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viernes, 1 de mayo de 2009

Cumpleaños





Hija mía,
al alba,
cuando despiertes del sueño
o la batalla,
acuérdate del día
de la negra hora y la hora blanca.
Pasaron las dos
porque las horas pasan.
Sólo queda la luz
cuando la luz se alcanza.

Hoy es
porque ayer ya es nada.
Estás aquí,
que va del calendario en volandas.
La memoria es quietud
pero vivir es mudanza,
traspasar osados las puertas
abiertas en las murallas.

En todas las guerras
se pierden batallas.

Hija mía,
al alba,
permite a tu corazón
recordar a la muchacha
que fue delfín
desde la infancia.
No pidas que te amen;
siempre, ama,
que sea tu destino,
tu raíz y tu mantra.
Y cuando te amen,
permite su invasión arrebatada.

Confía en tus sueños,
en la verdad que guardas
sin costuras,
sustancia de sustancia.
Haz tuyos y eternos los instantes,
no esperes a ser feliz mañana.

Ama el dolor
si es el dolor el que traza
el camino,
y ama
las cicatrices, las heridas
que sanaste, suturadas.
Quizás el camino
hayas de regarlo con lágrimas.

No hay tesoros
que no quepan en el alma.
Ocúpate en ti misma,
tú eres tu mandala.
Mirar en tu corazón,
escucharte te hará sabia.

Te espera la transgresión
tras la puerta que guarda
la espada ígnea del ángel,
la manzana,
el secreto de dios
y, en medio, la aventura diaria.

Y si anochece, si se impone el ocaso,
si te persigue la nube que cabalga
a lomos del cimarrón,
si no te quedara nada,
no busques entre los escombros
de la esperanza,
recuerda que tienes
tú también tu Casablanca.

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