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lunes, 13 de julio de 2009

Mujer en la playa




Por más que arrastro
el borde curvilíneo del mapa
hacia su centro,
no aparece el mar
a las orillas de Madrid.
No es la ola breve o la resaca
de la penúltima hora
quien se insinúa, lánguida,
sino la bruma oscura
del vómito urbano.
No se adivina el horizonte
del agua que tirita
bajo los labios azules de los cielos.
No es tu pie
el que escribe
la huella
que crea las aceras.
Está lejos.
Los ojos de los que dios aprende,
las manos que hablan,
la voz por la que entiendo
el significado de las palabras.
Están lejos.
Lejos del mundo cotidiano.
En el abismo dulce de la playa,
allí,
en el borde impreciso
del mapa,
donde se cierra el mundo
y se dibujan las fronteras.

Envidio el agua que hoy te abraza.

Envuelta tú, mecida
en el material de las lágrimas.

Una vez,
sólo esta vez pensaré en mañana.

Ninfa ya, renacida,
y sin mácula.

No hay sueño que no escriba

la perpetua amiga en la magia.

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