Hace
semanas que esta canción está colgada en un blog amigo sin que yo
hubiera reparado en ella. Ayer la escuché y me hice con la letra.
Narra un desencuentro o un desamor, no sé si es lo mismo en este
caso. ¿Una parábola de la sociedad individualista, egocéntrica que
entre todos hemos construido? Qué difícil decir hoy te quiero o te
amo: salimos corriendo despavoridos antes de pronunciar esas palabras
fetiche, no sólo por lo que nos compromete con la persona a quien se
las diríamos, sino por lo que nos compromete con nosotros mismos,
con nuestros sentimientos. Qué difícil oírlo, si alguien se atreve
a decirnos que nos quiere o nos ama: también salimos corriendo,
aterrados. Una historia de amor compromete, por eso vivimos historias
de convivencia, superficiales, como la de la canción, que hace
invisible al otro, que hace invisibles sus sentimientos. No se
percibe una diminuta lágrima, y si se percibe, uno no se siente
concernido, y "pasa" de la lágrima. Quizá cuando ya sea
un océano digamos qué te pasa, pero será tarde porque no podremos
entender que ese océano se ha llenado lágrima a lágrima,
diminutas, muy diminutas. Qué difícil nos resulta amar, permitirnos
amar, derramarnos generosamente, cuánto miedo nos da. Y, sobre todo,
qué difícil nos resulta permitir que nos alcancen los afectos de
los otros. Apartamos por sospechosos a aquéllos capaces de amar, no
vaya a ser que nos contaminen. ¿Y si resultara que todo esto fuera
muy fácil, que bastara con dejarnos arrebatar? ¿No seríamos un
poco más felices? Ya sé que no se garantiza la durabilidad, pero
mientras durara el arrebato seríamos un poco más felices. Y, sin
darnos cuenta, a lo mejor duraba hasta la eternidad.
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