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jueves, 23 de abril de 2009

23 de abril, día del libro


Un día como hoy, 23 de abril, de 1616 fallecieron, sin ponerse previamente de acuerdo, casualidades, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, quien define e inicia lo que será la novela moderna y quien define e inicia lo que será el teatro moderno. Hoy se celebra aquella fecha, no para recordar la muerte sino para celebrar la permanencia del libro, otro legado, el de Gütemberg. Seguramente se idearán otros medios, ya se han ideado, se idean cada día, por el poder de internet, pero permanecerá el libro, como permaneció la radio a pesar de la televisión, ¿o podrá la red entregarnos el aroma del papel impreso y la textura de la hoja escrita? Cierra uno los ojos y puede reconocer cada libro leído

con sólo olerlo o palpar sus formas, sus tapas, sus hojas. Dice Manuel Rivas que Los libros arden mal (Ed. Alfaguara), que, incluso, si arden, desprenden un extraño aroma a carne humana chamuscada. No sé si será cierto. Nunca vi arder un libro, aunque viví su sufrimiento a manos de la censura. La mutilación es otra forma de muerte, claro, no sé si tan dolorosa como la de la hoguera.
Por un libro aprendí un día que había una realidad más allá de mi alma provinciana, a distinguir el universo. Un libro me enseñó secretos de cocina y otro, secretos de amor, palabras para decir a quien se ama y palabras que callar. Fui, desde entonces, un poco menos ignorante, un poco más hábil, un poco más feliz y un poco más prudente.

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