Te
escribiré cuando esté allí,
te
daré las coordenadas
y
las marcas del camino.
París
aguarda.
Un
carro, como a Elías,
hacia
la luz me arrastra.
Nada
más preciso
ni
exacto que la nada.
Nada
más fértil,
el
hilo que teje la trama
de
los sueños,
la
vela y la barca.
La
luz es un cristal navegable
que
va del corazón al alma.
Amor
mío,
al
alba,
cuando
despiertes del sueño
o
la batalla,
piensa
en mí
y
en quien te ama.
Cuando
te yergas,
amada,
y
si no te yergues,
aún
desalada,
recuerda
que
siempre estará Casablanca.
Aquí
nada es eterno.
Mañana
es
lo más eterno que tenemos.
Ni
la palabra
que
nombra aunque no nombre
la
nada.
Quizás
el mundo.
O
tu alma.
No
el dolor que duele,
porque
pasa.
Recuerda
que hoy
apenas
ayer fue nada.
El
sueño
es
la colina blanca,
el
horizonte encendido
por
el sol de esta mañana
y
el caballo blanco del blanco sueño
que
ofrece su grupa alada.
No
te extraviarán tus pies.
En
el corazón siempre hay un mapa.
Y
una razón impresa.
Deja
que tus piernas largas
se
aventuren al camino,
aun
yendo desnuda y descalza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario