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martes, 10 de enero de 2012

Otro paradigma es necesario



La primera entrada del año, el pasado martes, fue el discurso que pronunció Carlos Taibo en la Puerta del Sol, al finalizar la manifestación del pasado 15 de mayo del año recién terminado. El hecho de que fuera la primera entrada del año, que fuera ese discurso y que eligiéramos aquella foto -”Indignarse no es suficiente”- para encabezarla no fue una casualidad.

Hoy es martes, segundo martes del año, y es la segunda entrada con la que regresamos al 15M. Tampoco es una casualidad.

La foto tampoco es una casualidad.

El 15M fue derrotado en las urnas el pasado 20N. Recordamos París, mayo del 68, el triunfo de De Gaulle y la derrota de la  izquierda. Muchos nos sentimos derrotados el pasado 20N y sentimos todavía hoy la prolongación de la aquella derrota. Derrotados, sí, pero no vencidos.

Aquí hemos propuesto analizar las razones de esa derrota, aunque nos tememos que es prédica en un desierto. Nadie está interesado en esa reflexión. Unos porque descubrirían su endeblez intelectual o sus insuficiencias teóricas; otros, porque evidenciarían sus miserias. En general, porque vivimos en una época decadente, sometida al capricho de los imbéciles y poderosos (el poder es otra forma de manifestación de la imbecilidad). Así que repetiremos una y otra vez el reto hasta que nos atrevamos a mirarnos al espejo para entendernos. Si entendemos la derrota, entenderemos el mundo y la sociedad en que vivimos y sabremos qué hemos de hacer para cambiarlo.

Empezamos de nuevo.

Se ha dicho que quienes defendemos el cambio de paradigma social, político, cultural y económico, no tenemos modelo alternativo. Lo tenemos, y quienes nos retan lo saben. No es un modelo contrastado, faltaría más, ni siquiera tendremos todos el mismo, no en vano indagamos en el futuro, y estará lleno de imperfecciones, pero estamos dispuestos a contrastarlo, a debatirlo, a corregirlo; incluso, a que no se parezca en nada el resultado final respecto a la propuesta de que partimos. No sabemos cómo llamarlo. Con palabras del pasado diríamos que proponemos una democracia social avanzada, universal, horizontal, solidaria, donde prime la cultura y el conocimiento sobre el trabajo, la iniciativa de las ideas sobre la producción y el consumo, la reflexión sobre los dogmas, la osadía sobre las certidumbres, que extinga el concepto de propiedad, privada o pública, y lo sustituya por el de administración de los bienes, sea individual o colectivamente (la naturaleza nos presta, no nos da sus recursos y hemos de devolverlos con intereses), que establezca un pacto con el entorno sin degradarlo, sino enriqueciéndolo como él nos enriquece a nosotros,... Palabras, que requieren propuestas reformadoras, que avancen en esos objetivos, y transformadoras, que sustituyan estructuras caducas por otras radicalmente nuevas. En palabras antiguas, hablamos de revolución. 

Es lo que nos proponemos hacer aquí cada martes hasta final de año, y más allá si es necesario: nuevas propuestas, nuestras o del vecino (hay muchos grupos por ahí reflexionando, buscando y proponiendo respuestas), para un nuevo paradigma, para un nuevo sistema. Sin orden ni concierto. Hablaremos de contabilidad, de pensiones, de trabajo, de cultura, de ciencia, de libertad de pensamiento, de consumo, de reciclaje, de deslocalización, de decrecimiento, de capital financiero, de producción, de productividad, de PIB, de hambre, de educación, de dinero, de filosofía, de literatura,... En más de una ocasión serán memeces o tonterías, disparates, pero no importa, si con eso reflexionamos. El propósito es reflexionar y construir el nuevo paradigma, la utopía de siempre, el paraíso. Para alcanzar la salvación no hace falta morirse, como nos dicen algunos; en muchos aspectos, basta con librarse de Esperanza Aguirre o montarse en el caballo cuatralbo de Alberti.

A mi edad, importa un pepino decir tonterías: las he oído y visto escritas cada uno de los días de mi vida, incluso solemnemente, y el resultado es este estercolero en que nos han convertido el mundo. Es difícil hacerlo peor y con mayor desprecio por el hombre y por el medio. En ocasiones propondremos ideas de implantación sencilla, para las que bastarían unas líneas en el BOE, mientras que otras, siendo simples, requerirán cambios profundos en nuestra forma de mirar y afrontar las cosas. Tenemos la fea costumbre de pensar que toda gran revolución sólo es posible tras una gran convulsión social y política. No es verdad: ni hace falta una hecatombe ni la aparición de un salvador que nos guíe. Otro mundo es posible y construirlo está en nuestra mano.

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