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domingo, 6 de diciembre de 2009

Sábado, Madrid, Glorieta de Quevedo




Una hamburguesa Whopper, 2’99 €; 2 Whopper más refresco mediano, 5,99 €; Menú Long Chicken, 4,99 €, y Menú Mediano doble cheeseburger, 4,99 €. La promoción es válida hasta el 17/02/2010, en los establecimientos de San Bernardo, 122, y Plaza de Santa Bárbara, 7.
Esta es la oferta de la octavilla negra de Burger King, con festón dorado y blanco, que reparte un joven de exquisita apariencia, ligeramente apagado, como salido del apartado de una biblioteca o el fondo editorial de una librería vieja. Creo que él ha llegado a su tarea al tiempo que yo salía de la boca del metro. Hay algo en él que llama mi atención: no sé si es su apariencia frágil, su figura exprimida, como limón o naranja ya sin zumo, su mirada lánguida e infértil o su dedicación a la tarea. Por eso no me he puesto a leer mientras esperaba, sino a observarlo. Quizá sea su pantalón negro y su camisa negra, la sonrisa helada. Viendo su sonrisa, me pregunto si somos hijos de las estaciones o se hacen las estaciones a partir de nosotros. Por el sol, por la temperatura del aire, podría ser hoy primavera u otoño. Sé que es otoño por la sonrisa del joven, que pareciera temer un frío que no está, pero aguarda a la vuelta de la esquina.
Si tuviera que hacer una foto de Madrid esta mañana de sábado, la haría de la Glorieta de Quevedo. Y como es una fotografía y mis ojos abarcan lo que abarcan, no más que el espacio recortado de un cuadro o la ventana de un objetivo, me limitaría al rincón y al horizonte del sur, el chaflán de Gilgo, que antes era cristalería y tienda de regalos de porcelana Lladró, frente al metro, entre Fuencarral y San Bernardo, y las primeras baldosas de estas calles.
Aquí es donde tengo esta mañana las imágenes y los personajes moviéndose como hormigas vertiginosas y atareadas. Y aquí es donde está el joven que reparte la propaganda. Y otro joven, sentado en el suelo, embutido en un plumas azul y blanco, entre la puerta de Gilgo y San Bernardo, extendiendo un cestillo y gritando: “Una ayuda, para un bocadillo; un ayuda, para un bocadillo”, repetidamente, una y otra vez, incansable, con la voz ronca, cansina y atropellada. Y con poco éxito, la verdad, quizá porque aquí lleva años y la gente del barrio lo observa como parte del paisaje, como la estatua del centro de la plaza o la baranda metálica que separa la acera de la calzada.
En la foto también cabría una señora menuda, que ha cruzado San Bernardo desde Arapiles con su diminuto caniche blanco. No sé si sale al paseo por las urgencias del perro o por el cigarrillo que enciende con ansiedad. Tal vez sea por el perro, porque descienden por San Bernardo, al borde de los alcorques, donde se detiene el perro olisqueando y ella da un par de caladas.
Cabrían, también, dos controladoras de la O.R.A., con sus chaquetas fluorescentes y su armamento de máquinas emisoras de multas. Caben, porque hoy parecen inofensivas, porque sonríen, porque una salta como una niña pequeña y agita el brazo a alguien del otro lado, por Arapiles imagino, porque se miran ambas y se sonríen de nuevo.
Cabría un patinador nervioso que atraviesa el espacio esquivando al repartidor de propaganda, a los que salen del metro y de Gilgo, a las controladoras, a los que cruzan desde Fuencarral, y se lanza, a la carrera, hacia Carrefour express, pero no entra, sino que gira, Fuencarral abajo, hasta que desaparecer.
Cabría también el niño que corre hacia la controladora que antes agitaba el brazo, seguido por quien parece ser el padre, que llega tras él y explica quién sabe qué azarosas circunstancias.
Cabe de nuevo el propagandista, que recoge del suelo la hoja que alguien tirara y la une al montón del reparto, que sonríe y se encoge de hombros cada vez que alguien no coge su hoja.
Debería caber también el frío pero no sé como atrapar el frío a través del objetivo de una cámara. O quizá sí. ¿No es el frío una mueca del tiempo, la mueca de esta mañana?
Bueno, y cabe mi hija que llega y me besa.

Y ya no cabe nada. Porque nos vamos por San Bernardo, hasta Las Hoces del Duratón, a ver qué menú tienen este sábado.

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