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miércoles, 7 de octubre de 2009

Viva Río de Janeiro





Dejemos sentados unos pocos datos: mi IMC está en torno al 25%, es decir, no padezco de sobrepeso. No tengo problemas de colesterol ni de tensión. Mis constantes se hallan entre los valores normales, como revelan los análisis periódicos de sangre, tras cada donación. He jugado al fútbol y he hecho footing hasta no hace muchos años; incluso, he participado en algún maratón popular de Madrid, sin llegar de los últimos. Camino diariamente unos pocos kms y más kms aún los fines de semana. Me gusta y practico el senderismo de cuando en cuando. Suelo evitar los ascensores y las escaleras mecánicas y, de usarlas, las subo andando. No soy de la cultura del sillón-bol, aunque disfrute de algún deporte por TV. Es decir, soy una persona sana y amante del deporte. Y admiro a muchos deportistas, como demostré aquí en su momento al referirme a Rafa Nadal.

Entiendo el deporte como paradigma del esfuerzo. El deporte, como ninguna otra actividad, retribuye ese esfuerzo y compensa el sacrificio. Ante el fracaso, otorga siempre una segunda oportunidad, y, ante el éxito, nos enseña a ser humildes.

Por eso no seré mirado como sospechoso si digo que observo con perplejidad muchos de los comentarios que se vienen haciendo desde el viernes, cuando el COI designó a Río como ciudad olímpica, en detrimento de Madrid, Tokio y Chicago. Seguramente olvidan cómo obtuvo Madrid la candidatura como ciudad olímpica, en detrimento de Sevilla que también se proponía, en representación de España. ¿No sería porque Sevilla estaba gobernada por la izquierda, mientras Madrid lo estaba por la derecha? ¿No sería porque el COE, como el COI, no es sino una camarilla de reyezuelos cooptados, cuya capacidad está más cerca de la panza que del cerebro?

¿Alguien, en su sano juicio, cree de verdad que Gallardón presenta a Madrid como candidata en nombre del deporte? ¿Alguien cree que esta gente defiende y habla del deporte cuando habla de juegos olímpicos? ¿Igual que habla de deporte cuando lleva la F1 a Valencia? ¿O igual que habla de deporte cuando lleva a Valencia la regata denominada America’s Cup? ¿O es deporte popular el chiringuito para golfistas del Canal de Isabel II? Que se lo pregunten a los que pretenden practicar cualquier deporte viviendo en los alrededores de esta instalación, hasta un radio de 2 o 3 km.

¿Cuántos recursos dedican el Ayuntamiento y la CAM al deporte? Al deporte llamado de base, el de los colegios, el de los barrios, el de los ciudadanos, no al de élite, al espectáculo, como el tenis, a través de la Copa Davis, o los grandes clubes de fútbol, como el Real y el Atleti.

Me temo que hablamos de una farsa. Fue una farsa, en su momento, la elección de Madrid contra Sevilla, y es una farsa la ceremonia del deporte, cuando, en realidad, se trata de una ceremonia del espectáculo y el autobombo, una apuesta, posiblemente calculada, para asegurarse la reelección durante un largo período –hasta 2020, al menos-, por mucha corrupción que los salpique.

Pues, sí, me alegro, me alegro de que haya sido Río la sede designada y me alegro, sobre todo, de que Madrid se haya quedado con dos palmos de narices. Qué le vamos a hacer, soy iconoclasta y nada patriota. De hecho, debo ser uno de los pocos que miraban con disgusto la posibilidad de que Madrid fuera designada sede olímpica y debo ser uno de los poquísimos bichos raros que se oponen a que en Madrid se celebren Juegos Olímpicos en las 4 o 5 próximas décadas. Los juegos olímpicos no son un deporte ni un conjunto de deportes, sino un espectáculo y, por lo tanto, un negocio, un circo, pero a lo bestia. Entiendo que la derecha lo defienda, es su negocio, pero me cuesta entenderlo que se defienda desde la izquierda, salvo que se haga desde el funcionariado político o la izquierda garbancera. Unos se enriquecen, que es lo suyo, y los otros sobreviven a sus limitaciones, que también es lo suyo.


Finalmente, diré por qué me alegro por Río, a pesar de que aunque sea Río la sede, no deja de ser un espectáculo. Por dos razones: porque se restablece la justicia histórica con un continente olvidado, y porque Río y Brasil podrán servirse de su designación para su transformación económica. Los designados, es verdad, ganan en autoestima y aúnan voluntades y esfuerzos en una dirección común.

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