Vengo
de la risa miserable,
aquélla
que vendieron.
Vengo
del destino escrito,
obscena
mercancía en los mercados.
Del
llanto por encargo.
Y
vengo solo.
Y
estaré solo,
como
tú, como todos.
Todos
estamos solos
ante
dios
y
ante los hombres.
Vengo
al útero nuevo
como
un soplo.
Nadie
espera aquí.
Yo
mismo soy el destino.
Al
destino destinado.
Vengo
hacia el olvido,
hasta
el mar extenso
donde
el pasado se diluye.
Y
me acompaña la memoria
difusa
de imágenes y señales.
Son
nuevas las palabras,
nueva
la tarea.
Y
el mismo reto,
aunque
parezca otro el horizonte.
Ni
siquiera parezco el mismo hombre.
Y
soy, sin embargo, el mismo
que
observa y se pregunta.
Luz
a gotas,
luz.
Dios
mío.
Distinguir
muebles
y
habitaciones,
instalar
ventanas
en
esta casa clara del ánima.
Abrir
las puertas, quizás,
abrir
la puerta
para
que no haya puertas cerradas.
Sacudir
el polvo del camino.
Airear
el espacio
donde
se hila la seda
que
urdirá el tejido
del
corazón
esta
mañana.
Exponerse
al recuerdo
y
borrarlo,
como
quien limpia la pátina del tiempo.
¿Quién
eres tú?
¿Aquél
o éste?
¿Ilusión
o sombra?
¿Sueño,
tal vez?
Ya
sé que no te conozco.
¿O
te habré olvidado?
Olvidar
es el primer paso.
Debo
olvidarme de mí mismo
para
hallar el lugar
donde
ya estoy.
Un
hombre es poca cosa
si
no cultiva la memoria
del
corazón.
Éste
es un territorio nuevo.
No
recuerdo el otro,
perdido
en la frontera.
Quizá
pueda verlo un día:
mañana,
si regreso,
cuando
ayer, hoy y mañana
sean
lo mismo,
el
momento de ser y de vivir.
Aquí
la gente salmodia,
carece
de memoria,
muere
sin saber que muere
y
es feliz, según las crónicas.
Platón
en la caverna.
O
fantasía maldecida.
Los
tesoros son material contable.
Y
los sueños,
inventario
de escombrera.
Se
acabaron los hijos de dios.
Tristes
hombres de almas vacuas,
hombres
tristes, tristes hombres,
desolados,
sin
preguntas,
extraviados
hombres
de
la memoria.
Me
debo a la tarea.
Soy
del barro cardial.
Prisma
cristalino.
Crisol,
balde que bebe
de
la luna de Vulcano.
Calavera
hospitalaria.
Hijo
de dios
y
dios cofrade.
Semilla
y tierra,
madre.
Y,
un paso más allá,
el
paraíso,
fuente
y manzana,
donde
habitaron
Eva
y la verdad.
Ya
me he atado las sandalias.
Ha pasado el lunes y no he cumplido mi palabra. Lo lamento. Hay días que tienen el nombre equivocado.
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