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domingo, 2 de agosto de 2009

Una última palabra (con París en ruinas)




Cuando Mozart se queda en el pentagrama,
y es equilibrio entre líneas, sólo entre líneas
espacios blancos y pausas, una medida,
porque huyó la sutileza de la mano blanca
que alguna vez obró en mi oído el prodigio trascendente
con el arco del violín como única arma,
es hora de cerrar París porque París ha fenecido.

Cuando no se pueden decir con inocencia las palabras,
cuando las palabras tienen medida, están tasadas,
son términos del diccionario, reseñas huecas;
cuando los libros no huelen a carne humana,
no son hueso, nervio, músculo, flujo, sangre,
son sólo datos, información muerta, papel de escriba,
es hora de cerrar París porque París ha fenecido.

El día en que nadie siembra ya el mar con amapolas,
cuando los recuerdos son operaciones de nostalgia,
y el futuro, una quimera que nace del pasado;
si no hay refugio para el rostro en el halda de quien amas,
si no son sus dedos los que traen el orden a tu pelo;
cuando no hay ternura para hallarte en tu extravío,
es hora de cerrar París porque París ha fenecido.

Cuando ya no es su mano la que iza el horizonte
ni sus ojos los que traen, a golpes de luz, la luz de la mañana;
cuando es el sol el que hace su trabajo jornalero,
desde el foco de la elipse matemática
que La Tierra recorre con la precisión del autómata,
y ya no haya primavera, sino estación, aun la primera,
es hora de cerrar París porque París ha fenecido.

Cuando la vida es tarea de funcionarios,
no cabe el riesgo de perderse en la selva o el asfalto,
de encontrar a dios tras un orgasmo,
de magullar o magullarse, herir o ser herido,
de ahogarse en lágrimas o morir entre sus brazos.
Cuando la magia es objeto de disputa y de mercado,
es hora de cerrar París porque París ha fenecido.

No hay mapa hasta París ni itinerario,
no hay brújula para un recorrido tan necesario.
Esperamos ya entre sus escombros
el destino final del obituario.
Aunque estuvo allí el corazón
latiendo siempre como un mantra,
no existe la palabra esperanza
para quienes no supieron esperar
en el balcón de los geranios,

así que no habrá modo de hallarla.

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