los que cruzan el estrecho. A veces los veo como esas masas desheredadas y hambrientas, que no parecen ni unos ni otros, que han llenado y llenan las plazas de Túnez, Yemen, Libia o Egipto. Prefiero verlos de esta manera. Creo que la esencia de esta gente -me refiero a la gente ordinaria, no a los poderosos- es su estado de desamparo.
Cuando la televisión nos los muestra elegantes y limpios, con sus túnicas blancas, sus turbantes airosos, parecen diferentes, son otros. Estos no están en las plazas ni se les espera. Son los de Marbella, los de los torneos de tenis de Dakar o Abu Dabi. Son los sátrapas o los aliados de los sátrapas. Son como nuestros obispos o nuestros banqueros, que nunca se mancharán los zapatos de barro, visten de un modo parecido, quizá se parezcan en algo. Éstos nos resultan respetables. En realidad, se parecen a nosotros. A los demás los miramos con desprecio.
“Cuando la vida resulta un infierno, morir matando a quien se culpa de ello es una opción, y en el mundo en que vivimos hay gente que la ha tomado”, dice Alonso Zaldívar en su artículo de hace 10 años. Al Qaeda es el instrumento ideológico y armado de muchos desesperados, y el fundamentalismo islamista, su doctrina. Con eso actuaron el 11S, con la desesperación y el Corán. Creímos que con la guerra de Afganistán acabaríamos con ellos. Torpes, somos torpes y desalmados. Las bombas no acaban con los desesperados, sólo con vidas humanas. Así pues, ahí siguen, desesperados y con el Corán en la mano. Recordemos: antes del 11S ya habían atentado. Golpeamos luego en Irak, creímos que allí anidaba otra bicha del terrorismo. O eso dijimos. Era mentira. Sólo quisimos completar el control del mundo. Y Al Qaeda encontró otro motivo para responder de nuevo y sufrimos el 11M en Madrid y el 7J en Londres. Siguen actuando, no están parados: secuestran, por ejemplo, están presentes desde el Índico al Sahara, en nuestras ciudades algunos. Cualquier día nos dejarán otro recado. No son necesariamente analfabetos; algunos, incluso, son ilustrados.
Un detalle más: su jefe reconocido, Bin Laden, fue instruido y financiado por la CIA, es decir, EEUU, para debilitar a la antigua URSS en la vieja guerra de Afganistán. Cuando los rusos abandonaron el país y lo gobernaron los talibán todos miramos para otro lado. El mundo entero sabía lo que allí estaba pasando. La CIA sabía que formaba a un fanático.
No entendimos que la raíz del problema es, como avisa Alonso Zaldívar, la miseria.
El terrorismo es la primera respuesta de los desesperados en su alianza con Al Qaeda, firmada sobre el Corán.
Los que se han movilizado estos días tampoco son una masa de analfabetos, aunque el analfabetismo es la primera consecuencia de la opresión de los pueblos. Entre los que se han movilizado estos días hay internautas y licenciados. Y también analfabetos, claro, la mayoría. El suicida tunecino era ingeniero, creo. Se quemó porque, al arrebatarle el carrito de las verduras, le arrancaron la última posibilidad de ganarse dignamente su sustento y eso lo condenaba al hambre. Estos días, a la opción de morir matando, al terrorismo, los miserables añaden otra opción: inmolarse o salir a las plazas con barras de pan en las manos. La razón es la misma, se añaden nuevas respuestas al mismo problema de fondo. Las masas desamparadas, condenadas por este injusto mundo nuestro a vivir en la miseria, han alcanzado su punto de hartazgo, han dicho basta. En esto también se nos agota el tiempo; el crédito se agotó antes, ya nadie cree en nosotros.Cuando me interrogo por revolución o revuelta me pregunto sobre el resultado último de este último movimiento desesperado. Y por sus aliados. Porque acabarán encontrando aliados.
Un detalle ha agravado la situación de miseria de estas gentes. Tiene que ver con la raíz de nuestra crisis económica actual. Los especuladores ahora no juegan a presionar sobre la deuda de España, por ejemplo. Están invirtiendo en materias primas, especialmente cereales, y se ha disparado el precio del trigo. El pan es más caro en sus países. Y llegan menos remesas de los emigrantes, porque están en paro en Europa. Es decir, su situación de miseria estructural se ha agravado.
He recordado también estos días una novela de Miguel Delibes, hecha película por Camus, Los Santos Inocentes. He recordado a Azarías (Paco Rabal en la película), el más tonto, rompiendo el nudo gordiano de la historia, cuando cuelga de la encina al señorito Iván (Juan Diego en la película). Entre paréntesis: hasta en el nombre del señorito propone Delibes una parábola: Iván es Juan, aunque en ruso. Cuando la injusticia alcanza el nivel de lo insoportable cualquiera encuentra respuestas a preguntas que no se hace. Un día el opresor pasa bajo una encina y sobre sus ramas hay un Azarías. La pregunta es qué pasa al día siguiente. ¿Qué hacen los hermanos, los familiares de Azarías? ¿Cómo responden los familiares y amigos del señorito? Es decir, cómo se resuelven colectivamente los gestos individuales. El gesto del bonzo tunecino.
Yo no tengo respuestas. Occidente da la impresión de continuar perplejo. Como si quisiera minimizar los daños, que todo continuara sin grandes cambios. Ahora, además de jugarnos el petróleo, nos jugamos la estabilidad del Mediterráneo, los pasos de Suez y el Estrecho, es decir, fundamentos de nuestra economía de rapiña. Hemos visitado Guinea; luego, no nos importan los sátrapas asesinos ni nos importan sus pueblos. Callamos por Pakistán, olvidamos las monarquías absolutas de Oriente Medio y del Golfo. No las olvidamos, nos besamos con ellos. Nuestra conclusión no es, de momento, que se ha agotado nuestra forma de entender el mundo, que algunos pueblos pueden empezar a pensar en no ser meros subsidiarios de la historia. Eludimos nuestra responsabilidad histórica. Ponemos parches, reparamos vías de agua.
Hemos olvidado el carácter sistémico de nuestra crisis y las consecuencias han llegado ya a todos los rincones. Lo hemos olvidado o no aceptamos el hecho. Los sacerdotes de los mercados nos imponen recetas de ajustes que trasladan los costes de la crisis fuera del origen, al margen de la responsabilidad de quienes la generaron. Europa paga una factura en términos de estado del bienestar y recortes democráticos. Pero la factura de los países pobres es inasumible. No pueden pagar con más hambre la crisis. Eso es lo que ha estallado. Egipto, Túnez, Libia, Yemen,... no están dispuestos a ser Somalia. Y no están dispuestos a aceptar por más tiempo la casta de gendarmes enriquecidos que occidente ampara al frente de sus países. Nosotros pagamos con bienestar, pero los pobres no tienen nada con qué pagar.
Analizamos su movimiento y decimos: es un levantamiento por la democracia, por la libertad. Solamente es la rebelión contra el hambre. Quizá luego tenga que ver con la libertad y la democracia, ahora sólo tiene que ver con la miseria.
Y les recetamos partidos, elecciones parlamentarias: nuestra democracia. Una democracia hoy cautiva, porque no decidimos nosotros, ni nuestros gobernantes, deciden los dioses del mercado, señores con nombre y apellido que nos condujeron con la especulación a la crisis.
No conocemos a nuestros vecinos, ni siquiera los españoles, que fuimos árabes durante casi 800 años, y lo seguimos siendo, descendemos también de aquellos habitantes que el año 711 cruzaron el estrecho y se instalaron en la península. Tengo, sobre todo, la impresión de que no entendemos la dimensión ni la trascendencia del momento histórico que estamos viviendo.
Hay una novela, El lado oscuro del amor, de Rafik Schami. Comienza con un asesinato de honor y acaba con una huida. En medio, musulmanes y cristianos no se distinguen, no es el Corán o la Biblia lo que los separa, sino los mismos intereses mezquinos que a nosotros. No hay diferencia entre ellos, sino entre ellos y nosotros: siglos de evolución separada, o enfrentada, hacen eso.
Ha fracasado nuestro modelo y pretendemos que adopten nuestro modelo. ¿No hay más formas de democracia que nuestra democracia partidista? Esta democracia no es la democracia helena y también se llamaba democracia. Los hombres azules del desierto, por ejemplo, nunca han tenido elecciones y no puede decirse que carezcan de libertad. De hecho, son los hombres más libres. Ellos se dicen los hombres libres por excelencia.
Ayudémosles a librarse de los sátrapas que les hemos impuesto y dejémoslos organizarse libremente. Ahí es donde podemos echar una mano. Nosotros, no nuestros gobiernos.
Hay quienes dicen que la protesta es copia o remedo de Mayo del 68 o la caída del muro de Berlín. Afirmaciones apresuradas, me parecen. Sin fundamento. Lecturas desde occidente sobre gentes que son de oriente. En el 68 hubo varios “mayos”. París, Praga, México, mayo, primavera y verano. Y cada uno acabó de una manera distinta, aunque todos finalizaron con la derrota de los movilizados. Y con retrocesos democráticos. En México, se dice que con más de 4000 muertos (hay un librito de Octavio Paz donde se reconoce una cifra elevada), el 2 de octubre en la plaza de Tlatelolco, silenciados por la historia. Entre el movimiento árabe no hay, como en París, una casta de estudiantes burgueses educados en la normalidad democrática y la libertad de expresión. En los países árabes ha habido votaciones (en algunos), pero nunca ha habido democracia. De ninguna clase. Quizá por eso, recuerda Goytisolo, ha calado entre nosotros la falsa creencia de que los musulmanes sólo pueden ser gobernados por dictaduras o teocracias.
El muro de Berlín. Lo del muro de Berlín da para una reflexión completa. Más que un movimiento libertario, en mi opinión, fue la escenificación de un triunfo y una derrota. La derrota del socialismo sin democracia, del socialismo de estado, al margen de las personas. Y el triunfo del fundamentalismo capitalista, el que ha desembocado en el neolibaralismo que nos condujo a la actual crisis. ¿Qué tiene esto que ver con la revuelta de los árabes?
A mi lo que está sucediendo en nuestros patios traseros con el movimiento árabe de los dos últimos meses me recuerda a otro París, Versalles, las masas hambrientas ante las vallas del palacio, mientras la corte se divertía. Aquello culminó con la revolución francesa y el rey en la guillotina. Entonces, tras el hambre, había la Enciclopedia y la Ilustración. Eso convirtió la protesta en revolución. Tras este movimiento hay muchas cosas o no sé si hay alguna. De Hamás a las madrazas, pasando por los Hermanos Musulmanes. E internet. Y probablemente un grupo extenso de ciudadanos formados en occidente.
Y hay, sobre todo, un occidente en crisis. En una crisis muy profunda. No sólo económica, también de principios y de valores, una crisis del sistema.
Si su movimiento triunfa, deberíamos alegrarnos. Significaría la derrota de Al Qaeda y el terrorismo. Y preocuparnos, tal vez, de devenir en revolución porque también podría ser el principio del fin de nuestro sistema. Sería el fin, desde luego, de un sistema productivo basado en energía fósil barata.
Sólo un loco podría añadir a todo esto una hipótesis: imaginemos que mañana o cuando toque, pero tocará en breve, EEUU tuviera problemas para refinanciar su deuda soberana. Sabemos lo que ocurrió en Grecia e Irlanda. No resulta difícil imaginar qué sucedería si esa dificultad de financiación le surgiera a España. Si le surgiera a EEUU, la consecuencia sería la mayor recesión jamás conocida. Y no es una hipótesis descabellada, aunque la formule un loco. Otros locos ya empiezan a preguntar en voz alta, en los mítines republicanos, quién se atreverá a matar a Obama.
Ojalá lo de los árabes acabe en revolución y podamos extraer los occidentales alguna enseñanza.
REFERENCIAS:
- ¿Quiénes son los hermanos musulmanes?, Javier Valenzuela, El País, 04/02/11
- Y van dos... ¿Quién será el próximo?, Javier Valenzuela, El País, 12/02/11
- La libertad y los árabes, Mario Vargas Llosa, El País, 13/02/11
- La historia se escribe en la plaza, Juan Goytisolo, El País, 14/02/11
- Entrevista a Samir Amin en L'Humanitè, 07/02/11, traducida en sinpermiso, 13/02/11.
- Entrevista a Nawal El Saadawi en The Root, 11/02/11, traducida en sinpermiso, 20/02/11.
- ¿Quiénes son los hermanos musulmanes?, Javier Valenzuela, El País, 04/02/11
- Y van dos... ¿Quién será el próximo?, Javier Valenzuela, El País, 12/02/11
- La libertad y los árabes, Mario Vargas Llosa, El País, 13/02/11
- La historia se escribe en la plaza, Juan Goytisolo, El País, 14/02/11
- Entrevista a Samir Amin en L'Humanitè, 07/02/11, traducida en sinpermiso, 13/02/11.
- Entrevista a Nawal El Saadawi en The Root, 11/02/11, traducida en sinpermiso, 20/02/11.
Plaza Thair a la hora del rezo
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