1.
Las palabras
trabajo y trabajar proceden del castellano antiguo
trebejare (esfuerzo, esforzarse), y ésta de la palabra latina
tripalium (tres palos), referida a una tortura de la antigua
Roma -por los tres maderos a los que se amarraba al reo-, de la que
derivó tripaliare (torturar o torturarse)
2.
Negocio
(neg-ocio, o negación del ocio), procede del latín nec y
otium, es decir, lo que no es ocio.
3.
Jubilar,
del latín jubilare, alegrarse al cesar en la obligación de
trabajar.
4.
Pensión,
del latín pensio, y ésta de pendere, pesar,
asignación que disfruta una persona, no correspondiente a un trabajo
que presta actualmente.
5.
Pesar,
del latín pensare, intensivo de pendere, pesar, tener
peso. Y de pensare derivan tanto pensión como pensar y, por
lo tanto, pensamiento.
6.
Pensar,
del latín pensare, intensivo de pendere, pesar, formar y relacionar
ideas.
7.
Pienso,
o alimento para los animales, ¿procede también de pensar? De hecho,
en el castellano antiguo, pienso era un sustantivo sinónimo de
pensamiento. De ahí la expresión “ni por pienso”, para indicar
negación.
8.
Conclusión.-
Es posible que para pensar haga falta estar jubilado y recibir una
pensión. Y es posible que pensar sea una forma de alimentarse.
Pregunta.-
¿Por qué quieren retrasar la edad de jubilación a los 67 años?
9.
Pesar,
peso, proceden también de pensare, de pendere. Es sabido que peso es
la fuerza ligada a la gravedad, y, en consecuencia, un mismo cuerpo
(una misma masa, en términos físicos) tiene un peso diferente según
el lugar en el que se encuentre. Neil Armstrong, por ejemplo, pesaba
menos en La Luna que en La Tierra. ¿Sucede lo mismo con las ideas?
Es decir, una misma idea ¿tiene un peso diferente dependiendo del
ámbito en el que se exponga? ¿Y de quien la exponga? ¿Habrá ideas
sin peso? Una idea brillante entre los amigos ¿puede ser, apenas,
un chiste de Eugenio cuando sale de su círculo?

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