Veréis: cuando leí que cierto filósofo tachaba (nunca mejor dicho: tachaba) de hatajo de mastuerzos a los jóvenes quincemayistas sentí que una daga se incrustaba por la espalda entre mis costillas y, por el hueco, alguien introducía su sucia mano para arrancarme el corazón. Fue una sensación de arrancamiento, sí. Luego alguien, también, los llamó nazis y fascistas, pero esto ya no me causó dolor porque el osado sólo era un pederasta de oficio, aunque se diga escritor; esta vez sólo sentí asco. Si es cierto, como dice Damasio -y me ha convencido de ello-, que la emoción es una forma de pensamiento, ahora debería poder describir la idea o las ideas ligadas a esas sensaciones. Pero no puedo.
Ayer, comiendo, Clara sacó del bolso su Crítica de la Razón Pura, de Kant, y entre Paula y yo le hicimos unas fotografías al libro. Clara estudia Filosofía, 4º, es esforzada y brillante, y ha estado en las manifestaciones y en la acampada de Sol. Paula y Gonzalo, también, como muchos otros madrileños, pero hoy toca hablar de Clara, por eso de que un puñado de imágenes vale más que un puñado de miles de palabras. El cartel sobre L'Oreal era un trabajo de ella y su grupo de compañeros de la Facultad. Lo que muestran las fotografías del libro es parte del trabajo de todo un año sobre Kant. A esta hora se está examinando. Hace calor, estará sudando. Ayer por la tarde paseó para acumular cansancio físico, acostarse temprano, dormir profundamente, madrugar e ir al examen tranquila. Para su cumpleaños ha pedido la Crítica de la Razón Pura en alemán. Este verano va a Alemania, con una beca del estado alemán, a perfeccionar el idioma. Habla perfectamente inglés y francés. Y conoce bastante bien el latín y algo de griego. Es posible que el señor Savater todavía siga afirmando que mi hija es un mastuerzo. El señor Savater reconocía no saber nada de física ni entender la gravedad. Cualquier compañero de mi hija se lo podría explicar, ellos no desprecian la ciencia, todo conocimiento les parece precioso.
Las palabras de Savater, como las de Sánchez-Dragó, seguramente son el signo de la frustración de dos intelectuales de medio pelo, acostumbrados al pesebrismo. Reflejan el fracaso de una sociedad, es cierto, la nuestra. No pueden ser responsables nuestros hijos, ellos acaban de llegar, ellos han denunciado el estropicio y han ideado la forma de cambiarlo. Savater, Sánchez-Dragó y tantos de nosotros somos la imagen de ese fracaso y sus responsables.
No me gusta hablar de mis hijos. No hablaré más. Pero son de los que no se dejarán arrebatar el 15M. Han encontrado su arma pacífica para cambiar la sociedad y no la van a rendir fácilmente.
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