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lunes, 19 de septiembre de 2011

Una plaza, la calle y las palabras


El Bosco, Extracción de la piedra de la locura


1.
No hace mucho algunos gritaban: la plaza es del Papa. Se referían a Sol y a Benito XVI. Fueron los días tediosos de la JMJ. Suena a la vieja idea de propiedad privada y parecían querer decir: aquí no cabéis vosotros. En el siglo pasado alguien acuñó otro grito: la calle es mía. Fue un ministro de la gobernación con el franquismo, que hoy me recuerda el microrelato de Monterroso. Y hay una frase que se viene oyendo desde mayo de este año: la plaza es nuestra. Me gusta más. Suena a lugar cálido y acogedor, sin estrecheces, adonde uno pudiera acarrear todas sus palabras, pues ninguna sobra.

2.
Franco... tuya es la hacienda...
la casa, el caballo y la pistola...
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡mudo!...
Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción.
(León Felipe, desde el exilio)

3.
Rafael Alberti llegó a interrogarse por los poetas andaluces de ahora. Murió sin respuesta. ¿Dónde están los poetas? Andaluces o gallegos, castellanos, catalanes,... Los poetas, ¿dónde están los poetas? No los que escriben en líneas cortas, sino los que blanden la poesía como un arma cargada de futuro. Un poeta es un loco.

4.
Quien nació en tierra ancha y luminosa asomado a los geranios, como el loco de la Mancha, no sé si podrá soportar la oscuridad con que amenaza el próximo 20N.

5.
Eh, Rocinante, échanos una mano.

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