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domingo, 16 de octubre de 2011

Crónica atormentada de una manifestación amable

Juan Genovés, Redes, 2010, acrílico sobre tabla

Amable, en la primera acepción del DRAE o etimológica, es decir, digna de ser amada.

A continuación debería seguir una crónica de la manifestación de ayer en Madrid, pero no sé si dispongo de materiales para contar algo distinto de lo que ya hemos dicho en otras crónicas de otras manifestaciones anteriores, como las de junio y julio pasado. Podríamos decir que tuve la sensación de que ha sido la más numerosa, que era difícil avanzar, que era difícil moverse a lo largo del recorrido, que nos movíamos como piojos en costura, que éramos muchos, muchos, muchos. ¿500.000? Eso aventuran algunos. Ciertamente, el espacio que media entre la Puerta de Alcalá y Sol, así como las laterales Recoletos y Paseo del Prado, podían verse repletas. Que quien sepa haga sus cálculos. Pero yo concluyo, porque me impongo ser exigente y riguroso que, aunque éramos muchos, éramos pocos. Muy pocos.

Algunas terrazas de los bares a nuestro paso no habían retirado las mesas, y algunos parroquianos las ocupaban. Los aledaños de Sol, es decir, las calles próximas peatonales, como Carmen y Montera están llenas de terrazas, y las gentes las llenaban. Las tiendas próximas estaban llenas de compradores. Si hubiésemos hecho un pase de magia y hubiésemos desaparecido todos los manifestantes, el centro de Madrid hubiera sido el de cualquier sábado. Ayer y en ocasiones como ésta, no sé por qué, se mueven 10, 100, 200, 300.000 personas, o las 500.000 que dicen algunos de ayer, no sé, la cantidad que sea, pero se movieron más por el asesinato de Miguel Ángel Blanco o con motivo del 23F. Y tampoco entonces estábamos todos, ni siquiera estábamos la mayoría. Eran, como ayer, manifestaciones numerosísimas, extraordinariamente numerosa la del 23F, pero nunca hemos estado todos. No todos nos sentimos compelidos por los hechos y las circunstancias, ni de la misma manera, no nos amenazan todas las circunstancias ni de la misma manera cada circunstancia, no son nuestros enemigos estas circunstancias. La democracia en peligro parece que preocupa a más ciudadanos que el asesinato terrorista de un concejal, y éste más que la situación de quiebra de nuestra economía y nuestro sistema político, económico y social.

Recuerdo el poema de León Felipe que pusimos aquí días atrás. No lo propusimos como pretexto para hablar de la garganta española, si era más o menos poderosa, sino porque hablaba de un pregonero desesperado: ¡tierra, tierra, tierra!, o ¡justicia, justicia, justicia! O el último grito: ¡que viene el lobo, que viene el lobo, que viene el lobo!, que nadie había oído(1) en Europa y, sobre el que sus rabadanes (fíjese el significado de la palabra rabadán) echaron postigos y tapiaron oídos.

Pues bien, ahora hay gentes que dicen por las calles: que viene el lobo, que viene el lobo, que viene el lobo. Y la sociedad, que es quien debe oírlo, ahora no se trata de que lo oigan los mandamases de aquí o de allá, están sordos hace tiempo, esos se tapiaron los oídos con cemento hace tiempo, la sociedad, digo, los ciudadanos, que es a quien se dirige el grito, también están sordos.

Y el 20N estallará la sordera y ocupará la Carrera de San Jerónimo.

Recuerdo, también, aquel poema de Martin Niemöller. El que empieza(2) “cuando vinieron los nazis...” y termina con “cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

Quienes se sienten en una terraza a vernos pasar, quienes se asoman al balcón a vernos pasar no están viendo un espectáculo. Tampoco ven al cadáver de su enemigo pasar, aunque algunos nos tengan por enemigos. Están viendo a gentes que dicen: que viene el lobo, que viene el lobo, que viene el lobo. Y no lo oyen, se quedan con la procesión, aunque no son de la procesión.

Y recuerdo una reflexión de Martin Luther King(3): lo que escandalizaría o lo que se echaría de menos sería el silencio de las buenas gentes. Y habría que preguntarse si esos que se quedan en las terrazas viéndonos pasar mientras gritamos que viene el lobo son de esas buenas gentes. Si buena gente es la que siempre calla, entonces sí; si es la gente que se conforma, entonces sí. Pero la gente que se conforma y calla todavía no sabe lo que es la crisis. Cuando la crisis les llegue ¿se unirán a la manifestación o las manifestaciones ya habrán sido derrotadas? Porque ahora los políticos dicen: bien, salís, se llena la calle, pero sois 300.000, bien, y yo tengo 11 MM de votos, esas son mis fuerzas. Como cuando el Cardenal Cisneros les mostró a los comuneros y a los ciudadanos cuáles eran sus fuerzas para decir quién le había mandado gobernar y a quién representaba, quién le respaldaba, el emperador, Carlos I. Estos son mis poderes y con mis poderes hago lo que me da la gana, es decir, hago lo que me mandan (el nuevo emperador, el nuevo jefe, los mercados, los poderes reales), escondo a mis corruptos, a mis sinvergüenzas, a mis delincuentes, porque los votos lavan.

Cuando la crisis no sea solamente de parados, cuando la crisis ya lo sea de todos, ya lo es, pero para mucha gente la crisis es la que toca al bolsillo, no le importa que haya una crisis de la libertad y la democracia, en una crisis de libertad estamos desde hace muchos años, estamos desde el 11S y desde mucho más atrás, cuando sea una crisis de todo y de todos, ¿qué harán? La libertad hace muchos años que es un instrumento en manos de unos pocos para administrar intereses, pero esa no es la que moviliza. Ah, la libertad, yo puedo elegir entre cinco marcas en el supermercado y entre tres compañías eléctricas y cuatro compañías de teléfonos, y puedo elegir entre irme de vacaciones a Almería o a Tombuctú. Puedo elegir. La gente no sabe, no se da cuenta de que eso no es elegir, que no eliges sobre tu vida, sino circunstancias accesorias, que no eliges tu vida sino sobre tu vida, y eso es justamente, tu vida, sobre lo que no puedes decidir. Tu vida es la que ellos han organizado, es la que se representa en el teatro y en la que tú tienes un guión que cumplir, y si lo cumples nadie te molesta. Tu vida es estar en el escenario y no acabar fuera del escenario. Aunque eso no importa, la gente encuentra cómodo trabajar en el escenario, es donde están las luces. Fuera de ahí, del escenario, está la oscuridad. Fuera está el reto, el trabajo, el esfuerzo de vivir, no de sobrevivir, está la auténtica libertad, está la elección, está la responsabilidad.

Bien, pues cuando esta crisis que ahora no importa se extienda y también afecte a su bolsillo, es decir, cuando esta crisis económica, que no es solamente económica, pero cuando su vertiente económica toque el bolsillo de todos, porque va a tocar el bolsillo de todos(4), no de los grandes poderosos, pero sí al bolsillo de la mayoría, es decir, las clases medias, las clases grises, los que se han acomodado y encuentran razonablemente aceptable el escenario que se nos presenta, razonablemente cómodo el discurso que se nos ofrece, la gentes que no piensan, ya piensan otros por ellos mientras ellos están de compras, toman el aperitivo o ven T5, cuando a estos ciudadanos la crisis les afecte a su bolsillo, ¿con qué responderán? Porque para entonces la voz que hoy dice que viene el lobo, que viene el lobo quizás haya sido cercenada, y ya no estemos aquí, porque no somos nadie, un perroflauta no es nadie y somos unos perroflautas gilipollas y sucios. Qué haremos entonces, qué harán entonces los que hoy se quedan en sus casas, los que se sientan en las terrazas, los que van de compras, van de compras y se sientan en la terraza porque con ellos no va la crisis. Hoy les basta con elegir entre la terraza o la mesita de su casa para tomar la cerveza, lo importante es tomar la cerveza. Hoy pueden elegir eso, pero el día que todo eso tampoco lo puedan elegir, el día que no puedan elegirlo y eso les muestre que lo que no hay es libertad, porque la única elección que les han dejado es la cerveza aquí o en su casa, que no han podido elegir otra cosa, cuando se den cuenta de que esa es su única posibilidad de elección, ¿con qué voz saldrán a la calle?, ¿con qué voz reclamarán la libertad?, ¿con qué voz?, ¿qué haremos entonces? ¿qué harán entonces?, ¿qué haremos todos? ¿O es que necesitamos un banderín de enganche y ese banderín no sabemos diseñarlo, no sabemos levantarlo, no sabemos elegir el mensaje y pegar las letras para que entiendan?

Hay en todo esto algo que no estamos haciendo bien. No lo estamos haciendo bien, por ejemplo, cuando decimos que la política es responsable. No, la política no es responsable. Sin política no hay libertad, no hay democracia, no hay participación, no hay ciudadanos. No hay ciudadanos, sin política no hay ciudadanos, no hay seres humanos. No hay seres humanos sin política. El ser humano surge como consecuencia de su concepción política.

El otro día, en un debate sobre enseñanza, se decía: ah, pero eso es política. Es que es justamente política, es necesariamente política. La enseñanza sólo es posible debatirla como una circunstancia más de nuestra vida política, nuestra manera de conducirnos. La enseñanza forma parte de nuestra manera de conducirnos, y nuestra manera de conducirnos se articula con la política, sólo con la política.

Que los políticos sean corruptos y sinvergüenzas no significa que la política esté podrida, no. Que quienes modelan el barro tengan las conciencias podridas no significa que el barro esté corrompido. El barro somos nosotros. El error está o proviene de haber dejado en manos de alfareros, por muy hábiles que fueran, en manos de alfareros el modelado del barro. El barro que yo soy no admite alfarero sino yo mismo. El barro que somos todos no admite alfarero sino el alfarero colectivo, nuestro acuerdo, nuestro compromiso colectivo, nuestra noosfera, la democracia, la participación, la responsabilidad de todos.

O ponemos todos manos en la masa o este pan nunca llegará al horno.

NOTAS:

(1) Que unos pocos (o muchos) miles de voluntarios vinieran a unirse a los españoles en defensa de la democracia no significa que el grito hubiera sido oído en Europa; más bien al contrario, por eso fueron voluntarios.

(2) “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos
no protesté
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.”

Es un texto que muchos atribuyen a Bertolt Brecht. Yo mismo tengo un librito titulado Poemas y Canciones, en donde se incluye este poema con algunas variantes. No es descabellado que Brecht lo utilizara en alguna de sus representaciones e introdujera algunas modificaciones de su interés, como la que se refería a obreros y curas. Martin Niemöller decía que no era un poema propiamente dicho, aunque también escribía poemas, sino parte de una homilía que había preparado en su calidad de pastor protestante. Bertolt Brecht sí es autor, sin embargo, de este otro bellísimo texto: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay hombres que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son mucho mejores. Pero hay quienes luchan toda la vida; esos son imprescindibles”.

(3) El texto al que nos referimos dice exactamente: “Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”. Existen en internet otras variantes de este mismo párrafo, que es probable que también dijera Luther King en otros momentos, puesto que es una idea que le preocupaba. Dicen así: 1. “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. 2. “Al final, no nos acordaremos tanto de las palabras de nuestros enemigos, como de los silencios de nuestros amigos”.

(4) Ya hay quien augura un año 2012 de recesión, con la locomotora alemana parada y la crisis de la deuda americana. No son los indios no sé qué ni economistas rojillos, sino los propios gurús del sistema.

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