Para el PP, también para C's, y
ahora Vox, para la derecha en general, los muertos nunca fueron
cuerpos de seres humanos, dignos por lo tanto de respeto, sino carne
putrefacta sin nombre, carroña sobre la que lanzarse para
convertirla en rédito político, o, en el colmo de la vileza, para
conseguir un puesto bien pagado en la administración o en el
parlamento. No ha habido tragedia que no hayan convertido en bandera
con la que envolverse o de la que no hayan tratado de aprovecharse.
La prensa de la caverna tampoco le
ha ido atrás. Durante años El Mundo pagó sus tiradas abundando en
el bulo de que el 11M había sido cosa de ETA.
Pero ahora debería ser diferente.
No por el número de muertos, que son muchos, pero no tantos como en
otras cuestiones cotidianas, que, por ser habituales, tenemos por
asumidas. Como indicamos en el último artículo: accidentes de
trabajo o de carretera, fiebre común, guerras, Mediterráneo,...
Porque nos jugamos un proyecto de país, el país mismo, la libertad,
la democracia, lo que tanto tiempo, tanto sacrificio, tanto
sufrimiento y tantas muertes, sí, tantas muertes, decenas de miles,
nos ha costado. Lo que se trata de enterrar con los muertos del
covid-19 es la democracia y el sistema de libertades que nos hemos
dado.
Decíamos en el artículo del día
19, primero de esta serie sobre el covid-19: estos días toca pensar.
Leer, meditar, hablar con los nuestros, mirar hacia nuestro interior
por si tuviéramos algún roto que reparar y repararlo,... Y pensar.
Pensar, sobre todo pensar. Porque cuando pasen estos días tendremos
que pasar facturas y cobrarlas. Sin que falte factura alguna y sin
dejar ninguna deuda pendiente de cobro. Cada uno tiene que pagar lo
suyo. Nosotros ya pagamos lo nuestro y lo que no fue nuestro y lo
seguimos pagando ahora, con más paro y más incertidumbre, con
restricciones a la libertad, con cuentos. Los muertos del covid-19
son de los nuestros. Los que ponen su vida en peligro en esta pelea
por la vida son de los nuestros. Los aplausos de las 8 son para los
nuestros y los dan los nuestros. Las buenas palabras o las donaciones
son monedas extraviadas en el bolsillo que no comprometen nada ni a
nadie. El compromiso es de los nuestros. Así que toca desterrar los
relatos, desenmascarar a los que escriben y difunden los cuentos y
poner los hechos sobre la mesa, la verdad pura y dura, que es simple,
para elaborar las facturas.
“Al hombre lo mecen con cuentos”,
decía León Felipe, y a nosotros nos están meciendo con cuentos, y
no parece que sepamos todos los cuentos, estos cuentos, al menos, que
se tejen y difunden con el relato del covid-19, y, aunque manidos y
repetidos, no nos lo sabemos. Y sin sabernos todos los cuentos no
vamos a poder preparar las facturas. Las facturas se confeccionan con
hechos.
Dicen los miserables y carroñeros
que se alimentan de los cuerpos de nuestros muertos:
1. La sanidad es una lacra y hay que
acabar con ella, privatizarla entera (Vox), o la sanidad está mejor
gestionada en manos privadas, porque es más eficaz (PP), y encargan
la construcción de nuevos hospitales que acaban en fondos buitre con
el resultado de menos camas, menos unidades UCI, menos profesionales
y peor pagados que en la mayoría de Europa.
2. A los profesionales de la
medicina hay que sacarlos del funcionariado y convertirlos en unos
trabajadores más (Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid
hace dos o tres días), cuando es el funcionariado lo que justamente
garantiza la calidad y la independencia de los servicios que se
prestan. Sin funcionarios, pasaremos a tener asalariados al servicio
del partido político de turno en lugar de al servicio de la
ciudadanía.
3. Las residencias de ancianos han
de estar en manos privadas. Y lo siguen manteniendo después de la
masacre que el covid-19 ha provocado entre los ancianos precisamente
por ser entidades privadas o estar su gestión en manos privadas.
4. Los comedores, las lavanderías,
las oficinas o los locales de atención o de servicio a los
ciudadanos han de ser privados. Claro, y las prendas se devuelven
sucias a los hospitales, los escolares se alimentan con menús de
Rodilla y Telepizza, los análisis clínicos tardan más que nunca y
las listas de espera se alargan y se alargan.
5. Nadie se quiere acordar ya de las
mareas blancas, de las mareas marrones, de las mareas verdes, de las
mareas... reclamando justamente la defensa de lo público, la sanidad
pública, la escuela pública, más y mejores medios, más y mejor
formación para los profesionales,... Y nadie se quiera acordar ya de
las respuestas de quien gobernaba en cada sitio, normalmente la
derecha, PP y JxCat, también PSOE en Andalucía, y las respuestas de
los políticos despreciándolos y acusándolos poco menos que de
peseteros, unos políticos muy bien pagados, como Esperanza Aguirre
que, además, utilizaban los recortes para financiar las campañas
electorales de sus partidos y para abrir jugosas cuentas privadas en
los paraísos fiscales.
6. Los periodistas que han
convertido el periodismo en una especie de andrajo a fuerza de
difundir mentiras o retorcer verdades hasta romperlas, de manipular,
de esconder, de construir relatos y espantajos. De llevar a sus
programas analfabetos y ganapanes, aristócratas o toreros, como si
fuesen especialistas en física cuántica para degradar el rigor y la
honestidad intelectuales, y frivolizar sobre la realidad, como si los
hechos pudieran ser objeto de mercancía y comercio. La putrefacción
del periodismo. Por ejemplo: Ana Rosa Quintana, Eduardo Inda,
Francisco Marhuenda, Jiménez Losantos, Susana Griso, Carlos Herrera,
Mariló Montero, Álvaro Zancajo, García Ferreras, Pablo Motos, etc.
Hay más, son muchos, las televisiones y las radios se han convertido
en cuevas donde ha encontrado acomodo el relato y el antiperiodismo,
donde a nadie le importa la verdad sino el impacto de la noticia o el
comentario.
7. La tropa de tertulianos y
comentaristas de toda laya, en general ignorantes, todos perezosos,
que van a las mesas de debate como quien va a tomarse un café al bar
de la esquina y hablan de lo divino y lo humano, de política o
sociología, de psicología o medicina,... con suficiencia y
arrogancia, como si fueran especialistas. En realidad, sólo
asalariados de un pesebre que les paga para mantener un discurso.
8. Los políticos retirados, o
apartados temporalmente, que han corrompido la política a cambio de
sustanciales salarios: Aznar, González, los diferente exministros
que se han ido colocando en las eléctricas, gasistas, despachos de
abogados.
9. Los políticos mentirosos. Aquí
que cada cual haga su lista, es larga, pero deberían estar apartados
para siempre de la vida pública aquellos que, además de mentirnos,
se ríen de nosotros, desprecian nuestra historia, la que hemos
vivido cada uno de nosotros, o se inventan un currículo, personal o
profesional, para deslumbrarnos, como aquél que exhibe una
licenciatura en derecho sin haber estudiado la carrera.
10. La farsa de la debacle de bolsa,
que no es sino un juego de posiciones para enriquecerse mañana,
cuando los índices repunten, tras la representación de la farsa del
optimismo, como ahora se representa la farsa del miedo a la
catástrofe.
11. El rey, el rey emérito, Juan
Carlos I, y el rey entronado, Felipe VI, parte de una trama de
prebendas y corrupción que ha hecho metástasis en la monarquía
entera, sin que se salve nadie, absolutamente nadie.
12....
Para todos ellos, los muertos del
covid-19 y todos los muertos son una mercancía con la que comercian.
O los enterramos a todos o ellos acabarán por enterrarnos a todos
nosotros, y, antes que a nosotros, a nuestros sueños.
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