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Alla breve
1.
Los hombres que a mí me
gustan no saben llorar. Conocen el lenguaje de los cocodrilos. ¿O
era al revés?
2.
La estupidez se gesta en
la familia y se consolida en la escuela. En la casa se le dice al
niño, poniendo cara bobalicona: “Mira, un guau”, en lugar de
decirle: “Mira, un perro”.
3.
Cuando un perro dice
“guau” ladra, es decir, se expresa en el lenguaje de los perros,
pero no muestra admiración por su amo ni por nadie, por más que
alargue su ladrido.
4.
Tras la cerrada ovación
que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de
Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices
y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un
centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos
estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron
su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la
glosemática.
De pronto las diversas
acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
- ¡Qué sintagma!
- ¡Qué polisemia!
- ¡Qué significante!
- ¡Qué diacronía!
- ¡Qué exemplar ceterorum!
- ¡Qué Zungenspitze!
- ¡Qué morfema!
- ¡Qué polisemia!
- ¡Qué significante!
- ¡Qué diacronía!
- ¡Qué exemplar ceterorum!
- ¡Qué Zungenspitze!
- ¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa
desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír,
halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de
abrirle la puerta, murmuró en su oído: "Cosita linda".
(Mario
Benedetti, Lingüistas)
5.
No siento pena por los haitianos. Siento dolor. Me compadezco (de compadecer, padecer con). Me da la impresión de que sentir pena es una disposición nuestra a sentir aflicción por los que son inferiores a nosotros. Pobrecitos, vamos. Y nos gusta sentirnos buenos y bondadosos, intuyendo interiormente que quizás seamos unos canallas. Una forma de disfrazar el desprecio.
6.
¿Cómo
se llama la última víctima del terrorismo machista? No, ésa no; la
última. Es que ya van tres. ¿O son cuatro?
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