La portada no es de ayer, es de
febrero de 2019. Estaban por celebrarse las elecciones de abril y,
claro, las de noviembre. De la foto se ha caído uno, quizá porque
viera que ya no sería nunca presidente del gobierno y lo que
anhelaba era ser presidente, al menos vicepresidente primero, del
gobierno de España. Supongo que Casado lo sigue creyendo, y supongo
que Abascal, salvo que a Casado se lo lleven por delante, con todo el
equipaje, sus bandazos, su estulticia y los acontecimientos, que
quizá se lo lleven, porque méritos hace, y entonces Abascal
aspiraría a ocupar el espacio de la derecha española y la
presidencia del gobierno, pues salvo la hecatombe de Casado y el PP
en las próximas elecciones, Abascal siempre aspiró a una
vicepresidencia y a la gestión y control de las fuerzas del orden.
Porque él, sobre todo, es un hombre de orden. De los de antes. De
los que echan espuma por la boca cuando hablan y no se arredran ante
nada y nada se les pone por delante.
Decíamos ayer: el capitalismo es un
sistema que deshumaniza, no le interesan los seres humanos. Quería
decir: le interesan los seres humanos para convertirlos en una
mercancía más. El ser humano es como los tornillos en la industria,
un insumo más. Sólo que al tornillo nadie trata de arrebatarle su
alma metálica y mineral, ésa es la esencia de su utilidad. Al ser
humano se le convierte en un puñado de carne sin conciencia para que
trabaje y consuma, es decir, para que dedique su vida a consumirse a
sí mismo. Una especie de autocanivalismo organizado y a gran escala,
feliz, porque nos comemos contentos. Que se sostiene con miedo. El
miedo a quedarnos sin nada. Nada quiere decir sin cosas, objetos como
nosotros, porque sin libertad y sin dignidad ya pretenden que estemos
y, de hecho, ya estamos sin ellas. Tenemos libertad para elegir la
salsa en que seremos cocinados, pero no podemos negarnos a ser
cocinados, como decía Eduardo Galeano en su parábola. No podemos
escapar de la lógica infernal que nos lleva a deshumanizarnos.
Decía León Felipe que al hombre lo gobiernan con cuentos y “que el miedo del
hombre ha inventado todos los cuentos”.
Aquí, adonde estamos, a este
confinamiento nos han traído con cuentos, es decir, nos ha traído
el miedo. Nuestro propio miedo. A perder nuestra casa, a no poder
llenar el armario o el zapatero, a comprar vacaciones, a consumir
horas de televisión inane y de basura,... Que ni siquiera son
nuestras. Cosas en las que no cabe la vida. El mundo en el que
vivimos no cabe la vida y, por lo tanto, no cabemos nosotros. Y, sin
embargo, se nos gobierna con el miedo a perder la vida, la que no
tenemos, la que controlan y organizan otros, la que no es nuestra. Se
nos amenaza con arrebatarnos algo que no es nuestro, que ya tienen y manejan ellos. Si fuera nuestra
la vida, nadie podría arrebatárnosla.
Dicen Vox y Abascal: que dimita
Pedro Sáchez, se disuelva el gobierno y se constituya uno nuevo de
salvación nacional. Como Viktor Orbán en Hungría. De salvación
nacional, dice. Salvar viene a significar en este caso garantizar la pervivencia
de la nación y librarnos de la extinción de la patria. La patria y
la nación están en peligro. Salvémoslas. Aunque quizá la patria de Vox y la nuestra no sean las mismas. Ya sucedió antes, cuando Franco nos arrebató nuestra patria para imponernos la suya.
En la salvación sólo piensan los que
están muertos de miedo. O los que manejan el miedo para convertir a
los ciudadanos en siervos sumisos, asustados por el riesgo a perder
las cosas, que el fascismo siempre convierte en identidad personal y
colectiva, para acabar, en el fondo y paradójicamente, con todas las cosas, incluso la vida. Si en el capitalismo no caben los seres humanos, en la
patria de Vox no caben siquiera los cuerpos. La patria de Vox son
sólo ellos. Hitler se queda pequeño. Por el miedo.
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