
Escribir me ayuda a entenderme.
Cuando uno es estudiante lo llevan de la mano por sitios desconocidos y tiene la sensación de estar aprendiendo algo. Mucho, tiene la sensación de aprender mucho, si el aprendizaje se midiera por kilos o por litros. Aprende a sumar, descubre las leyes de los gases, que ha habido Historia, conoce palabras, conoce, sobre todo, para qué sirven las palabras,... O ese pretende ser el mensaje, que está aprendiendo algo. En realidad, no aprende nada. Cree aprender esas cosas pero no aprende nada.
¿Qué significa sumar? Incluso, ¿qué significa eso de contar? Repetimos definiciones aprendidas de la boca del maestro o del diccionario, pero no sabemos qué significa sumar ni qué significa contar. Un niño que apenas anda sabe contar aunque no sabe que lo que él hace se llama contar. Nosotros sabemos el nombre pero desconocemos el significado profundo del término. Y qué voy a decir de las leyes de los gases. Si entendiéramos las leyes de los gases, sabríamos, por ejemplo, por qué se produce el viento. O el silbido, la magia musical de la boca a través de los labios.
O la Historia, qué sabemos realmente de Historia: fechas, datos, hechos, bueno, hechos a medias, los hechos que han querido contarnos,... Si supiéramos algo de historia, no estaríamos repitiéndola. Y no miraríamos con desprecio a los que son hoy como nosotros éramos hace unos pocos años. Los moros, por ejemplo, no serían moros, porque son hermanos. Lo de los moros es cosa del nacionalcatolicismo y otras hierbas de proximidad.
Las palabras. Cuando se conocen las cosas, se aman, y lo amado nunca se convierte en arma arrojadiza. Las palabras se han convertido en arma arrojadiza. No conocemos las palabras. No conocemos las reglas que las une y las separa. Hoy se desprecian las palabras. Decir amor es no decir nada. O decir agua. O decir lápiz. O decir calle, sangre, libertad,... Decir tiempo, sin que haya un reloj de por medio.
Son ejemplos. Ejemplo es una palabra que uso constantemente. Me paso la vida poniendo ejemplos.
Cuando yo era estudiante, había una máxima: cuando se entiende un problema, se tiene la solución. Por experiencia, era cierta. De otra manera: cuando se entiende una pregunta, se tiene la respuesta. El zen lo expresa a su modo: no hay preguntas, sino cuando hay respuestas.
La cuestión es si en nuestra vida realmente nos formulamos la pregunta correcta. Hay una historia: alguien que perdió una aguja en el interior de su casa, pero la buscaba bajo la farola, porque había luz a los pies del fanal. Nos hacemos muchas preguntas, eso es cierto, pero no sé si nos hacemos la pregunta correcta. Se nos enseñan cosas cuando niños, la suma, los gases, la historia, la lengua,... pero no sé si eso nos conduce a la pregunta y a la respuesta correcta.
Recuerdo ese niño que no conoce la palabra “contar”, y sabe contar sin embargo. Contar no es decir 1, 2, 3, 4,... ante un grupo de objetos, eso sólo es una manera de “contar”. Contar es, basta pensar en ello, hacer corresponder grupos diferentes de objetos, una aplicación (inyectiva o biyectiva) entre conjuntos, que diría un matemático. Si supiéramos qué significa contar, no habría hambre en el mundo.
Estudiar como se estudia es una pérdida de tiempo, porque no nos ayuda a entendernos. La clave de nuestra vida es entendernos. Yo soy un extraño que paso la vida conmigo y me gustaría entenderme.
Escribir es como hablar conmigo mismo, mirar sin prejuicios hacia el interior oscuro de la casa, justamente donde anda extraviada la aguja. O reencontrar al niño que sabía contar. Por eso escribir me ayuda a entenderme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario