Ya
he dicho aquí que veo poco la televisión. Sin embargo, soy un
adicto a la radio: me duermo y me despierto con ella, y la llevo
conectada en el teléfono. Aparte de los comunes de la calle, los
únicos sonidos que me alcanzan son los de la radio o los de la
música y las palabras. Así que la noche pasada escuchaba la radio
cuando contaron el caso de un ciclista, de esos que llaman del
pelotón. Se trata de David Cañada, aragonés, de 34 años, que
ahora sigue tratamiento por un cáncer linfático. Espera reponerse
para volver a subirse a la bicicleta, a pesar de que su vida
profesional, por la edad, ya será necesariamente corta. Es una
decisión admirable, porque viene de una historia terrible y
desgraciada: ha sufrido la fractura de ambas muñecas, de ambas
clavículas, de cúbito y radio, ha sufrido la necrosis de una
muñeca, la rotura de ambos talones de Aquiles, taquicardia (hasta
240 ppm), un melanoma,… Si uno busca imágenes suyas en internet,
encuentra, sobre todo, las referidas a accidentes, caídas, lesiones…
Cada accidente o enfermedad es una parada, y volver a empezar. Pero
ha tenido tiempo para formar parte del antiguo equipo Once, de
Quick-Step o Sanier Duval, ganar las vueltas a Cataluña y Murcia,
varias etapas en la vuelta a España y el Tour y ser un ciclista
importante en sus equipos. A todo se ha sobrepuesto y siempre ha
seguido corriendo. No lo considera una desgracia, sino un avatar,
circunstancias de un deporte y de la vida, y piensa volver a correr.
Me
pregunto por los ciclistas, por el deportista en general. Se dice que
están hechos de un material diferente. Y recuerdo una antigua
entrada en la que hablaba de Nadal. Éste aprendió a convivir y
manejar el triunfo y el éxito, mientras Cañada ha aprendido a
convivir con el fracaso, con la adversidad, pero en ambos creo ver el
mismo espíritu, la superación, la voluntad irreductible para
alcanzar un objetivo. Nada los vence, nada los derrota, ni siquiera
la derrota misma, el fracaso mismo, a todo se sobreponen. Una derrota
forma parte de su día a día, que otorga, al tiempo, la oportunidad
de superarla con una victoria. Ni siquiera cuando la derrota tiene
que ver con la vida misma. Se hace de noche y se hace inmediatamente
de día por voluntad de los interesados. O encienden ellos mismos las
luces si el día se resiste a venir.
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