El Bosco, Extracción de la piedra de la locura
1.
No
hace mucho algunos gritaban: la plaza es del Papa. Se referían a Sol
y a Benito XVI. Fueron los días tediosos de la JMJ. Suena a la vieja idea de propiedad privada y parecían querer decir: aquí no cabéis vosotros. En el siglo pasado alguien
acuñó otro grito: la calle es mía. Fue un ministro de la
gobernación con el franquismo, que hoy me recuerda el microrelato de
Monterroso. Y hay una frase que se viene oyendo desde mayo de este
año: la plaza es nuestra. Me gusta más. Suena a lugar cálido y
acogedor, sin estrecheces, adonde uno pudiera acarrear todas sus
palabras, pues ninguna sobra.
2.
Franco...
tuya es la hacienda...
la casa, el caballo y la pistola...
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡mudo!...
Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción.
la casa, el caballo y la pistola...
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡mudo!...
Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción.
(León
Felipe, desde el exilio)
3.
Rafael
Alberti llegó a interrogarse por los poetas andaluces de ahora.
Murió sin respuesta. ¿Dónde están los poetas? Andaluces o
gallegos, castellanos, catalanes,... Los poetas, ¿dónde están los
poetas? No los que escriben en líneas cortas, sino los que blanden
la poesía como un arma cargada de futuro. Un poeta es un loco.
4.
Quien
nació en tierra ancha y luminosa asomado a los geranios, como el loco de la Mancha, no sé si podrá soportar la oscuridad con que amenaza el próximo 20N.
5.
Eh, Rocinante, échanos una mano.
5.
Eh, Rocinante, échanos una mano.
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