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viernes, 12 de noviembre de 2010

Breves curiosidades




1. Después de poner comida a los peces, he salido con mi perra a dar nuestro paseo de mediodía. Es el más corto, pero seguramente uno de los más placenteros para ella. Pasea, no tiene la urgencia de las deposiciones de primera hora de la mañana, se da un revolcón por la hierba y tiene al final el premio de una salchicha de oferta. Sin embargo, hoy hacía un viento de mil demonios. Me costaba trabajo avanzar. Ella, empero, apenas entornaba los párpados. Y pensé en los peces. Advertí que todos los animales están diseñados para moverse a través de los fluidos. De esa manera, al desplazarse, sus cuerpos encuentran menor resistencia. Excepto nosotros. Es como si estuviéramos diseñados para andar de costado. ¿Será por eso que nos cuesta tanto dar la cara? ¿O que no necesitamos huir para garantizar nuestra supervivencia? ¿O porque al erguirnos perdimos esa ventaja que el diseño inicial, a cuatro patas, nos había dado?
2. Otro hecho curioso. Las hormigas. Cuando salgo por las mañanas con mi perra. No siempre tras una noche de lluvia, aunque se aprecia siempre que sales a la calle tras una noche lluviosa. Se observan pequeñas elevaciones cóncavas troncocónicas, formadas por pequeños gránulos de tierra, arena o barro surgidas del interior de la tierra. Uno se queda observando y piensa que, de un momento a otro, surgirá de su interior algo que desvele algún misterio. Pero nada aparece; tal vez luego, a partir de media tarde, cuando el sol haya calentado la superficie de la tierra.
3. Digo mi perra y debiera decir Gaia, puesto que es su nombre. No sé si no nombrar a quien tiene nombre es una ofensa. No hay mayor ofensa que condenar al anonimato. Pienso en las redes sociales e intuyo, sin embargo, que la ausencia de nombre o el anonimato puede ser un modo de defensa.
4. Otro hecho curioso. Las lombrices de tierra. También tras una noche o un rato de intensa lluvia. Puedes verlas reptando por las aceras, imagino que alejándose de las zonas de tierra y hierba de donde supongo que han salido. Siempre me extrañó este movimiento suicida. A mediodía, tras un día de sol puedes verlas retorcidas y resecas, como una esquirla o una breve ramita de árbol. Lo comenté con mi hija mayor y me dio una explicación plausible que tiene que ver con la ósmosis. Dice ella que el equilibrio en su organismo se produce mediante un intercambio de fluidos con el medio en el que viven. Al llover intensamente, el grado de humedad es tan alto que se llenarían de agua hasta estallar. Y por eso escapan. Hace tiempo que me apiadé de sus suicidios y las fui recogiendo y devolviendo al interior del césped. Quizá fenezcan entonces por el exceso de agua, pero yo ya no me las encuentro retorcidas y resecas por el pavimento. Hay un refrán: ojos que no ven... Aunque este refrán se ideó pensando en los hipócritas.

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