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lunes, 22 de noviembre de 2010

Olvido


Juan Genovés
Márgenes, 2007
Acrílico sobre lienzo



No es lo mismo viajero que caminante. Del viajero hablan las guías y los libros de viajes. Del caminante hablan Antonio Machado, León Felipe y los místicos. El caminante construye su propio camino, porque no hay caminos sino en la medida que se recorren. El viajero se deja llevar de la mano o por las guías. El caminante tiene una relación dialéctica con el camino: él es del paisaje y el paisaje forma parte de él. El viajero transporta un equipaje. El equipaje del caminante cabe en su alma. El viajero recorre los paisajes. El caminante los crea, como se crea a si mismo a cada paso. El viajero sabe a dónde va, tiene origen y destino y probablemente carece de intermedios porque se los salta. Se toma un café y reemprende la marcha. El caminante conoce su punto de partida pero desconoce el recorrido y, por lo tanto, no tiene final establecido. Es posible que retroceda, que gire a la derecha o a la izquierda, porque lo guía su corazón. Para el caminante el café es un amigo con el que habla. El viajero tiene un plan. El caminante lo construye a cada paso. El viajero es de ayer y de mañana, tiene pasado y futuro. El caminante es de hoy, vive el presente, sólo está en este momento. El viajero saluda. El caminante forma parte del material de los abrazos. El viajero se marcha. El caminante siempre deja su mensaje. En la vida no hay viajes, la vida es el camino.

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