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martes, 2 de febrero de 2010

Breves



1.

Las palabras trabajo y trabajar proceden del castellano antiguo trebejare (esfuerzo, esforzarse), y ésta de la palabra latina tripalium (tres palos), referida a una tortura de la antigua Roma -por los tres maderos a los que se amarraba al reo-, de la que derivó tripaliare (torturar o torturarse)

2.

Negocio (neg-ocio, o negación del ocio), procede del latín nec y otium, es decir, lo que no es ocio.

3.

Jubilar, del latín jubilare, alegrarse al cesar en la obligación de trabajar.

4.

Pensión, del latín pensio, y ésta de pendere, pesar, asignación que disfruta una persona, no correspondiente a un trabajo que presta actualmente.

5.

Pesar, del latín pensare, intensivo de pendere, pesar, tener peso. Y de pensare derivan tanto pensión como pensar y, por lo tanto, pensamiento.

6.

Pensar, del latín pensare, intensivo de pendere, pesar, formar y relacionar ideas.

7.

Pienso, o alimento para los animales, ¿procede también de pensar? De hecho, en el castellano antiguo, pienso era un sustantivo sinónimo de pensamiento. De ahí la expresión “ni por pienso”, para indicar negación.

8.

Conclusión.- Es posible que para pensar haga falta estar jubilado y recibir una pensión. Y es posible que pensar sea una forma de alimentarse.
Pregunta.- ¿Por qué quieren retrasar la edad de jubilación a los 67 años?

9.

Pesar, peso, proceden también de pensare, de pendere. Es sabido que peso es la fuerza ligada a la gravedad, y, en consecuencia, un mismo cuerpo (una misma masa, en términos físicos) tiene un peso diferente según el lugar en el que se encuentre. Neil Armstrong, por ejemplo, pesaba menos en La Luna que en La Tierra. ¿Sucede lo mismo con las ideas? Es decir, una misma idea ¿tiene un peso diferente dependiendo del ámbito en el que se exponga? ¿Y de quien la exponga? ¿Habrá ideas sin peso? Una idea brillante entre los amigos ¿puede ser, apenas, un chiste de Eugenio cuando sale de su círculo?

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