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viernes, 24 de abril de 2009

Imagino




Imagino la noche todavía adormecida,
la difusa noche, la sombra líquida
que te alcanza y te disuelve.
Imagino que sueñas o imaginas
tu dedo dubitativo en el horizonte,
alzando la blanca pestaña vespertina.
Imagino en el sol a tu enemigo,
a golpes de luz reconstruida.
El día que te ve en su maraña
y el día que ves con osadía.
La flor que, en la mano, aprietas,
la invencible margarita.
Te imagino en la batalla
de la luz, el viento y la colina.
Te imagino ya en las calles,
como las pioneras antiguas,
en el debate de ser entre las piedras
como piedra de piedra combativa.
Imagino Zamora
a tus pies, rendida.
Imagino el Duero
entregado a ti, con su misiva.
Ése es hoy el universo.
Y así es la vida.

Te imagino despertando el mundo
inanimado de la plaza austera,
llamando a los rincones por su nombre,
como hacen las hijas de la tierra.
Te imagino imaginando la aventura
por las calles melancólicas y estrechas,
la mímesis del crisol y del silencio.
Te imagino extendida en la pradera,
en la tarde verde junto al río,
hija, madre y primavera,
como en los sueños de las diosas.
Imagino tus ojos, como estrellas
de un mundo de luz inusitada,
señalando lo que es para que sea.

Imagino tu mirada transparente,
la tarde esperanzada y lívida
y una orilla agreste del Duero
inesperada e invicta ,
el lugar al que no fuimos.
Te imagino en las fotografías:
la melena es un leve pincel entre las manos del viento.
También así es la vida.

Imagino tu nuca, tu cuello,
la sombra de otra noche que te alcanza,
el sueño que osa respirar,
tus hombros como efímera posada,
el camino de las manos
hasta los límites de la noche trasnochada.
Morir así para morir.

Y ya no imagino nada.

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