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jueves, 9 de abril de 2020

Covid-19, salud, libertad y ley mordaza


Defendiendo el confinamiento en un discurso, he oído decir a un alcalde, del PSOE a mayor abundamiento: “Lo más importante es la salud”. Franco decía: “Lo más importante es España”. Casado, Abascal, Aznar, todos estos no se cansan de repetirnos: “Lo importante es la patria”. Como si la patria fuera un concepto abstracto. O “lo más importante es la bandera”. Y por eso pretenden que pongamos las banderas a media asta, que llenemos los parques y las plazas de banderas, cuanto más grandes mejor, más ondearán y desde más lejos serán vistas. Como si la bandera, que es un elemento material concreto, no la hubieran transformado en el mismo concepto abstracto que la patria. Patria y bandera son lo mismo, y tienen el mismo significado vacío al que no podemos asirnos. La vida necesita asideros. La salud, como argumento para defender el confinamiento, parece un concepto preciso y concreto. Todos necesitamos salud para vivir. Sin salud nos encaminamos al cementerio. Parece un concepto concreto, pero deviene en un concepto abstracto para sobrecogernos y atraparnos.
En todos esos discursos salud, España, patria y bandera excluyen cualquier otra consideración. No cabe nada fuera de ellos. La libertad, por ejemplo, y la democracia. Primero la salud, ya hablaremos de democracia cuando estemos sanos. Primero España, la patria, la bandera, la libertad y la democracia no son valores estrictamente necesarios, incluso pueden ser dañinos para el país, Franco pensaba que eran un cáncer para España y por eso echó el cerrojo y convirtió a España en un presidio durante 40 años.
No. Lo primero no es España, ni la patria, ni la bandera, lo primero es la ciudadanía. Sin ciudadanos no hay España ni patria ni bandera. Es la ciudadanía la que construye España y construye patria y se dota de bandera, construyendo el pueblo sobre las que se asienta.
No. Lo primero no es la salud. Lo primero es que la vida merezca la pena Para eso hace falta salud, claro, pero quienes entregaron su vida o su libertad por conquistar precisamente la libertad y la democracia no pensaron en la salud. Ni siquiera pensaron en la vida. No les valía una vida cualquiera. La salud no es lo primero. Si es lo primero, ¿para cuándo lo demás? ¿Para cuándo lo esencial? ¿Para cuándo aquello que constituye lo sustantivo de la vida de los seres humanos? Aplazamos las elecciones. Franco las aplazó durante 40 años. ¿Aplazamos la libertad?
Un concejal de ese mismo ayuntamiento, para defender el otro día la necesidad del confinamiento amenazaba a los ciudadanos de su pueblo con la ley mordaza. No apeló a la responsabilidad, a la solidaridad, al mutuo respeto por la vida, amenazó con multas de entre 600 y 30.000 € e hizo un detallado relato de las actuaciones de la guardia civil y la policía municipal para garantizar el cumplimiento del estado de alarma. No apeló al sentido cívico y ciudadano, amenazó con la ley mordaza. Una ley hecha a la medida de una concepción represora del estado y restrictiva de la libertad y la democracia, precisamente, que el PSOE y la izquierda se comprometieron a derogar cuando llegaran al gobierno, pero ahí sigue, tan lozana. Las denuncias que ha venido haciendo la policía se basan en la ley mordaza.
El problema de las excepcionalidades es que no se sabe cuánto duran. Incluso hay algunas que perviven tras superar el problema que dio lugar a la excepción, como los atentados terroristas del pasado. El problema del después es que después no tiene fecha fija. Puede ser mañana, la semana que viene o tras el verano. El verano de Franco duró 40 años.
El problema lo señalaba bien Yuval Haari, el filósofo israelí, el otro día en su artículo de La Vanguardia: El mundo después del coronavirus.
La salud no puede ser incompatible con la libertad ni con la democracia. No puede haber después, ha de haber ahora, como ha de haber ahora cultura, porque sin cultura tampoco hay libertad ni democracia. La cultura también ha sido aplazada para después.
La libertad nos compromete a hacernos cargo de nosotros mismos y de nuestros conciudadanos, la libertad nos reclama responsables. Lo sabemos por Erich Fromm. El confinamiento tiene que ser consecuencia de un acto de libertad, no resultado de una amenaza. Aquello que es resultado de un acto de libertad profundiza en la libertad, lo que es consecuencia de una amenaza o una coerción acaba por menoscabar la libertad. La libertad no es negociable. La democracia, tampoco. No estamos en el mejor camino y tantos militares en las ruedas de prensa sobre la crisis sanitaria, tanta alegría en el uso de los militares, como el grupo de paracaidistas que envió Margarita Robles a un pueblo de Toledo (Aldea en Cabo, 160 habitantes) simplemente para que los vieran, son unas pistas preocupantes, que hacen temblar a cualquier demócrata sensible. No ayuda hablar de guerra. No ayudan las arengas de combate. Tampoco ayudan los abusos policiales, muchos y escandalosos. El confinamiento no puede ser consecuencia de una negación sino un acto de afirmación contundente; propositivo, no coactivo.
La libertad y la democracia no son negociables y no pueden posponerse. O son hoy o no serán nunca, o, en caso de serlo, estarán demediadas, que es como no estar. A eso juega la derecha extrema del PP y Vox, pero no puede caer en esa trampa la izquierda ni el pueblo español.

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