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lunes, 8 de noviembre de 2010

Bandera amarilla




Hablaría de un país en el que no hay elecciones democráticas, aunque no se trata de Cuba, ya sabemos que Cuba no es un país democrático, yo lo sé, no se me olvida, el PP se encarga de dar la matraca por si se me olvida, aunque no es seguro que el PP tenga interés en la democracia de Cuba ni en ninguna otra democracia, lo tendría si pusiera el mismo empeño en hacer llegar la democracia a cualquiera de los cientos de países del mundo donde la democracia es una extraña, a China o a Marruecos, por ejemplo.
Hablaría de un país en el que la mujer está marginada, no puede ser ministro ni jefe de estado, está obligada a respetar y obedecer al varón, no se la lapida, no obstante entre sus preceptos está lapidarla, aunque no se trata de Irán, ya sabemos que Irán es un país donde la mujer es un subproducto, yo lo sé, no se me olvida, aunque aquí el PP dice poco o nada, quizá porque no espere obtener algún rédito por denunciarlo.
Hablaría de un país cómplice de las más feroces dictaduras, de Hitler, Franco, Pinochet o las juntas militares argentinas, por ejemplo.
Hablaría de un país cuya banca mantiene excelentes relaciones con la mafia.
De un país cuyos ministros son consumados pederastas, que mantiene el Santo Oficio, un instrumento para perseguir, condenar y destruir, incluso físicamente, a quienes piensan, sólo piensan, de manera diferente.
De un país que persigue y condena a los homosexuales y a aquellos que no viven de acuerdo con sus reglas, que prohíbe el divorcio y anatematiza a quienes lo defienden, pero tiene montado un negocio millonario con las anulaciones matrimoniales.
De un país que ha hecho de la guerra y la persecución un instrumento de poder, desde las cruzadas a nuestros días.
En estos tiempos de burkas y hiyab, podría uno asomarse a cualquier concentración convocada por su jefe y no saber si uno andaba en el país equivocado, encontrarse en el Irán de Ahmadineyad o en la misma Meca. El jefe no viste de manera muy distinta del imán Alí Jamenei, por ejemplo.
Hablaría de ese país, porque hoy sé que La Tierra es un planeta redondo que gira alrededor del sol y allí perseguían hasta hace poco a quienen pensaban otra cosa.
Ese país tiene nombre, claro, es Vaticano y su jefe es Benito XVI. Alardea con la bandera de un hombre que murió crucificado y constituye cada día, al mismo tiempo, el sanedrín que lo lleva ante Pilatos.
Hablaría de ese país si con ello no manchara el nombre de quienes creen sinceramente en el mensaje originario y lo defienden. Hablaría si con ello demostrara que su jefe es el jefe de los sepulcros blanqueados. Así que no hablaré, soy agnóstico, no tengo creencias, sólo convicciones, la convicción, por ejemplo, de que el ser humano está por encima de la turba de falaces que el tal Benito XVI encabeza. Si hay algún peligro que se cierna sobre el mundo y sobre España, no tiene que ver con agnosticismo, ateísmo o laicidad, todos nacemos laicos, por cierto, el peligro tiene que ver con los aliados de Benito, los que tienen en sus manos el poder y la riqueza.

Por cierto, a mi lo que me estremecía era el nacionalcatolicismo. Y me estremece.

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