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martes, 11 de octubre de 2011

Esta mañana el camino



Vengo de la risa miserable,
aquélla que vendieron.
Vengo del destino escrito,
obscena mercancía en los mercados.
Del llanto por encargo.
Y vengo solo.
Y estaré solo,
como tú, como todos.
Todos estamos solos
ante dios
y ante los hombres.

Vengo al útero nuevo
como un soplo.
Nadie espera aquí.
Yo mismo soy el destino.
Al destino destinado.
Vengo hacia el olvido,
hasta el mar extenso
donde el pasado se diluye.
Y me acompaña la memoria
difusa de imágenes y señales.

Son nuevas las palabras,
nueva la tarea.
Y el mismo reto,
aunque parezca otro el horizonte.
Ni siquiera parezco el mismo hombre.
Y soy, sin embargo, el mismo
que observa y se pregunta.

Luz a gotas,
luz.
Dios mío.
Distinguir muebles
y habitaciones,
instalar ventanas
en esta casa clara del ánima.
Abrir las puertas, quizás,
abrir la puerta
para que no haya puertas cerradas.

Sacudir el polvo del camino.
Airear el espacio
donde se hila la seda
que urdirá el tejido
del corazón
esta mañana.
Exponerse al recuerdo
y borrarlo,
como quien limpia la pátina del tiempo.

¿Quién eres tú?
¿Aquél o éste?
¿Ilusión o sombra?
¿Sueño, tal vez?
Ya sé que no te conozco.
¿O te habré olvidado?
Olvidar es el primer paso.

Debo olvidarme de mí mismo
para hallar el lugar
donde ya estoy.
Un hombre es poca cosa
si no cultiva la memoria
del corazón.
Éste es un territorio nuevo.
No recuerdo el otro,
perdido en la frontera.
Quizá pueda verlo un día:
mañana, si regreso,
cuando ayer, hoy y mañana
sean lo mismo,
el momento de ser y de vivir.

Aquí la gente salmodia,
carece de memoria,
muere sin saber que muere
y es feliz, según las crónicas.
Platón en la caverna.
O fantasía maldecida.
Los tesoros son material contable.
Y los sueños,
inventario de escombrera.
Se acabaron los hijos de dios.
Tristes hombres de almas vacuas,
hombres tristes, tristes hombres,
desolados,
sin preguntas,
extraviados hombres
de la memoria.

Me debo a la tarea.
Soy del barro cardial.
Prisma cristalino.
Crisol, balde que bebe
de la luna de Vulcano.
Calavera hospitalaria.
Hijo de dios
y dios cofrade.
Semilla y tierra,
madre.
Y, un paso más allá,
el paraíso,
fuente y manzana,
donde habitaron
Eva y la verdad.


Ya me he atado las sandalias.


NOTA:
Ha pasado el lunes y no he cumplido mi palabra. Lo lamento. Hay días que tienen el nombre equivocado.

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