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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Sahara




Cuando supe del asalto de las fuerzas armadas marroquíes al campamento saharaui a las afueras de El Aiún, sentí la necesidad de escribir sobre esa gente y esa tierra. Una necesidad visceral. Y me salió el lenguaje airado, la primera respuesta siempre a la injusticia que se observa. Vi en CNN+ por internet la intervención de Mohamed VI y me di cuenta de su gran parecido en el porte, en sus ademanes, en su seriedad trascendente, incluso en su físico, con los dictadorzuelos que nos ha dado la historia, de Hitler a Franco, de Stalin a Pinochet, todos con un pasado sangriento. La sangre siempre mancha las manos de los dictadores, por eso aparecen tan limpios.

Yo no conozco Marruecos, nunca he estado allí y no sé si estaré alguna vez, no me llama la atención. Sin embargo, tengo la impresión de haberlo conocido hace mucho tiempo, incluso haberlo vivido, me suena la parafernalia de sus jefes, me suena el silencio de la prensa, la complicidad de muchos países, me suena el cinismo de los cómplices. ¿Se nos ha olvidado cómo se practicaba la represión en España? La actuación de algunos exaltados contra periodistas en el tribunal marroquí me recordó la de antiguos aliados de la policía española, como los guerrilleros de cristo rey. Me recuerda la España en los años 60. Cientos de miles de emigrantes, persecución y mordaza. Y chivos expiatorios y enemigos exteriores: los saharauis y el Sahara, entre otros. Y amenazas a la civilización occidental que impiden el ejercicio de la ética: Al Qaeda en Marruecos y el comunismo soviético en España.

Hoy no se trata de hablar del derecho de autodeterminación, ni de la independencia o autonomía del pueblo saharaui. No cometamos el error de regalar esa bandera a Marruecos. Ese es un debate que se debe celebrar sin muertos encima de la mesa. Ahora, al parecer, hay muertos. Hay que hablar, por lo tanto, de esos muertos. Del régimen inquisidor, de la libertad, la libertad es un derecho que trasciende los derechos de los pueblos saharauis. La voz contra la ignominia tiene que salir limpia, sin chirridos, y son chirridos las voces de algunos que gritan con tal de aparecer en las fotos. Y hay que hablar de la verdad. Hay que señalar a los malos. Y es verdad la miseria, pero los malos van vestidos de punta en blanco.

El problema es Mohamed VI y la ausencia de libertad y democracia. Sin libertad ni democracia en Marruecos no tiene sentido hablar del problema del Sahara; mejor dicho, no hay solución al problema del Sahara sin libertad ni democracia en Marruecos. Pensemos en España y su pasado reciente. Sin libertad ni democracia, siempre habrá una coartada para no resolver el problema del Sahara. Occidente pone trampas en su razonamiento: Mohamed VI no es una muralla contra Al Qaeda ni una frontera al terrorismo islamista, la falta de libertad y democracia los cultiva, Al Qaeda y el terrorismo carecen de sentido con libertad y democracia. De nuevo pensemos en España.


En esto estaba cuando recordé un libro que leí hace año y medio: En el desierto no hay atascos, de Moussa Ag Assarid, editorial Sirpus. Moussa era un hombre azul del desierto, un tuareg. Me di cuenta de que el Sahara no se reduce a la franja de este conflicto, sino que baja hasta el centro de África, hasta Mali, tras 3.000 km. Que ese es el recorrido de la miseria y el abandono hasta Europa, en busca de un poco de esperanza. Me di cuenta de que la ignominia llega mucho más allá de El Aiún, pero que no hay voz para esa injusticia. Cuando Moussa llegó a occidente por vez primera aterrizó en Orly. Llegaba con un ejemplar de El Principito bajo el brazo, el libro que alguien de la caravana París Dakar le había regalado, sin reparar en que era analfabeto. No tuvo la impresión de aterrizar en un mundo injusto, aunque le pareció injusto, sino un mundo irreal. Estamos construyendo un mundo irreal, que no existe, está sólo en los diseños. Las granjas de Facebook son nuestro paradigma. Lo que existe es el desierto. Lo que existe es la incultura que recorre el desierto entero. Y la misma injusticia ejercida o protegida por los mismos.

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