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sábado, 4 de julio de 2009

Escrito desde París




Te escribiré cuando esté allí,
te daré las coordenadas
y las marcas del camino.
París aguarda.
Un carro, como a Elías,
hacia la luz me arrastra.
Nada más preciso
ni exacto que la nada.
Nada más fértil,
el hilo que teje la trama
de los sueños,
la vela y la barca.
La luz es un cristal navegable
que va del corazón al alma.

Amor mío,
al alba,
cuando despiertes del sueño
o la batalla,
piensa en mí
y en quien te ama.

Cuando te yergas,
amada,
y si no te yergues,
aún desalada,
recuerda
que siempre estará Casablanca.

Aquí nada es eterno.
Mañana
es lo más eterno que tenemos.
Ni la palabra
que nombra aunque no nombre
la nada.

Quizás el mundo.
O tu alma.
No el dolor que duele,
porque pasa.
Recuerda que hoy
apenas ayer fue nada.

El sueño
es la colina blanca,
el horizonte encendido
por el sol de esta mañana
y el caballo blanco del blanco sueño
que ofrece su grupa alada.

No te extraviarán tus pies.
En el corazón siempre hay un mapa.
Y una razón impresa.
Deja que tus piernas largas
se aventuren al camino,

aun yendo desnuda y descalza.

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