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jueves, 9 de julio de 2009

Gredos





Hola, madre;
hola, padre.
Al fin hallados
en la génesis.
Cuánta extensión
en tu regazo
para echarme abandonado,
adormecido por el aroma
untoso de la fraga
y el rumor de las endechas.
Vuestra voz
y vuestro abrazo.
Tardé en llegar entonces,
atrapado en los geranios
del balcón,
en el crisol
de la fragua.
Y habéis tardado
mil años
en venir y declararos.
Dios y virgen,
útero y semilla,
gaia heliótropa
Somos hijos
advenidos
al templo del padre,
sí, que la madre nutre.
No sabemos,
quizá nunca sepamos,
pero así fue la paz en el origen,
cuando para ser
se preñó la nada,
la semilla.
Y así hoy el milagro,
el misterio del ave ventrílocua
en la rama,
la luz que cabe en una hoja
y el rumor lejano del agua.
Tú y dios,
nosotros confundidos.
No hace falta la fe
cuando te escucho.

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