1.
Exactamente las dos y diez
de la madrugada.
De aquel día
y aquel año.
Como este día
de este año
que atraviesas
otra frontera de nombres
cardinales
en tu calendario.
Lo supe por tu llanto.
El primero.
Eras tú por aquel llanto
prodigioso
en las costuras de un
verano.
Meses de imágenes
quebradas,
manos, pies, ojos,
corazón imaginado,
sueños de carne y hueso,
oh, dios mío,
lejos yo de aquel
quirófano,
donde asomas a la vida,
de entre la masa informe
y sanguinolenta,
como un reto
frutal en mi memoria.
Y no fue la luz
que la noche nos había
arrebatado,
fue tu llanto,
rotundo como una voz.
Estabas en el mundo
y venías a cambiarlo.
Eso entendí yo
y así lo anoto.
No sé si el mundo,
yo sí he cambiado.
Por la risa o por el
llanto
sabemos,
por ellos nos hacemos
sabios.
2.
Cuando hoy ya no sea hoy,
quizá pienses en los
tiempos
de las inquietudes
muertas,
en los sueños de los
sueños,
escritos en las cometas
deshabitadas del viento.
En las esperanzas rotas,
en los caminos impuestos.
Eso es mirar al pasado,
que está ante tus ojos
yerto.
No, vivir es más
sencillo.
No hay que mirar muy
lejos.
Lo sabes, lo aprendiste
hurgando por ahí dentro,
al lado del corazón.
No hay ningún otro
misterio.
Es tu corazón y tú,
de donde es dios y nace el
cielo.
Hoy es el último día,
y el primero, el día
eterno.

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